Diego de Almagro, el primer fracasado de la historia peruana
Si hiciéramos una lista de los grandes perdedores de nuestra historia, quien ocuparía el primer lugar sin duda alguna en ella sería, por méritos propios antes que por un prurito cronológico, don Diego de Almagro (1475?-1538), el socio de Pizarro en la conquista del Perú y cuyo ajusticiamiento por garrote luego de su derrota en Las Salinas fue el último escarnio que recibió una vida plagada de fiascos. Ni siquiera el desgraciado Huáscar o el traicionado por Pizarro, Atahualpa, le disputan tan poco honroso sitial. Porque nadie más perdedor ni más olvidado que Diego de Almagro, el frustrado conquistador de Chile.
Sus apologistas han querido hacer de su biografía la de un hombre forjado en la desventura desde la cuna, traicionado por sus amigos y socios y vencido por la fuerza de las circunstancias, olvidando que sus penalidades y contrariedades no son distintas a las de cualquiera de sus contemporáneos. Eso no ha evitado que a lo largo de los años su figura haya pasado casi al olvido absoluto y que hoy su nombre no se luzca en monumento, calle o institución alguna tanto como el de Pizarro. Tal vez porque en el fondo la gran empresa en la que participó, la conquista del fabuloso imperio de los incas, le fue esquiva desde el principio. Aunque fue uno de los tres socios que la organizaron y el que proveía diligentemente de tropa fresca para la cruzada, siempre sufría el revés de llegar tarde a su cita con la gloria.
Nació posiblemente en 1475 en la ciudad manchega de Almagro, de la que tomó el nombre porque era hijo ilegítimo de Juan de Montenegro y de Elvira Gutiérrez. Cuando el padre abandonó a la madre, ésta, para evitar la vergüenza, se lo dio a una pariente quien lo crió hasta los cuatro años en que fue rescatado por el padre, que se había enterado de su existencia. Pero para su infortunio, el padre falleció y el niño pasó a manos de un tío materno que lo vejó y maltrató de un modo tan brutal que el joven Diego decidió huir para buscar fortuna. Estuvo en Toledo, en donde problemas con la justicia lo animaron a partir a Sevilla para embarcarse en la escuadra de Pedrarias Dávila hacia el Nuevo Mundo.
Instalado en Panamá, se dio a conocer como buen rastreador y un soldado experto en el uso de la rodela. Tan diestro era con esta que el grabado más conocido que de él ha llegado hasta nosotros lo retrata con este pequeño y delgado escudo. Participó en varias campañas por la zona y fue allí donde conoció a Francisco Pizarro. Fundaron ambos una compañía a la que luego se le unió el clérigo Hernando de Luque. Fue Pizarro quien convenció a sus dos socios de emprender la mayor empresa de su sociedad: la conquista del país del oro de Levante, como se conocía entonces a lo que luego se llamaría Perú, quedando desde el principio bien definido el papel de cada cual en la iniciativa: Pizarro sería el jefe de la tropa, Almagro el reclutador de la misma y Luque el proveedor de los fondos. Y es aquí, en el principio de todo, donde se encuentran las circunstancias que luego distanciarían a los viejos socios y amigos de un modo irreconciliable y mortal.
Fue en el primer viaje (1524) que Almagro perdió un ojo cuando salió detrás de Pizarro que se había adelantado y al que encontró en la playa de Chochama, y en la que este le ordenó que tornase a Panamá a conseguir más soldados. A su retorno, ante la decisión del gobernador Pedrarias de cancelar la empresa o de adjuntarle un capitán a Pizarro, Almagro consiguió para sí tal nombramiento lo que fue mal visto por todos: Dos capitanes para una misma empresa. Pero es durante las circunstancias del segundo viaje (en 1526) que las cosas entre ambos empeoraron.
Ante la reiterada negativa de Pedrarias de continuar con la empresa, Pizarro decide viajar a España a tratar directamente con el rey. Almagro financia el viaje de su socio y solo pide para él el nombramiento de Adelantado. Cuando se firman las Capitulaciones de Toledo (1529), es Pizarro quien es nombrado Jefe de la expedición, gobernador y Adelantado de las tierras por descubrir. Almagro ve una traición en la conducta del antiguo amigo y se distancia de él. Por insistencia de Luque, escucha las explicaciones del primero y son las mismas que él esgrimiera cuando obtuvo su nombramiento de capitán: la Corona era renuente a conceder el título de adelantado a quien no fuese gobernador, por lo cual, afirma Pizarro, acepta el nombramiento y así evitar nombramiento de un tercero en la empresa de ambos. Los ánimos se aplacan y continúan juntos. Pero Pizarro no ha regresado de España solo: sus cuatro hermanos vienen con él, lo que a Almagro le resultó sumamente molesto y a los que vio como advenedizos, lo cual a la postre resultó premonitorio porque entre ellos estaba su futuro verdugo: Hernando Pizarro.
Enfrascado a su tarea de reclutador, Almagro no participa en la toma de Cajamarca y la captura del Inca (el 16 de noviembre de 1532). Más aún, llega tan tarde a ella que él y los hombres que ha reclutado solo pueden ver cómo se reparte el fabuloso rescate que había ofrecido el inca cautivo. Desilusionados, recibirán una ínfima parte comparada incluso con la del peor pagado en la captura de Atahualpa. "La actuación de Diego de Almagro en el tercer viaje - el decisivo en la conquista del Perú - fue tan definitiva como incolora", ha escrito José Antonio Del Busto, quien tal vez ha sido el que mejor ha escrito sin apasionamiento sobre su figura. Porque sin sus esfuerzos y trajines en Panamá como reclutador difícilmente se hubiera podido llevar a cabo la conquista. Es en este momento, en Cajamarca, en que Almagro pierde la oportunidad de entrar a la historia como el gran Conquistador que no llegó a ser. De ahí en adelante, el resentimiento y la frustración marcaran su actuación de un modo tan errático como desastroso.
Cuando las nuevas tierras conquistadas son divididas en dos gobernaciones para los socios, Nueva Castilla y Nueva Toledo, Almagro es nombrado Gobernador de esta última. Surge entonces la disputa por la ciudad del Cusco, la piedra de toque para el rompimiento final entre los dos viejos amigos y socios que quedará pendiente porque, tratando de apaciguar la misma, Pizarro convence a Almagro de emprender la conquista de Chile, desde donde llegan noticias de riquezas fabulosas. Parte hacia allá, pero en Chile no encuentra ni oro ni ciudades ni nada digno de una gloria que hasta ahora se le ha mostrado esquiva. Y el viaje ha sido tan abrumador como adverso y desastroso.
Desengañado por no encontrar nada notable o valioso en su nueva jurisdicción, regresa al Cusco, que se hallaba sitiada por las huestes de Manco Inca, y se apodera de ella. Arresta a Hernando y Gonzalo Pizarro. Tratando de llegar a un acuerdo con el mayor de los Pizarro sobre la tenencia del Cusco, libera a Hernando para que concilie entre ellos un acuerdo. Pero Hernando regresa con hombres al Cusco y se enfrenta a Almagro en Las Salinas (6 de abril de 1538), en donde es derrotado y hecho prisionero. Durante tres meses Hernando lo mantendrá en capilla, hasta que procesado por éste es condenado a la infamante pena del garrote, siendo ajusticiado el 8 de julio de 1538 y su cuerpo decapitado. Como último acto de su vida, Almagro nombró al rey de España heredero de sus bienes, con la esperanza de que estos no solo no caigan en manos del clan de los Pizarro sino que, además, el monarca haga justicia por la traición de la que ha sido víctima.
Raúl Porras, tan desafecto a Almagro por su apego a la figura del fundador de Lima, lo llama "fanfarrón, grosero y deslenguado". No tiene el más mínimo reparo en calificarlo de "un hombre manejado por otros, un espíritu subalterno". Y tal pareciera ser que no le falta razón a sus palabras pues la toma del Cusco a la fuerza fue una prueba de ello, afirma. En su biografía del viejo extremeño, Porras no escatima adjetivos: "El uno incita héroes, el otro soborna mercenarios", dice en alguna parte de ella. La suya es, como alguien dijo, la biografía de Pizarro sin Almagro. Pero si hay algo hay de cierto en la historia del Adelantado, es que fue el gran perdedor de la conquista del Perú. El primero en nuestra larga historia de perdedores.