Hay quienes dicen que son ‘prisioneros’ de un área chica, de un arco carcelario que los limita espacial y temporalmente a estar debajo de tres palos y una red. Sí, una red que los captura y los reduce a una función poco ensalzada, desapercibida por la prensa especializada cuando ellos aciertan y prácticamente destrozada cuando ellos fallan. No destacan en los titulares, reseñas o resúmenes de jugadas exitosas. Opacados por delanteros, defensas o mediocampistas de lances despampanantes, dribleadas versallescas y épicos goles, los arqueros, porteros, guardapalos, guardametas, cancerberos, ‘golquipers’ o como quiera que se les llame serán aquellos que lleven en su espalda la delgada línea del éxito o fracaso. No hay homenajes, balones de oro (sólo uno, para un arquero, en más de 50 años de historia de este premio), monumentos, placas. Sólo la soledad de un área chica.


EL CONDE DE MONTECRISTO Y EL ARQUERO

Desde la última década del siglo XX está área se expandió para los arqueros, ya algunos porteros habían ensayado períodos antes el desahogo que los limitaba a un espacio, pero fue en los años 90 que creció y se consolidó la figura del arquero de área, aquel que –como el Conde de Montecristo- escapa del Castillo de If que significan sus travesaños y encara el área grande y a los contrincantes, incluso traspasando el mediocampo. Sin embargo, esto agrava más su posición. Dejan el nido seguro donde pueden jugar con las manos, para limitarse a los pies. De nuevo: el sino de pasar de Eros a Tanatos es latente en un arquero. Pero como el oscuro personaje de Dumas, el portero de área lo hace por venganza. La revancha la monta contra la norma y los otros jugadores, sobre todo con los contrincantes, los Danglars, los Villefort y los Mondego que como perros de caza desean la muerte traducida en el yerro que es el gol en su valla, el encierro futbolístico que significa esa prisión de If que es el arco.

...(el) arquero de área, aquel que –como el Conde de Montecristo- escapa del Castillo de If que significan sus travesaños y encara el área grande y a los contrincantes, incluso traspasando el mediocampo.

Más allá de sus cualidades físicas, estatura, fuerza, habilidad, control de la geometría del arco, reflejos, ubicación espacial, etc. veamos el perfil emocional, sobre todo del mentado arquero de área ¿Quién es este personaje? ¿Dónde se originan esas capacidades que deben de tener para enfrentar y sobre todo superar el fracaso? ¿Son los ‘asperguer’ de la cancha? ¿Son tan presumidos y soberbios que no les importa el fracaso si traspasan el exilio del área chica? ¿Son locos pomposos que no les importa si aciertan o no? Sólo la venganza, sólo el Conde de Montecristo de esplendorosos guantes de espuma.

brumosa levedad: el arquero y su solitario oficio. foto: dailyasylum.


LLÁMAME JUGADOR, NO ARQUERO 

En una ocasión, cuando el ‘pequeño gran’ arquero mexicano Jorge Campos militaba para el millonario equipo Tigres de la Universidad Autónoma de Nuevo León, le preguntó al entrenador del combinado: “Profe, ¿no es verdad que atajo bien porque soy un buen centro delantero?”.

Esto resume un poco qué es un portero de área. Es un loco, un excéntrico. Queda claro.

La teoría, el ‘libro’ nos dice que existen arqueros atajadores, descolgadores, achicadores, rastrilladores y recortadores. La conjunción de estas características haría un guardameta ‘completo’, sin embargo, la limitación surge cuando este tipo de arquero se queda en su área. No está mal. Debe de hacerlo, por algo es portero.

del éxito al fracaso un paso: espectacular "memo" ochoa en delirante celebración con el "piojo" hernández, mueca incluida. foto: redditian.

Un arquero de área va más allá. Del área chica se entiende, de la raya, porque el llamado ‘arquero de raya’ es la antítesis del guardameta de área que en suma es aquel portero que no se conforma con cuidar los tres palos. Éste trasciende porque se hace parte del juego, si lo marginan por vestir distinto, llevar un dígito o guarismo bizarro en la espalda, calzar guantes, él –entonces- porfía y reclama un puesto en la cancha, en la gloria. No es el muchacho poco habilidoso y prolijo en dominio de balón, que en su infancia era desterrado al arco en la canchita del barrio o de la cuadra, sea por debilucho o rollizo incluso por tímido.

No obstante a esa solitaria infancia, él mismo –el portero de área- se considera un error, una falla, una anomalía, un hoyo negro en el pequeño universo que es el verdor del campo. Transgresor, agresivo, orate…no le interesa. Menos le importa que tenga aptitud, resistencia, velocidad, fuerza, salto, dominio…lo suyo es la autoestima, andar contra la ley. Desde que son los únicos –de entre 22 participantes del juego- con permiso de tomar el balón con las manos, ya se consideran distintos. 

No obstante a esa solitaria infancia, él mismo –el portero de área- se considera un error, una falla, una anomalía, un hoyo negro en el pequeño universo que es el verdor del campo.

Su amoralidad, cinismo o desparpajo los lleva a considerar una potente y sólida capacidad de tolerar la frustración traducida en un error fatal: en el gol en su portería. De ahí que ellos son un traspié, un desliz porque ellos mismos pueden ser el tanto en contra de su propio equipo. Pero no les interesa. Superan esa valla. ¿Por qué? Porque leen mejor que cualquiera de sus compañeros el juego, lo entienden más que un perito y experimentado entrenador y gritan al resto del combinado no desde fuera, como instructor o espectador, vociferan a los defensas, mediocampistas y delanteros desde dentro. Son estrategas en un tablero de ajedrez, el resto, peones.

Su amoralidad, cinismo o desparpajo los lleva a considerar una potente y sólida capacidad de tolerar la frustración traducida en un error fatal: en el gol en su portería.

El fenómeno del arquero transgresor se dio más en América. La antropología física o social, la economía, la sociología y la historia podrían tentar una explicación. En América no somos de leyes, ¡no somos Suizos vamos!, convivimos desde que el continente se independizó con la pobreza, la hiperinflación, el terrorismo, las cruentas dictaduras, los caudillos, la desigualdad y gazapos de revoluciones; por eso nos gusta contravenir el establishment. Está bien, no es una virtud, pero nos gusta el desorden, el saltar la empalizada de la corrección, el superar el dictado de manual e ir en búsqueda de la aventura, del improviso, del engaño, de lo informal, la novatada, la heterodoxia. En Europa –salvo el reciente y raro espectáculo del guardameta alemán Manuel Neuer- estamos acostumbrados a ver porteros de raya, que no dejan la prisión en disciplinado rictus que hizo de un Jens Lehmann en el Mundial de Alemania 2006, atajar penales frente a Argentina en cuartos de final con estadística y quirúrgica instructiva escrita en un papel donde se anotó los nombres de los jugadores argentinos y la tendencia de éstos de patear hacia un lado u otro; un Bodo Illgner que nunca descolgó tan siquiera un balón pese a sus casi dos metros de estatura. Sergio Goycochea, años antes, en Italia 90 atajaría penales para Argentina como se cambiaba de ropa interior en su faceta de modelo, pero lo haría con sabor a lunfardo, a esquina, encomendándose a la Virgen de Luján y cómo no, a la suerte.


alemania 2006: papelito mandó para lehmann en cuartos de final. foto: jakemountain


PRIMEROS COMBATIENTES

Aquí una reseña de los porteros de área más emblemáticos, iconos de aquel Conde de Montecristo, de la alegre anomalía que significa ser portero de área:

Amadeo Raúl “Tarzán” Carrizo Larretape (1926 - ), argentino. Quizás fue el “primero”, el vanguardista de salir del área. Brilló en River Plate y en el Mundial de Suecia 1958. Acuñó la frase: “…los porteros son como los toreros, tienen que serlo y parecerlo”. Cosa curiosa, jugó como refuerzo para el Alianza Lima en el año de 1969 en un partido amistoso contra el Dinamo de Moscú donde participará en el otro extremo, el famoso Lev Yashin. En el vídeo, Carrizo explica de que para él era un arquero de área:


Lev Ivánovich “la araña negra” Yashin (1929 – 1990), ex Unión Soviética. Considerado como un arquero completo, pese a su tamaño extremo y peso impresionante llegó a despuntar fuera del área chica. El hilo que cose aleatoriamente los girones de la vida lo encontró en una fábrica de metales donde Yashin trabajaba de tornero. Siendo arquero de hockey (sobre hielo) de la factoría, la casualidad lo llevó al fútbol por no tener la planta un reemplazo en el equipo de balompié. Imaginemos atajar una pequeña bola de hockey, ahora hagamos el ejercicio de detener un balón: es lógico que Yashin tuviera éxito en esto último. Además de ser uno de los pioneros del área, fue precursor en el uso de las prendas negras para atajar. El negro no ayuda al delantero a demarcar la distancia y posición del arquero. Es un camuflaje estratégico el color. Motejado como “la araña negra” no sólo por el oscuro de las prendas sino por su agilidad, Yashin es el único arquero en el salón de la fama del Balón de Oro al recibir la presea en 1963. Aquí, en la toma un tributo a Yashin con una impresionante atajada 'fuera de área' en el minuto 1:11''


Néstor Martín “el flaco” Errea (1959 – 2005), argentino. El portal “Sentimiento Bohemio” del equipo que albergó a Errea, el Atlanta describe a Erra con estas palabras: “El Flaco (…) contribuyó a una importante renovación del rol del guardavallas, dándole un protagonismo mayor a éste, especialmente fuera del ámbito que se consideraba el hábitat natural de un arquero hasta más o menos la mitad del siglo pasado: el área chica”. El sitio añade: “Aunque fue precedido e influido en esa faceta por el gran Amadeo Carrizo, que había debutado en River Plate en 1945, Errea rápidamente delineó un estilo propio: salidor, achicador frente a las incursiones de los delanteros, utilización del pie para jugar. No tuvo la espectacularidad de los arqueros voladores plantados en la línea de gol, cualidad que era una marca en la larga tradición de grandes guardavallas del fútbol argentino, como Carlos Wilson, Américo Tesoriere, Sebastián Gualco, Julio Cozzi, Fernando Bello y Miguel Rugilo.” Cabe anotar que Errea era filósofo de profesión, gran amante de la lectura y en extremo cultivado y de modales impecables. Sí, un arquero que se movía tanto en aguas de Sartré o Kant como en el área chica y grande.


Hugo Orlando “el loco” Gatti (1944 - ), argentino. Extremo como él es, jugó tanto para River Plate como para Boca Juniors. Aportó en el achique, romper la defensa, en el mano a mano frente al delantero, sorprendió en los desprecies, saques de banda donde generó más de una jugada que terminó en gol, dribleo y en el famoso “Cristo”, maña que consiste en salir cubriendo –manos arriba- todo el campo visual del delantero en amague de ataque. Sus excentricidades se dieron en la vestimenta, vincha en el pelo largo, medias caídas y pelos raídos de hippie. Además de una enorme afición por el canto, su obsesión era el bronceado en toda época del año.  

Errea y Gatti en una reseña realizada por el portal mexicano especializado en crónicas de fútbol Planetanimado:



Miguel “Súperman” Marín (1945 – 1991), argentino. Su mayor virtud, al margen de ser un jugador de área fue la posición. Era muy complejo marcarle un gol por la lectura que Marín poseía de la zona del arco. No era un tremendista de largas voladas para la foto, la geometría de su área la entendía con tal pericia que bastaban unos pasitos de él para detener el más furibundo tiro. Así como acertó, falló. Corría el año 1976, se enfrentaban el Atlante y el Cruz Azul en el campeonato mexicano donde el argentino militaba. Marín dio un saque de mano y en eso, a medio lanzamiento, el portero se arrepintió; en la contrición la fuerza le ganó, perdió el control de la acometida y la pelota dio a parar en su propio arco llevada por la inercia de la fuerza inicial. Caso insólito, no siempre los arqueros encajan autogoles. “Hasta el más picudo falla”, dijo Marín. Le importó un bledo. De eso se trata un poco.  


José René “El Loco” Higuita Gómez (1966 - ), colombiano. El portero-jugador por excelencia, por antonomasia, recogió lo que los mencionados antes dejaron como legado: locura sobre todo. Tanta fue la trascendencia del loco Higuita, que un congreso de técnicos de fútbol lacraron el neologismo arquerolíbero para definir el accionar que ‘creó’ el portero nacido en Medellín. Junto a Rogerio Ceni (Brasil), José Luis Chilavert (Paraguay) y Dimitar Ivankov (Bulgaria) es el arquero más goleador de la historia del fútbol. Aunque años antes, Alfredo Di Stéfano ya había hecho la figura de “el escorpión” pero como jugador, Higuita ejecutó la misma –desde su posición de arquero- en Wembley en 1995. Fue referente: el portal inglés footy-boots.com la eligió como la “mejor jugada de la historia del fútbol”. El colombiano repetiría la jugada pero en partidos amistosos. Igual que su antecesor Marín, el cafetero saboreó el yerro en un partido contra Camerún por el Mundial de Italia 90. En la salida de su área, el amague no le alcanzó ante el delantero africano Roger Milla –quien avispado le robó el balón- y este error provocó el gol y eliminación de Colombia del evento. Lo mismo, no importó, no interesó, se adecuó. Aquí, una reseña de los algunos momentos del loco:


Herederos de los anteriores Ángel David Comizzo (argentino), Carlos Fernando Navarro Montoya (colombiano), Germán Adrián Burgos (argentino) y Jorge Campos Navarrete (mexicano). Todos épicos arqueros de área.


RESILIENCIA DEL ARQUERO DE ÁREA 

El hecho de ser arquero de área –más allá de que sean transgresores- los hace ser agresivos. Ambas palabras, transgredir y agresión etimológicamente poseen un origen común. Agresión –acción violenta contra algo o alguien- viene del latín ad gressere, ir hacia adelante, por tanto regresión es ir hacia atrás y transgresión, ir hacia un lado o estar al margen de la situación. Los arqueros de área –se puede decir con cansada justicia- son agresivos, transgresores….y cómo no locos.

“Los intelectuales resuelven los problemas, los genios los evitan” Albert Einstein

Entrevistado por el mencionado portal mexicano Planetanimado vía un documental “El Portero de Área”, el psicólogo deportivo Octavio Rivas lo explica diciendo que –a propósito de ser arquero- los componentes de aceptación, confianza y amor provocan en el guardameta un nivel muy alto de autoestima. Evidente es el caso de Jorge Campos, pequeño en estatura para ser arquero, el mexicano portero posee un nivel de autoaceptación y confianza enormes. El psicólogo anota además que la teoría física nos dice que el hecho de respirar, comer o beber, vestido y techo son elementos que sin los cuales, el ser humano no podría sobrevivir; sin embargo, emocionalmente, existe un quinto factor: reconocimiento. Sin reconocimiento –explica el perito- es muy difícil vivir. Algo o alguien tiene y debe reconocer facultades, habilidades, características que a un individuo lo hacen ‘único’. Para Rivas “…el arquero (de área), en ese sentido, dice ‘yo voy a ser reconocido’…”. Para el facultativo, el portero busca el peligro en afán de reconocimiento porque no sólo es moverse, atajar, es ser reconocido y para eso, salir del área es crítico.

¿Y el yerro? ¿ la falla? ¿El autogol de Marín, el batacazo de Higuita? Volvamos a Campos. “Jorge se reía cada vez que le anotaban un gol” dice el documental y es que la resiliencia, la capacidad que tienen algunos sujetos a sobreponerse ante situaciones adversas de dolor físico o emocional, ¡vamos! la tolerancia a la frustración en los guardametas en condición clave para funcionar y seguir adelante, es ese agresivo y transgresor movimiento que busca el peligro. Los arqueros son resilientes por antonomasia porque superan no sólo el coto de caza de sus tres palos, traspasan la frontera del fracaso y lo convierten en aliado ante el peligro vía la intuición.

Quizás, el impase de Marín en este vídeo explica mejor esta superación ante la frustración:

Y cómo no, la chapuza de Higuita:



Al final, los arqueros –como el anfibio que se atrevió a explorar la tierra hace millones de años- se volvieron irracionalmente transgresores y resilientes, ilógicos en suma, porque justamente los obligaron a ser racionales, a tener un patrón. Ellos, los guardapalos de área, trascendieron con esas capacidades pues –parafraseando a Albert Einstein- no sólo resuelven los problemas, los evitan. Lo paradójico: en ese soslayar goles, jugadas peligrosas, tiros al centro de área chica, los enfrentan saliendo al campo a jugar. Fuera del área. De su prisión.

Los arqueros, aquellos solitarios ídolos, quizás sean los últimos héroes mitológicos que nos quedan en este siglo XXI de relativismos y dudas.

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