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Kenneth, desaparecido

A veinte años de la desaparición forzada de Kenneth Anzualdo Castro

Publicado: 2013-12-17


“Tú no tienes una tumba /porque eres como el viento.// Tú no tienes una tumba/ porque eres como el tiempo…” es el poema que Marly Anzualdo le ha escrito y recitado a su hermano, en varias ocasiones, para aplacar el horror al vacío que les ha dejado su desaparición: nunca habrá una tumba, solo una piedra con su nombre en el monumento El Ojo que Llora porque Kenneth, como quince mil personas más en nuestro país, es un desaparecido.

Kenneth Anzualdo Castro estudiaba Economía de la Universidad del Callao, cuando una noche del 16 de diciembre de 1993 un grupo de individuos interceptó el bus de la línea 19B que lo llevaba a su casa con la excusa de estar investigando el robo de un auto, bajaron del bus a una “supuesta” pareja de enamorados y a Kenneth. En realidad la pareja eran agentes del Servicio de Inteligencia. A Kenneth no se le volvió a ver nunca más. Tenía 25 años. Por declaraciones de Jesús Sosa, alias ‘Kerosene’, que Ricardo Uceda recogió en su libro Muerte en el Pentagonito, sabemos que Kenneth fue conducido al Cuartel General del Ejército donde fue interrogado, torturado y asesinado. Sus restos fueron calcinados en un horno habilitado para quemar cuerpos en uno de los sótanos del “Pentagonito”.

A pesar de la autoría de Sosa, no se trataría de un crimen del grupo Colina en tanto que este grupo ya estaba desactivado en diciembre del año 93. Según el abogado Víctor Quinteros, quien trabajó para la Procuraduría investigando este caso, se trataría de “miembros del Puesto de Inteligencia de Lima (PIL), integrado por miembros del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) […] Para la época en que Kenneth es detenido, el grupo Colina llevaba más de un año desactivado, su desaparición sería más bien atribuida a un grupo constituido dentro del SIE, uno entre otros bajo el mando del coronel Enrique Oliveros, hoy prófugo de la justicia”. Esto significa que, además de Colina, hubo otros grupos o subgrupos encargados de asesinar sistemáticamente a peruanos por el solo hecho de ser sospechosos de subversión.

El caso de Kenneth Anzualdo es uno de los más emblemáticos sobre el tema en nuestro país porque tiene una sentencia de la Corte Interamericana (2009). Cuando se llevó el caso a la corte, el Estado peruano adujo: a) que la desaparición era culpa de Sendero Luminoso y acusó a Kenneth de terrorista; b) quiso desacreditar el perito José Pablo Baraybar diciendo que solo daba “opinión” pero finalmente la Corte desestimó este pedido. Es decir, durante el gobierno de Alan García se intentó por todos los medios justificar esa desaparición forzada de manera burda e indigna. Por eso mismo, la familia Anzualdo ganó en la Corte.

Lamentablemente, este año 2013, hay otra resolución de seguimiento de la Corte en la que se señala que el Estado peruano no ha cumplido con esa sentencia. En julio de este año el Minjus cumplió, al fin, con las disculpas públicas por esta desaparición forzada. Faltan las reparaciones para la familia.

Como nos comenta el colega de Aprodeh, Jorge Abrego, el caso en el Perú se quebró una vez (por cambio de magistrados) y hoy se encuentra en juicio oral en la Base Naval del Callao, en tanto que uno de los acusados es Montesinos, así como Hermoza Ríos, Nagal Paiva y Oliveros. Por cierto, según el expediente de extradición, Fujimori “tenía dominio de hecho” de esta desaparición: sabía que Vladimiro Montesinos había estado ahí, en los sótanos del SIE, mientras Kenneth aún estaba con vida.


Esta kolumna ha sido publicada el 17 de diciembre en La República. 


Escrito por

Rocío Silva Santisteban

Rocío Silva-Santisteban Manrique (Lima, 1963) Escritora, profesora, activista en derechos humanos y políticamente zurda.


Publicado en

Kolumna Okupa

Artículos, kolumnas, reseñas de libros, poesía y reflexiones varias de Rocío Silva Santisteban.