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"La defensa de la cultura quechua  es un hecho político"

Lo andino se reproduce, transforma, recrea, debilita y fortalece, al mismo tiempo, en Lima y en distritos como Villa El Salvador y San Juan de Miraflores, dice antropólogo Rodrigo Montoya.

Publicado: 2014-03-02

“Al inmenso pueblo de los señores hemos llegado y lo estamos removiendo. Con nuestro corazón lo alcanzamos, lo penetramos; con nuestro regocijo no extinguido, con la relampagueante alegría del hombre sufriente que tiene el poder de todos los cielos, con nuestros himnos antiguos y nuevos, lo estamos envolviendo. Hemos de lavar las culpas por siglos sedimentadas en esta cabeza corrompida de los falsos wiraquchas, con lágrimas, amor, o fuego. jCon lo que sea! Somos miles de millares, aquí, ahora. Estamos juntos, nos hemos congregado pueblo por pueblo, nombre por nombre, y estamos apretando a esta inmensa ciudad que nos odiaba, que nos despreciaba como a excremento de caballos. Hemos de convertirla en pueblos de hombres que entonen los himnos de las cuatro regiones de nuestro mundo, en ciudad feliz, donde cada hombre trabaje, en inmenso pueblo que no odie y sea limpio, como la nieve de los dioses montaña donde la pestilencia del mal no llegue jamás...” José María Arguedas. ‘A nuestro padre creador Túpac Amaru’.

Para el antropólogo Rodrigo Montoya, por el masivo fenómeno de la migración andina hacia Lima entre 1940 y la actualidad, la cultura quechua se reproduce, transforma, recrea, debilita y fortalece, al mismo tiempo, en Lima y en distritos como Villa El Salvador y San Juan de Miraflores. En el caso de la primera generación de migrantes –dice– la cultura quechua en Lima se reproduce parcialmente y se recrea. En el caso de la segunda y tercera generaciones (hijos y nietos de la primera) la cultura quechua tiende a perderse y solo se reproduce fragmentariamente, cuando los hijos y nietos a pesar de no hablar la lengua se identifican con la cultura; particularmente con la música, el canto, la danza y la espiritualidad. La defensa de la cultura quechua –añade– es, en sí misma, un hecho político.

fotos: gianmarco castillo


¿Cuál es la situación actual de la cultura quechua?
Hay una voluntad política de afirmación del quechua, que no había hace 30 años. Porque ahora hay movimientos políticos indígenas en el mundo, en América Latina, en los países andinos… Hay un peso significativo de Bolivia, Ecuador … Han aparecido tendencias, grupos, personas, movimientos, con gran espontaneidad de un lado, con un mínimo de presencia de ONG, de apoyos de aquí y de allá, para reivindicar la lengua, cultura, tradiciones, comida, lo textil, la vida espiritual, en fin… Para ir recogiendo y volviendo a recuperar lo que aparentemente se estaba perdiendo o ya se había perdido. Eso es algo nuevo.
Pero aún hay las tendencias del pasado...
Sí. Por ejemplo, lo andino no pasa por la televisión. El interés de los grandes dueños de medios de comunicación no pasa por el quechua, no pasa por la cultura peruana, no. Para ellos lo que importa es la ganancia. Punto. Cualquier otra cosa es un discurso hueco y vacío. A mí me encantaría que RPP –con toda la publicidad que tiene y todo el viento que se da– tuviese una hora de música andina entre las 12 y la 1 de la tarde. O tuviese un programa de música criolla entre las 8 y las 10 de la noche. Si los medios tuvieran eso, yo estaría inclinado a pensar que hay una transformación profunda. Si La República, o El Comercio, o cualquiera de los periódicos le dedicase las páginas centrales de los sábados y domingos para ver que está pasando con el folclor, con la música andina, indígena, amazónica, costeña… sus tendencias, sus figuras… Los que somos defensores de todo esto somos cuatro gatitos, estamos en espacios minoritarios… pero eso es lo que hay. Y es en ese contexto que actuamos, intervenimos y decimos las cosas que podemos decir. Hay, por lo tanto, expresiones de una gran vitalidad, de crisis, de contradicciones… pero la realidad es esa. No es homogénea. Ni es todo destrucción ni todo maravilla. Es esta tensión de tendencias y juegos que están ahí, y que uno debiera ver en toda su dimensión para tener más o menos una idea de lo que está pasando. 
En Lima cada vez tenemos más migrantes y lo andino se mezcla, se superpone, pero no hablamos de cultura quechua...
Me voy a servir de un ejemplo en boga. ¿Qué sería de la gastronomía peruana como gran fenómeno, sin todos los productos andinos? El problema es, como siempre, el patrón colonial de poder sigue en pie. Y entonces, los pueblos del país ofrecen la historia, lo suyo, lo que se hizo en miles de años, las plantas que se domesticaron, los amazónicos que tenemos cerca de mil años, todo eso va a ser capitalizado por emprendedores que se van a servir de todo eso para hacer empresas y tener ganancias comerciales. En eso estamos. Pero una persona como Gastón Acurio, que es suficientemente consciente del proceso, y a diferencia del resto, él valora y hace lo posible éticamente con abrir un espacio dentro de lo suyo a aquello que ha recibido del país. Eso es lo que está empezando a pasar. Y lo que debiera pasar es que se les ponga etiquetas a las cosas que están ocurriendo. A los tejidos, modas. Ha aparecido alguien como Mario Testino, que tiene un mérito, ha hecho un desfile de modas con los trajes típicos andinos, sin alterarles nada. No es el espíritu de “Ellos & Ellas “, porque para llegar ahí hay que estilizar, modernizar, hay que quitarle el cuajo la fibra y al esencia de las cosas y ponerle un cinturón, un chullito y ya la gente parece andina. O hay que despojar a la artista huantina Magaly Solier, sacarle todo, que no hable, que no cante, que se vista con un vestido largo de fiesta estilo Miami. Que le hagan una construcción con su cabello… pero ella no puede esconder ni su rostro ni sus rasgos andinos. Y entonces, esta forma de la hipocresía estructural del país es “vamos a abrirle un espacio a los focos indígenas del país, pero lo vamos a hacer quitándoles su esencia y convirtiéndolos en figurinas como si fuéramos nosotros”.
¿Cuánto nos falta para que el pueblo sea reconocido como es? ¿Para que la entrada en la TV no suponga el costo de transformarse, de dejar de ser lo que se es y parecer lo que no se es?
Esa es una tarea pendiente. La identidad indígena significa una unión con la naturaleza y un profundo respeto a la misma. Nada más maravilloso en la cultura quechua que eso. La tierra es nuestra madre. No es una diosa. Y comemos por ella, gracias a ella. Y el cerro y el agua son nuestros padres, porque gracias a ellos comemos, y tratarlos con cariño, agradecérselo. Pedirle un poquito más. Esa relación de cariño y respeto con la naturaleza la tienen la cultura quechua, indígena, amazónica; la cultura occidental no. Tiene lo contrario. El desprecio, rabia y cólera. A la naturaleza hay que oprimirla, romperla, transformarla. Los ingenieros se forman para entrar y romper los cerros. Para sacar carreteras de aquí y de allá. Y hay un huayno de mi tierra que es precioso. Dice: “Expreso Puquio Pérez Albela, ¿a dónde me estás llevando? Los ingenieros vinieron, rompieron toda la ecología e hicieron una carretera. ¿A dónde me estás llevando? Mientras me aferro a las piedras y a los árboles, me estas llevando”. Hay otro verso maravilloso que dice: “Ingeniero carretero, enemigo de las piedras y de los árboles”. Ahí tenemos dos concepciones profundas. La cultura quechua es el sentido de la reciprocidad, “te doy, me das”. “Lo que yo te doy ahora me los vas a devolver más tarde; no te voy a dar dinero ni tú a mí. Vamos a hacer simplemente un intercambio entre iguales.” Y son ideales de sociedad, no son prácticas universales, no hay sociedad en el mundo que realice todos sus ideales. Todas las sociedades del mundo tienen normas, y sueños e ideales y tienen prácticas contradictorias donde esos ideales se cumplen, o no. En la lógica quechua, indígena, amazónica, la base es el concepto de reciprocidad. Darle al otro lo que necesita, pedirle a quien tiene lo que nos hace falta, y devolverlo y tratarnos como iguales. Ese principio de horizontalidad, de respeto a la naturaleza y de reciprocidad es una esencia andina.
Otra esencia es la concepción del trabajo ligado a la fiesta…

El trabajo capitalista es un trabajo como el de la esclavitud. Es un trabajo de rabia, amargura, con capataces y policía. El trabajo andino es con fiesta. Se va a sembrar y se hace una fiesta, se va a cosechar y se hace una fiesta. Se construye una casa para los amigos, familiares, la novia… y al terminar, se hace una fiesta. Fiesta, alegría, el canto, la música son parte de la vida. El Perú sería un país infinitamente más amargado si no tuviéramos las fiestas que tenemos en los pueblos. José María Arguedas decía “que no tengamos rabia en el corazón”.  

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Escrito por

ALBERTO ÑIQUEN G.

Editor en La Mula. Antropólogo, periodista, melómano, viajero, culturoso, lector, curioso ... @tinkueditores


Publicado en

Redacción mulera

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