Texto: Iván Reyna Ramos
Fotos: Manuel Rentería Anhuamán 

Cuando el río suena…

Lunahuaná amanece, despierta, sale el sol. Pasan pobladores longevos, y su cielo casi limpio como su río bendito que zigzagueante va camino al Pacífico. Los carrizales, los cañaverales y los pájaros bobos despliegan su verdor con la primera luz. El aire se llena de un vaho refrescante. La geografía –donde hemos aterrizado- corresponde a los predios de Paullo (kilómetro 30 de la carretera a Lunahuaná), ahí donde los jinetes del canotaje saltan al agua, pero también llegan los camaroneros -como Lely Armando León de la Cruz-, que están a favor de la sostenibilidad de la especie. Ellos vienen realizando la recolección mediante equipos de buceo, sólo recogen los de talla mayor a los 7 centímetros, llevan adelante actividades de repoblamiento, se turnan para vigilar en las noches. Aún así, hay inescrupulosos que pillan camarones sin importarle la talla, y lo que es más grave, tiran insecticidas en el río para matar el recurso hidrobiológico. Y después se quejan que no hay camarones.

En el río nos alcanza José Rodríguez de la Cruz, dirigente de la Asociación de Recolectores de Camarón de Lunahuaná – Pacarán, el conocido dirigente nos asegura que la recolección anual es de 100 mil kilos (100 toneladas), proveniente de 120 kilómetros del río Cañete donde el crustáceo logra desplazarse en su hábitat natural. “Hace poco capturamos un camarón de 42 centímetros con 450 gramos de peso. Ha sido el ejemplar más grande que se haya visto en el río Cañete”, comenta, al tiempo de dejar en claro que “en las mesas de Lunahuaná se seguirá sirviendo los más apetecibles platos en base a este preciado recurso”. Le tomamos la palabra. 

Antes se llegar al pueblo de Lunahuaná, en el kilómetro 38 se ubica la casa de las cremoladas más sensacionales de la zona. Doña Josefina Sánchez prepara esta exquisitez en base a frutas totalmente naturales. Hay cremoladas de uva borgoña, de lúcuma, de guanábana, de fresa y de chirimoya. Y para encender aún más la esencia de esta tierra, le agrega unas gotas de pisco. “Es el cariño que le ofrecemos a los visitantes”, nos dice con una sonrisa generosa. Y esto sí que es suficiente para recuperar la vitalidad.

Todo sobre rueda 

La mirada atraviesa la torre de la Iglesia colonial de Lunahuaná, a los cultivos ancestrales, y se detiene en sus arrugadas montañas, allí donde se respira aire puro. Montado en una cuatrimoto uno se puede echar a recorrer el espinazo del fundo San Juan. Unos 40 minutos es suficiente para contemplar parte de la campiña, y alejarnos en un pestañeo por los rincones de este valle que se complementa con prácticas de rapel, paseo en caballos, siempre recorriendo los parajes y al encuentro de formidables historias de vida.

La tarde de Lunahuaná llega con los siempre espirituales piscos y vinos. Es que estamos en la tierra del buen pisco y del exquisito vino. Doña Margarita Candela Rosado nos atiende en la vitivinícola “El Encanto del Cura”. Luego pasamos por la bodega “Santa María”. Y finalmente aterrizamos en “Los Reyes”. Sin palabras.

Confianza y placer 

Un lugar excepcional en la campiña de Lunahuaná -escondida entre los frutales del anexo de Catapalla y bajo el rumor del río Cañete- es La Confianza, una antigua bodega que data de 1908, cuyo propietario era don Máximo Rivas, pues se había ganado el buen nombre de “fabricación de vinos y aguardientes de uva”. Desde hace cinco años, la familia Zolezzi adquirió la añeja bodega y hoy es una de las más fascinantes por su atención y hospitalidad. “Aquí no atendemos clientes sino amigos”, nos dice Pedro Oré Masjuan, administrador de La Confianza. También le tomamos la palabra.

El almuerzo en La Confianza se basa en el festival de la trucha con entrada de tres cucharas: trucha en mango picante, trucha en vinagreta y alpacarras y causa de trucha a la leña. El plato de fondo llega con trucha marocoto, trucha chicharrona y de postre un delicioso mouse de mango. Simplemente exquisito.

La cena se centra en el festival del camarón con entrada de tres cucharas: camarones en jalea de rocoto, cebiche de camarones y camarones al ajillo. Y como platos de fondo sirven chupe de camarones y quinotto de camarones, y de postre son unas brochetas de fresa con chocolate. El equipo inspirador que domina la cocina lo conforman Cristel Chuquispuma, Mary Campos, Erick Curro y Miguel Razquin. Un soberbio engreimiento al paladar. 

La Confianza sigue creciendo en atención. Juan Pablo Zolezzi Velasco, nos comenta que actualmente están preparados para hospedar a 25 personas en total. Tienen 5 cabañas y 5 bungalows. También realizan circuitos turísticos de aventura: canotaje, canopy, bicicleta de montaña, cabalgata a caballo y cuatrimotos. Para qué más.

Montañistas de andenes 

De Lunahuaná río arriba se llega en cuatro horas a los predios de Laraos, uno de los 33 distritos de la provincia de Yauyos, que cuenta con aproximadamente 1,000 habitantes y unas 40 hectáreas de andenería de la época Wari. Y pese a ser preinca -la mayoría- siguen en actividad, pues son las ancestrales chaquitacllas las que se encargan de remover la tierra y producir quinua, maíz, habas, calabazas.

A primera vista, Laraos se encuentra montado sobre una colina. “Laraos tiene la forma de una pachamanca y es el único pueblo que se asienta sobre un río” nos ilustra Alcibiades “Che” Beltrán, guardaparque de la Reserva Paisajística Nor Yauyos – Cochas, y guía local de turismo. 

Esta tarde, un puñado de ciclistas de montaña llegó a Laraos. El gran César Ortega y sus amigos de Perú Bike, todos perfectamente entrenados, rigurosos y expertos en los caminos más torcidos de la alta montaña. Con sus cletas especiales que superan los 25 mil dólares llegaron hasta el lugar conocido como el Manantial de Laraopuquio. La altura aquí es de 3,700 metros sobre el nivel del mar. Los ciclistas descendieron entre los andenes, siempre se mantuvieron en equilibrio, obviamente hubo algunas caídas, algunos raspones, la adrenalina saltó al máximo. Así es este deporte extremo.

Luego, los cleteros pasaron por Chilca camino al puente Cusama. También hubo un momento para refrescarse con la catarata Yuncalara, que con sus 70 metros de caída es toda una reconciliación con la naturaleza y sus manantiales de vida. Estamos a 15 minutos del pueblo, el recorrido es ahora por la acequia, el mismo canal que sirve para la fiesta del agua de todos los años en el mes de marzo.  

Sabor yauyino

En el restaurante Sinchimarca, local administrado por la Asociación de Turismo de Laraos, el alcalde Abel Beltrán Santiago, nos recibe –junto con la generosas madres del lugar- con un bufet de los andes yauyinos: cebiche de trucha, trucha frita, arracacha, patache, cancha, yuyo, sanco, cholita, mazamorra blanca, mazamorra negra, mazamorra de calabaza, pushpo, olluquito con charqui, carapulcra con habas, café 4 semillas, chupe, picante de cuy, machca, y sus dos célebres comidas típicas como son el caldillo de carne de res y la pachamanca.

En esta misma mesa encontramos a Ruth Cueva Brañez, presidenta de la Asociación de Turismo de Laraos, recordada, también porque participó en Mistura 2010 con sus exquisitos pasteles de calabaza, de quinua, de maíz, de habas; además de mermeladas de sauco, huaroco y de calabaza. Dice que sólo Laraos produce unas 70 variedades de papas nativas. Y todas se cultivan en los magníficos andenes. 

Y claro que los andenes son espectaculares y que algunos están en procesos de recuperación. El burgomaestre comenta que al año reciben a unos 2 mil turistas, la mayoría procedentes de Suiza y Francia. Y por supuesto, cada vez hay más peruanos que visitan este pueblito maravilloso. Para quienes deseen hospedarse, el hotel comunitario cuenta con 4 habitaciones matrimoniales, 2 habitaciones familiares y 2 habitaciones simples. La noche cuesta 50 soles. Y en el hotel municipal la noche no pasa de 15 soles la cama. Se anuncia que para el próximo año se contará con 24 camas para atender al turismo. Este brillante crecimiento ha llevado a PromPerú a que promocione este destino por sus riquezas culturales, gastronómicas y de aventura. Buen viaje.

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