#ElPerúQueQueremos

EL CÓNDOR PASA

100 años de su estreno 

Publicado: 2013-12-30

Por: Jinre Guevara Díaz.

El diecinueve de diciembre de 1913 se estrenó por primera vez en la ciudad de Lima la zarzuela “El Cóndor pasa”. El acontecimiento tuvo lugar en el Teatro Mazzi ubicado por entonces en la Plaza Italia, en el viejo distrito de Barrios Altos. Los autores de esta emblemática obra peruana fueron los maestros Daniel Alomía Robles (música) y Julio Baudouin (libreto).

Según indagaciones realizadas por algunos estudiosos en el tema, se sabe que esta obra tuvo gran éxito desde su estreno logrando mantenerse “en cartelera” por buen tiempo, generando comentarios de admiración en las crónicas y publicaciones especializadas de la época.

Con el transcurrir del tiempo, luego del éxito y del periodo de haberse mantenido en escena, la obra completa fue quedando finalmente en el olvido y nunca más volvió a montarse. No obstante lo señalado y como consecuencia de la apreciable belleza de su contenido musical tanto como literal, algunos de sus fragmentos orquestados permanecieron grabados en la memoria colectiva de los años que siguieron, y de ellos, se destacaron principalmente los que correspondían al Preludio, identificado también como Yaraví (género derivado del Qarawi), el Pasacalle o danza, y la Qachwa (género precursor del huayno) todos ellos, de gran belleza melódica. Los géneros mencionados, aislados ya del contexto general de la obra, siguieron difundiéndose indistintamente por parte de diferentes músicos populares tanto de Perú como de latinoamérica.

Cual cóndor que asoma lejano desde la inmensidad de los cielos y luego de cien años de su primer estreno, esta maravillosa obra logró volar hasta nuestros tiempos con su mensaje de libertad y de justicia. El argumento que la conduce en su esencia contiene una reflexión crítica bien lograda contra determinado tipo de prepotencia y soberbia de quienes se sienten con derecho a dominar por sobre la voluntad de otras vidas amparándose en la fuerza de su poder económico. Tales vivencias son reflejadas de manera elocuente en esta producción. Por otro lado, subyace en su propuesta la capacidad de indignación humana como acto dignificador, lo mismo que el orgullo por la tierra donde se nace y la necesidad de liberarse de la mala herencia colonial. Todas estas virtudes humanas se afirman en el espíritu tierno y nunca resignado de un joven como Frank, quien encarna la reflexión crítica social de esta zarzuela. No es difícil imaginar que esta bella obra debe haber significado una propuesta revolucionaria en el tiempo de su estreno (1913). La abierta denuncia social que plantea es perfectamente contrastable con la realidad de su momento y es casi seguro que ha de haber causado incomodidad a una parte significativa de aquella Lima de comienzos del siglo XIX con una fuerte herencia colonial, pero sobretodo, a una aristocracia que lo que menos hacía era pensar en un Perú total, con reconocimiento de sus dueños originarios. En estas últimas reflexiones, tal vez se encuentren alguna de las objetivas razones por las que luego de su inicial estreno no tuviéramos más noticias de su difusión, así como de ninguna política oficial, hasta nuestros días, que se interesaran por brindarle el sitial y reconocimiento que esta obra merecía integralmente.

La zarzuela El cóndor pasa ha tenido el gran mérito de abrir las páginas de una parte de nuestra historia que ha sido objeto de postergación, de invisibilización, de olvido muchas veces interesado, para mostrarnos las heridas de un Perú que hasta hoy, lamentablemente, arrastra el demérito de no pensar con voz propia en muchos aspectos; la obra pone de manifiesto también la prepotencia de un sistema “oficial” que suele ignorar las voces del interior y que cede ante la imposición de poderes que no toman en cuenta la vida, sino la rentabilidad ciega y el usufructo desmedido que termina por agredir tanto a personas como a nuestra pachamama. Dentro de su belleza musical, dramática y literal, El cóndor pasa nos confronta hoy mismo a nuestra propia trágica experiencia de vida como país, vivencia de la que tal vez muy poco o nada hemos aprendido aún, cuando de defender la dignidad y la vida se trata.

Argumento

Los andes de la sierra central de Perú, en la comunidad de Yapaq, ubicada en la región del Cerro de Pasco, es el escenario donde confluyen los acontecimientos. Mr. Mc. King y Mr. Cup son los dueños de una mina donde bajo condiciones de semi esclavitud y al interior de los socavones, cumplen sus duras jornadas de trabajo los comuneros lugareños bajo la empuñadura de la pistola y el látigo del patrón. No obstante las condiciones adversas, algunos lugareños creen ser “bendecidos” con la oportunidad de trabajo: la supervivencia se confunde con la injusticia a la que son sometidos. Frank (representado por el actor Percy Pinto Ávila) es el muchacho quien no entiende tanta humillación; él se siente dueño de sus tierras, orgulloso heredero de su historia y del fruto que sus manos producen; identifica a los patrones como invasores y falsos amos de estas tierras. Su espíritu tierno, sensible y con gran sentido crítico, se revela, reflexiona y no se conforma con hacer más ricos a los extranjeros con su trabajo sacrificado. Los verdes campos son rememorados en sus horas de soledad, con nostalgia, como esperanza de un futuro mejor frente a la sequedad de las rocas que día a día es obligado a resquebrajar para sacar el mineral. Pero el joven Frank también se siente extraño en su fenotipo, él es notoriamente un “indio con cabellos que brillan como el oro”, pero al mismo tiempo, se muestra orgulloso de haber nacido en los andes que lo cobijaron desde niño. Por otro lado, Higinio (representado por el gran Reynaldo Arenas) es el mayor de los comuneros, el más antiguo obrero de la mina y esposo de María (personaje encargado a Martina Portocarrero). Higinio descubre finalmente que fue engañado toda su vida por María y se venga asesinando al culpable de su orgullo y amor lastimado: Mr. Mc. King. 

Enterado de la muerte del patrón, el joven Frank descubre en ese mismo momento que es en realidad hijo del patrón Mr. Mc. King y de María; María, una campesina que de muy joven fue obligada a ceder al acoso de Mr. Mc. King; la turbación, la impotencia de Frank al descubrir la verdad, se hace incontenible. Mr. Cup, el otro patrón, decide entonces tomar el lugar de Mr. Mc. King, pero Frank, endurecido por las adversidades que sufrió en vida y ante el dolor de la verdad oculta durante tanto tiempo, se rebela y con sus propias manos también da muerte a Mr. Cup. Librarse del yugo explotador de los dueños de la mina, del maltrato de los invasores, de la oscuridad del socavón que destruye las entrañas de la madre tierra y la vida de los comuneros, se constituye entonces en un acto redentor, de esperanza, en una especie de descarga de la impotencia contenida, de dignificación de la conciencia por siglos coaccionada. Finalmente, como signo de liberación y después de mucho tiempo, un cóndor vuela por los inalcanzables y ahora despejados cielos del Cerro de Pasco. Un extraño ambiente de regocijo y esperanza se apodera entonces de la geografía como señal de nuevos tiempos, de libertad, de justicia; los comuneros sienten ahora (ya sin patrones) que podrán forjar una nueva vida. Los falsos dueños de estas tierras ya no mandan más, los comuneros sienten que pueden respirar hondo y mirando al cielo exclaman cargados de emoción a una sola voz: “Todos somos cóndores... todos somos cóndores!!”

Reconocimientos

Luego de cien años de su estreno y gracias a una iniciativa esencialmente de carácter personal, la zarzuela El cóndor pasa vio la luz nuevamente y fue puesta en escena los días 14, 15 y 16 de noviembre de 2013 en el teatro de la Universidad Nacional de Ingeniería de Lima. Los encargados de llevar adelante esta temeraria y encomiable tare, fueron los señores: Mario Cerrón Fetta, principal gestor e impulsor de este proyecto y persona en quien reconocemos su indesmayable empeño para este reestreno; don Mario Cerrón tuvo entre sus responsabilidades la organización y monitoreo de los diferentes trabajos,  así como la recopilación de información histórica y establecer las interrelaciones necesarias con personas e instituciones para la organización de la información tanto musical como bibliográfica (muchas veces fructíferas y otras tantas, infructuosas, por desintereses de ciertos sectores) todo ello (hay que decirlo con justicia) significándole incluso importantes esfuerzos de orden económico y personal que nunca escatimó para concretar con éxito este caro anhelo; quienes conocemos de su trabajo, sabemos bien que su entrega para la conmemoración de este centenario no constituye una novedad, sino que, es el reflejo de la consecuencia y constancia en su ya conocida pasión por la afirmación de la cultura musical tradicional de nuestra patria.

Como segundo artífice de este proyecto estuvo el músico Luis Alberto Salazar Mejía, reconocido cultor de nuestra música tradicional quien tuvo entre sus responsabilidades la recopilación de información tanto histórica como musicológica; a él se debe la reconstrucción de las melodías y cantos contenidos tanto en las partituras originales como en los diferentes registros literales, documentos a los que acudió hurgando en las memorias y anaqueles extraviados del tiempo, con el único propósito de concretar un trabajo con la mayor objetividad y rigurosidad posible. Su tarea se vio multiplicada con la conducción de los ensayos de músicos y actores para el reestreno final. 

A todo lo descrito, se debe agregar, el sinnúmero de obstáculos, trabas, adversidades y actos poco colaborativos con los que estos dos apreciados personajes tuvieron también que enfrentarse en el camino.

El trabajo que don Mario Cerrón Fetta y don Luis Salazar Mejía llevaron adelante incluyó también la felíz idea de producir la grabación digital del audio de la zarzuela El cóndor pasa con los cantos y música de la obra completa. Como resultado de este invalorable trabajo adicional, se editó un Disco Compacto realizado con músicos, actores y cantantes; un registro digital de suma importancia al que se acompañó la publicación de un libro conteniendo el libreto original (guión) de la obra.

El equipo que finalmente conformó la nueva puesta en escena de la zarzuela El cóndor pasa a cien años de su nacimiento, tuvo entre sus integrantes a uno de los más consagrados actores peruanos, el señor: Reynaldo Arenas (un verdadero lujo) quien con desprendimiento, compromiso y extraordinario profesionalismo asumió generosamente el encargo de representar a Higinio (el más antiguo campesino y obrero minero de la obra). 

Otro de los personajes conmovedores de esta producción que encarna de manera bella la juventud, ternura, rebeldía, orgullo y el tan necesario sentido crítico, estuvo a cargo del joven actor Percy Pinto Ávila quien asumió el papel de Frank; sencillamente, protagonista de una actuación genial.

Sería en verdad extenso detallar cada uno de los roles asumidos por todos los actores, músicos y cantantes que participaron en el reestreno de esta obra, no obstante, deseamos manifestar a cada uno de ellos nuestro reconocimiento por la entrega y el compromiso para culminar esta puesta en escena. Testimoniar de igual modo la consideración a la Orquesta Sinfónica Daniel Alomía Robles conformada por diferentes músicos de Lima, así como a quien dirigió la misma, el maestro: Wilfredo Tarazona Padilla. En esa misma línea de desprendimientos, reconocer la participación destacada de los miembros del Teatro Universitario de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos a cargo de Augusto Cáceres Álvarez, quien tuvo la responsabilidad del trabajo actoral, lo mismo que al grupo de teatro Pucayacu; de igual modo, dejar testimonio de gratitud a la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), casa de estudios que ofreció las instalaciones del Gran Teatro del Norte ubicado al interior de su ciudad universitaria. A todos los mencionados y a otros quienes se sumaron con cada acto contributivo para hacer realidad este trabajo, nuestra gratitud.

Demás está decir que, oficialmente, ni desde el Estado peruano, ni desde ninguna institución educativa, mucho menos comercial, tanto del ámbito público como privado, se hizo nada trascendente para conmemorar el centenario del nacimiento de EL CÓNDOR PASA, tal vez la obra musical peruana más representativa de nuestro país a nivel mundial. Reflexión, así somos, así estamos, lamentablemente. 

Final

A cien años del estreno de la zarzuela El cóndor pasa (1913-2013) deseamos culminar estas líneas diciendo con emoción: gracias a quienes fueron sus creadores originarios: Daniel Alomía Robles y Julio Baudouin. Gracias a los que hicieron posible la oportunidad de verla nuevamente a cien años de su estreno. Gracias por el orgullo que nos embargó apreciar lo valioso de su contenido, gracias por la lección que nos deja, por plantearnos en estos tiempos el reto de proponer, crear y producir obras que hablen de nuestra realidad como país, de nuestros gestos esenciales, de nuestras propias sonrisas y lágrimas, de nuestras vivencias, sin ignorar, ni cerrar los ojos y oídos a ese Perú que late con urgencia desde lo recóndito de su alma integral, total; gracias por invitarnos a valorar la libertad en su más humano sentido, para que seamos como cóndores.


Escrito por

Jinresocialarte

Hijo de padres, abuelos y bisabuelos Cajamarquinos, bella tierra norteña que llevo en la mente y el corazón, junto a la patria toda.


Publicado en

Jinre

Otro sitio más de Lamula.pe