Entrevista a Paolo de Lima
| Paolo de Lima publica dos libros: un ensayo y su poesía reunida
VERSOS Y ENSAYOS
Acaba de aparecer La última cena: 25 años después. Materiales para la historia de la poesía peruana (Intermezzo tropical/Facultad de Humanidades de la UMNSM, 2012). Se trata de un libro de Paolo de Lima que recoge un ensayo suyo además de material periodístico sobre los autores que conformaron aquella publicación de 1987. Unos meses antes, De Lima también publicó El vaivén fluctuante del verso (Hipocampo editores, 2012), libro que reúne sus tres poemarios más algunos inéditos. Doble motivo, pues, para charlar con él.
Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR
–¿Cómo se fue originando el libro La última cena: 25 años después?
Efectivamente, se fue originando porque como has notado el libro es como una formación de cosas. Lo anuncio en la pequeña introducción, un ensayo que escribí el 2003 y publiqué el 2005, en el cual leía la poesía peruana de los años 80 en relación con la violencia política, a partir de unas entrevistas que los autores, poetas, reunidos en la antología La última cena, publicada en 1987, ofrecieron ese año y a principios de 1988 a los más importantes periódicos y revistas del Perú de entonces. Yo tenía esas entrevistas como parte de un archivo que había ido formando, porque estaba escribiendo una tesis doctoral, que voy a publicar este año, un nuevo análisis sociocrítico de 41 poemas de los años 80 de autores que están incluidos en La última cena. Entonces, paralelamente había hecho este ensayo específico sobre cómo los poetas cuando hablan de su quehacer literario inevitablemente se refieren, como parte de su ADN escritural, a la violencia política. Este material lo tenía reunido, y el 2012 como se cumplen los 25 años de la publicación de la antología me pareció oportuno armar este libro a modo de homenaje a estos autores importantes en nuestra tradición como José Antonio Mazzotti, Eduardo Chirinos, Róger Santiváñez, Domingo de Ramos o Dalmacia Ruiz Rosas. Y a la vez, republicar este ensayo diez años después, para también leer cómo la crítica hablaba en relación con un período que tiene que ver con la nueva entrada de la democracia, la reciente aparición de la Comisión de la Verdad, que fue como una sutura en el proceso de salida de la guerra. De alguna manera, pienso, mi libro viene sirviendo, por ejemplo, para alentar a que dos notables artistas plásticos aparecidos durante la segunda mitad de los 80, Alfredo Márquez y Alex Ángeles, pongan a La última cena vis a vis con un libro publicado 25 años después de esta antología: Cajas (2012) de Mario Montalbetti. Para ellos, la búsqueda de una idea del arte efectuada en el 2012 encuentra respuesta cabal en dicha antología publicada en 1987. Esta instalación podrá ser apreciada en la inauguración del Museo de Arte Contemporáneo.
–Enfocas tu estudio a un grupo específico, los autores del libro La última cena…
Es un enfoque específico sobre un sector de la poesía peruana dentro del canon. Y me parece bien que haya ese tipo de libros. Un enfoque que es muy diferente a la idea de las antologías, los compendios, las enciclopedias, que siempre es una mirada más abarcadora, digamos. Este es un libro enfocado en un aspecto específico para desde allí decir algo significativo.
–Están vinculados por el contexto, pero al mismo tiempo, como se lee en tu libro, cada poeta tiene una voz distinta.
Así es. Hay un espíritu de época común que se traduce de doce maneras distintas, algunas de ellas más acusadas y con un avance de la obra poética más sostenido, que ya iban filtrando en sus poemas los discursos y la manera de entender esa violencia política. Las voces que salieron de allí eran individuales. Y cada vez que hablo de lo social, de le época política, hago paralelamente un repaso de la poesía peruana (Vallejo, Westphalen, hasta los 80) para ver cómo lo poético y lo social, lo político y cultural se van compenetrando en estos autores. Y en esta compenetración me percaté que había un nudo: cuando ellos se referían a su propia poesía siempre aludían a la violencia política. No olvidemos que todos estos poetas estaban en Lima. Eduardo Chirinos se encontraba en España al momento de la aparición de la antología, pero la producción que de él se recoge en La última cena fue escrita en Lima.
–¿Qué otra lectura se puede sacar del libro?
Otra consecuencia que se puede sacar de la lectura del libro es que en ese entonces aún los poetas salían a hablar en grupo a los medios de comunicación, que yo llamo, recogiendo los términos de Althusser, “aparatos ideológicos del Estado”. Y cómo estos aparatos captaban y daban amplia acogida –como puerta de acceso a la ciudadanía– a la voz de los autores para expresar sus opiniones, sus puntos de vista, con la escritura literaria. La idea de La última cena tiene que ver con “lo último” en ese momento de nuestra producción literaria. Había una idea de insertarse en la tradición.
–En tu libro se añaden entrevistas de le época y uno no puede evitar comparar la difusión cultural en medios impresos que se hacía por aquellos años con el páramo en que se ha convertido la prensa cultural ahora…
Bueno, el espectro ha cambiado diametralmente. Inevitablemente debo señalar que las consecuencias tienen que ver con lo social. Son veinte años de instalación del neoliberalismo, que ya comenzaba a surgir desde finales de los setenta, desde Morales Bermudez, y los aires del neoliberalismo se comienzan a sentir en toda Latinoamérica ya en los 80. Y en los 90 se instala, sin ninguna duda. Han pasado veinte años. Es otro proceso. Y gente como Mario Vargas Llosa ahora están perplejos con la producción cultural, en su último libro La civilización del espectáculo. Están aterrados, por las consecuencias de lo que él entiende como la pérdida de la alta cultura. Se ha “magalyzado” todo. En las noches, por ejemplo, no tenemos programas políticos, sino un coctel de espectáculos con policial. Ha desaparecido no solo lo literario. Hay un concepto totalmente diferente. Tiene que ver con la instalación de la postmodernidad en tanto “lógica filosófica” del neoliberalismo, como señala Jorge Larraín.
–Cambiemos de tema. Hace poco se publicó Al vaivén fluctuante del verso, un libro que recoge tus tres poemarios más algunos poemas inéditos. ¿Cómo decides publicarlo?
Fue a sugerencia de mi amigo, el editor Teófilo Gutiérrez. Me hizo notar que mis libros habían circulado poco, porque habían sido publicados casi artesanalmente, en ediciones pequeñas, de 100 o 200 ejemplares. Él me animó a juntarlos en un libro. Esto fue a inicios del año pasado. Yo iba a viajar mes y medio por varias ciudades de Estados Unidos. Me invitaron a dar charlas sobre literatura peruana y pude leer paralelamente poesía en varios lugares. Entonces quería que mis poemarios llegaran conmigo. Más allá de eso, hablar de un proceso que se puede cerrar para comenzar otro, sí, puede haber algo de eso. Ya desde Mundo arcano (2002) se perfilan una serie de elementos que Jorge Frisancho menciona en el prólogo, como un decir más específico sobre ciertos temas.
–Reunir tus libros te permite una mirada panorámica de tu obra…
Siento que voy a continuar con la voz subjetiva que desde el razonamiento interior trata de responderse a través de la escritura ciertas ideas, sensaciones que van surgiendo como poeta en un mundo que vemos como ciudadanos. La palabra poética es una necesidad. Y considero que en mi caso tiene que ser una voz subjetiva, desde una interioridad reflexiva. Esas tendencias las estuve acentuando mucho más, paralelamente con una idea de tener una visión heterogénea. Hay quienes la han llamado una visión neobarroca. Y no dejo de mencionar que hay una ola neobarroca vigente en Latinoamérica.
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Paolo de Lima lee dos de sus poemas.
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La última cena: 25 años después y Al vaivén fluctuante del verso se pueden conseguir en la librería Sur.