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¿Qué fue de todo ese porno?

Publicado: 2013-03-14

Un viaje alucinado entre los gloriosos cachivaches del jirón Camaná nos acerca a un universo de descubrimientos socioculturales: la Lima ochentera aún palpita en la pornografía subte de a 3 soles.

Escribe: Ray Ray Afrika

Existe un bastión de cultura ignorada, latiendo ahora mismo en el centro de Lima. Caminando un miércoles al mediodía entre las pequeñas cuevas alrededor de la Plaza Francia –entre los puestos de venta de revistas usadas, libros usados, CDs usados y vinilos usados–, empecé a darme cuenta de esta realidad: el Jirón Camaná es, quizás, una de las fuentes de material educativo más importantes en nuestra ciudad.

De todos los huecos, el más impresionante es el que se encuentra ubicado en el número 924. Es el local más grande de todos, y su estrecha entrada le obsequia al visitante la impresión de estar ingresando por el hoyo del conejo… hacia un país de polvorientas maravillas. Cruzándolo se llega al mercadito escondido, lleno de vendedores que guardan montañas de tesoros impresos. Libros y revistas de todos los géneros y épocas pintan un paisaje de lo que bien podría ser un museo informal.

Los vendedores son buena onda. Apenas llego empiezan a contarme historias del lugar. “Hace 15 años estamos aquí”, me dicen. “Al frente está la casa del presidente Prado: por esta calle pasaban todos los presidentes para irse a trabajar”.

La luz del día crea patrones polvorientos en el aire y en alguna radio portátil suena Salvatore Adamo. Empiezo a revisar entre las torres amontonadas de revistas y libros antiguos. No tardo en entrar en confianza con los vendedores y voy directo a las preguntas obvias:

“¿De dónde sacan todo el material, ah?”

“Lo traen acá. Ni siquiera tenemos que buscar nada. La gente se quiere des¬hacer de sus bultos de revistas o libros y los traen para acá”.

“Ah, ya. Y, ¿usted cómo se llama?”

(Breve pausa, mirándome fijamente a los ojos). “Toledo”.

Ah, ya. El material de venta es increíblemente variado y barato: de hecho, el silencio incómodo de los vendedores

tras indicar sus precios da la impresión de que no regatear podría ser considerado, aquí, una falta de respeto. Hay libros de política, de poesía en francés, de literatura peruana caleta. Hay cómics, mangas y revistas ochenteras. Todo se encuentra arrumado sin ninguna catalogación específica. Si bien puedes pedir referencias a los vendedores, lo realmente mágico es llegar sin estar buscando nada en particular, sumergirte en las montañas de libros y revistas para disfrutar del proceso de exploración, hasta que por fin encuentras alguna joyita impresa a solo 3 luquitas. Con su rebaja pues, señor, que me alcance para el Metropolitano. Nunca te dicen que no. Entienden que también estás misio. Los vendedores muestran cierto orgullo en su labor: al fin y al cabo, son agentes de cultura, y estoy seguro de que han ayudado a educar a más gente que cualquier biblioteca local. Esas que nunca en mi vida he pisado.

La exposición que los vendedores tienen de la cultura miscelánea, digamos, crea en ellos una base de conocimientos amplia y ecléctica. Esto trae consigo una serie de excentricidades. Cuando empe¬zamos a tomar fotos del local un vendedor nos llamó para decirnos “¡Tómenme una foto con mi máscara!” No teniendo idea de a qué se refería, accedimos. El vendedor se llama Blue Star y se espe¬cializa en la venta de cómics. Acá al lado hay una foto de él mientras la fotógrafa le iba diciendo “¡Más fuerte! ¡Más malo!” .

Llegar de shopping a Camaná puede ser caótico y desorientador. La sobrecarga de estímulos es impactante y, para evitar sentirme abrumado, suelo realizar búsquedas temáticas. Un día puedo buscar solo fotonovelas o revistas ochenteras de deporte, o literatura amazónica, o cómics coreanos. Tener en la cabeza un tema así, aunque sea vago, le da un sentido de propósito a la búsqueda. Esta semana fui a Camaná y mi objetivo era encontrar porno rarazo. Crecí en un mundo con internet, y creo que por un momento había olvidado que la pornografía existía también fuera de la red. Fue así que empecé a fisgonear entre los montones de revistas, buscando portadas con calatas sin saber exactamente qué material encontraría y con la ligera paranoia asquienta de quien rebusca entre revistas porno usadas. Dada la abundancia de pornografía disponible, mi búsqueda duró menos de media hora y este es el recuento de lo que encontré.

CÓMICS DEL FUTURO Nº 11: CAZA MAYOR

(Editorial Astri. Impreso en España. Precio en Jr. Camaná: S/. 2.50)

Este cómic de Barcelona no incluye información de autores ni fecha de publicación, y es perturbadoramente friki. La historia arranca con un grupo de personas que se encuentran de caza en la selva, y luego son atacadas por alienígenas: así, los cazadores se convierten en cazados (¿dónde he visto esta trama antes?). A decir verdad, pareciera que los creadores tomaron una historia de ciencia ficción bastante cliché y le agregaron una incómoda cantidad de escenas de sexo narrativamente incoherentes. Matan a la mitad del grupo y los últimos dos sobrevivientes son secuestrados por los alienígenas. Tras un intento fallido de escape son llevados a un zoológico espacial o algo por el estilo. Lo menciono porque en una porno la trama es lo más importante.

PARTES FAVORITAS:

Sexo alienígena.

Probeta anal obligatoria.

Sexo interespecies.

CINCO (año 11 – Nº 38, setiembre 1981)

(Autodenominada “La revista joven”. Ediciones JESÚS y RAMONS S.A. Director general: Roberto Urrutia Sánchez. Precio en Jr. Camaná: S/. 3)

Cuando empecé a leer esta revista, que conchudamente se robó el logo de Playboy, me sorprendió lo mucho que se fueron de avance. Publicada en Lima en los ochenta, trata abiertamenten temas de sexo, masturbación, prácticas homosexuales y consumo de droga con la tonalidad más progre que he visto en mi vida. Y los tratan con toda la seriedad del mundo. En medio de todas las calatas y crónicas sobre orgías en la comisaría de Lince hay artículos que discuten los cambios culturales y económicos que atraviesa un pueblo al volverse centro del narcotráfico, o se debate la legalización del aborto. Es como si en Caretas hubiera calatas en todas las páginas en vez de solo una. No puedo creer que en los ochenta haya existido una revista tan atrevida, y no lo digo solamente por el mar de tetas entre sus páginas sino por su línea editorial, tan open mind. Incluso hay una sección gay. Me deja pensando que hoy, 32 años después, somos cucufatos ultraconservadores.

PARTES FAVORITAS:

Avisos en busca de parejas específicamente de ‘tez blanca’.

Que salga una imagen de Tulio Loza en una revista porno.

Una chica calata cubierta de ojos.

ZETA (año 1 – Nº21, diciembre 1979)

(Editora ABC S.A. Edición internacional. Director general: Javier Flores Moreno. Precio en Jr. Camaná: S/. 3)

Para que se hagan una idea, el primer artículo de esta revista es una crónica sobre una orgía gay organizada por los bailarines del elenco de Raffaella Carrá durante su estadía en Perú, en medio de una gira internacional. Con un estilo de periodismo gonzo, Zeta es mucho menos inteligente que la revista Cinco, pero tiene una selección de temas que despierta curiosidad: desde sectas hippies dedicadas a las orgías o el testimonio de una prostituta que se está iniciando en el negocio hasta una sección culinaria sobre degustación de perros y culebras en China. Si bien la redacción es mucho más pobre y floja que en Cinco, le doy puntos a esta revista por haber buscado contenidos totalmente fuera de lo cotidiano y por su apertura a los temas de sexo y consumo de drogas –por parte, incluso, de los redactores– sin hacerse bolas.

PARTES FAVORITAS:

El diagrama del método del ritmo.

La guía de prostíbulos clandestinos.

La foto de Manuel, el hippie drogadicto.

Y finalmente el "Money Shot"

Espero que se hayan divertido en este viaje educativo por el mundo de la pornografía subte/retro. Hemos aprendido, primero, que en la Lima de los ochenta existía una elaborada industria de revistas pornográficas que incluía artículos de relevancia cultural y social. También hemos aprendido que, lamentablemente, la imaginación no tiene límites a la hora de dibujar porno rarazo. Si bien Cómics del futuro resulta curioso, mi interés va más enm la dirección de Zeta y, especialmente, la revista Cinco. Rescatar estas revistas pornográficas de entre las montañas polvorientas del Jr. Camaná se siente, hoy, como un descubrimiento. ¿Qué pasó con estas revistas? ¿Cuándo fue que la gente perdió el interés de ver calatas al lado de artículos antropológicos y por qué nadie revive el género (por favor)?


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Revista Vela Verde

Una revista sin clase