ya acabó su novela

Quiero ser un buen cabro

asimilación. neoliberalismo. homonormatividad. anhelos de ser un cabro funcional

Publicado: 2013-12-17

El primo que se va a trabajar a los Estados Unidos durante sus vacaciones universitarias. “No tengas miedo, hijito, eres un ejemplo para todos”. La familia se reúne para despedirlo, es también su cumpleaños. “No cualquiera se va a trabajar allá, hijito. Eres parte de una élite”. La madre saborea un resabio de fracaso cuando repite, por enésima vez, que ha invertido cerca de 3 mil dólares para lograr que su hijo tenga el privilegio de tender las camas y limpiar los baños de algún hotel en el que vacacionan las familias gringas durante el invierno. “Lo importante es que experimente por primera vez la independencia”, afirma una tía. Independencia. Esa es una de las palabras que se lee en el folleto de la empresa que le consiguió el contrato al primo y que su madre sostiene mientras la lee a sus hermanas. Independencia, intercambio cultural, Mejorar tu inglés. El primo va a poner en práctica el inglés que ha aprendido en Lima desde niño. Es el cumplimiento de un destino. El destino de quien no solo pagó por aprender inglés, sino por la identidad de la cual ese idioma es apenas una parte. Modernidad, desarrollo, progreso. Mañana se va el primo. “Qué prácticos son los gringos, todas las entrevistas laborales las hacen virtualmente. Cuándo será el día en que eso ocurra acá”. Qué bello. Antes se tomaban la molestia de venir a colonizarnos. Ahora somos nosotros quienes pagamos por dejarnos ocupar.

el inglés te da poderrrrr

El primo tenía miedo de ir, pero sus reparos eran rápidamente neutralizados por la contundencia de palabras como modernidad, desarrollo y progreso. ¿Quién no querría participar de todo eso? Cuando el primo maricón y sanmarquino rechazó la propuesta de acompañar al primo heterosexual y estudiante de la Universidad de Lima en su viaje al primer mundo, nadie lo vio como gran cosa. Tras haberlo visto en tele nacional besando a otro hombre en la plaza mayor, la familia perdió las pocas ganas que tenían de “ayudarlo” a encaminarse. Es como, cuando niño, te dicen que te comas un plátano y nunca eliges el manchado, el “mosqueado”. Puede que lo de adentro sea lo mismo, pero en tus oídos suena la palabra mosqueado e imaginas que ese fruto solo puede contener algo asqueroso, algo que debe estar en la basura, pudriéndose. “Esa gente termina mal. Así empiezan y de pronto ya se han hecho transformistas y están prostituyéndose en la calle, contagiando sus enfermedades sin escrúpulos”.

el lado visible del colonialismo

Y si bien el rechazo de estos nuevos modos de colonialismo no se explica necesariamente como una coherencia con la cabritud como política, sucede que, en tanto cabro, poco importa que quieras asimilarte o no a la falacia desarrollista. No se gasta pólvora en gallinazo. Nadie pela un plátano mosqueado. O, al menos, este es el sentido común que orienta cierta visión sobre los marginales del sexo, sobre los marginales en general. Una visión que, sin embargo, no toma en cuenta nuevos modos de ocupación y de clasificación de los subalternos. Por un lado, se trata de una visión racista y clasista que desestima automáticamente las potencialidades que encerraría un marica desconocido, cholo y pobre, pero aplaude los talentos de afortunadas “excepciones” a la regla como Ricky Martin. Se trata, por otro lado, de una visión heterocéntrica en tanto desatiende los sutiles recursos que emplea el neoliberalismo para cooptar las, alguna vez subversivas, identidades LGTB con el fin de incrementar sus cifras de consumidores y policías.

Y es que, como el VIH, el neoliberalismo no discrimina. Cooptación: absorción de elementos asociados a la movilización social y la insurgencia como medio para evitar amenazas a la estabilidad del modelo dominante. ¿Extraña entonces que, en el Perú, sea la derecha la que actualmente se abandera como “defensora” de las vidas LGTB? Una izquierda empecinada en un paradigma anacrónicamente materialista, que sigue considerando las problemáticas de género y sexualidad como “vicios de la burguesía”, no podría, y no puede, hacer suyas las demandas básicas, y muy materiales, de miles de maricas y travestis que mueren interminablemente a causa de la epidemia del VIH, de miles de lesbianas que son violadas por sus familiares ansiosos de “corregirlas”, de miles de niños y niñas acosados hasta la muerte por sus pares, pequeños policías del género fabricados por la heteronorma globalizada. Dadas estas situaciones, ¿por qué le interesa a la derecha que, antes que el acceso a cualquier otro derecho, las maricas y lesbianas unan sus vidas y patrimonios del mismo modo que la mayoría heterosexual?, ¿con qué orden económico es coherente esta “defensa” de los “derechos” LGTB?

Lissa Duggan: “Las nuevas políticas sexuales neoliberales pueden ser denominadas como la nueva homonormatividad: se trata de políticas que no contestan a los presupuestos e instituciones heteronormativas dominantes, sino que los sostienen al tiempo que prometen la posibilidad de un colectivo LGTB desmovilizado y de una cultura LGTB privatizada, despolitizada, anclada en la domesticidad y el consumo. Esta nueva homonormatividad viene equipada con una retórica que recodifica términos clave en la historia de las políticas LGTB: la igualdad deviene en el acceso estrecho y formal a algunas pocas instituciones conservadoras, la libertad deviene en impunidad para la intolerancia y vastas desigualdades en la vida comercial y la sociedad civil, el derecho a la privacidad deviene en confinamiento doméstico y las políticas democráticas en sí devienen en algo de lo que mejor sería escapar” (The Twilight of Equality?: Neoliberalism, Cultural Politics, and the Attack on Democracy).

El activismo LGTB limeño actualmente se ha afiliado a la iniciativa “progresista” de la derecha, el proyecto de unión civil no matrimonial entre personas del mismo sexo. Por un lado, la situación sirve para descentralizar la discusión sobre la diversidad sexual, discusión comúnmente enclaustrada en los círculos de siempre, los de las locas y las feministas. Por otro lado, hay quienes ven en este proyecto un paso al frente en el rumbo al matrimonio igualitario. Se habla de transformar el matrimonio desde adentro, una vez que se haya accedido a él, y eso solo me recuerda cierta rancia y eurocéntrica idea que afirmaba que en Latinoamérica no existirá un verdadero socialismo ya que, hasta la actualidad, no ha habido una apropiada industrialización de la región y, por ende, una crisis capitalista que dé paso a la revolución. ¿Es que una transformación radical de los escenarios de opresión tiene que repetir los procesos de otros contextos? Las activistas están al tanto de estas situaciones. De ahí que sea inaceptable empatar una lucha contraneoliberal con la asimilación a una identidad importantísima para la prolongación del sistema.

Frente al cuerpo marica y su deseo, la ocupación imperial, material y subjetiva, se traviste. Por algún lado tiene que agarrarte. Y no es que los maricas seamos difíciles de agarrar. Ser marica o lesbiana, al fin y al cabo, no es condición de lucidez política.


Escrito por

Max Lira

toda cubierta de arenas y de ritos


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