Efraín Aguilar, productor de una serie de televisión, dijo en el transcurso de la semana que tolera a los homosexuales y la unión civil, al igual que tolera a los fumones, las posiciones, las religiones y el calor. Sí, el calor, las altas temperaturas. 

Efraín Aguilar, evidentemente, está equivocado. Y lo está porque la tolerancia entre personas no es posible. O no por lo menos desde su perspectiva.

Uno no puede comparar la tolerancia hacia una persona con la tolerancia hacia las ideas ajenas. La primera de estas inicia con un reconocimiento de igualdad. Si no reconocemos que todas las personas somos iguales bajo las mismas circunstancias, no podemos hablar de tolerancia, porque entonces esta se convierte en algo gaseoso, etéreo, que se reduce a un acto magnánimo de condescendencia desde el correcto y mejor hacia el incorrecto y peor. Esto, entre personas, es imposible. Y lo es porque, como dije, no hay algo que nos haga valer más que los otros. No somos tolerantes con las personas porque estas sean diferentes a nosotros, sino porque son iguales y por ello reconocemos que pueden tener ideas distintas, pero ellas permanecen inalterables. Y sobre la base de dicha igualdad, reconocemos también que todas las personas somos sujetos de derecho en igualdad de condiciones. Si tan solo somos humanos, todos tenemos los mismos derechos. Las diferencias se verán de acuerdo a las circunstancias en las que cada una se desarrolle, mas no en las características que le vienen dadas.

No podemos no estar de acuerdo con la naturaleza de las personas, porque eso nos lleva a suponer que estas son diferentes, en sentido jurídico, a uno por algo que es tan personal y natural como el color de piel, de ojos o la textura de sus cabellos. Hacerlo nos llevaría a pensar que estas características son erradas o que las características personales y naturales nos hacen diferentes, lo cual debe reflejarse en los derechos. Sucede con el discurso racista, homofóbico, xenofóbico y misógino.

Tolerar es aceptar; aceptar que la posición del otro es tan válida como la nuestra, que puede incluso que sea mejor o que nosotros seamos los errados [1]. Por eso es que podemos admitir la tolerancia frente a las ideas ajenas, mas no frente a las personas, porque estas no son correctas o incorrectas, lo son sus actos o ideas, pero las características personales ajenas son tan humanas como las propias.

No toleramos sintiendo pena o lástima, sino reconociendo que esa persona es igual a nosotros y por ende puede estar igual de equivocada que nosotros.

Por tanto, no resulta correcto afirmar que no estamos de acuerdo con el otorgamiento de derechos bajo la premisa de que una característica personal y natural nos hace diferentes ante la ley. No podemos no estar de acuerdo con la homosexualidad, pues esto nos llevaría también a replantear nuestra posición respecto de la heterosexualidad y en cuestión de derechos no hay posiciones, ni ideologías, sino mínimos exigibles para una convivencia en armonía e igualdad.

Finalmente, resulta irónico que el señor Aguilar afirme que no está de acuerdo con la unión civil y que no hace apología a la homosexualidad, mientras que en su programa se hace apología a los prejuicios [2] y se aprovecha este tema para reforzar la homofobia de la sociedad peruana.

[1] “Tolerancia quiere decir, simplemente, aceptar la posibilidad del error en las convicciones propias y de verdad en las ajenas.” http://www.larepublica.pe/columnistas/piedra-de-toque/liberales-y-liberales-26-01-2014

[2] Para muestra unos capítulos: 

https://www.youtube.com/watch?v=SpHnURiGLHs

https://www.youtube.com/watch?v=itU65EUnXFw