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Por una reforma integral de las pensiones

Humberto Campodónico

Publicado: 2014-08-11

La ola de críticas a las AFP que se ha desatado en la última semana es indicador, por un lado, de las inequidades profundas que genera el actual sistema privado de pensiones (SPP) y, por otro, de la ruptura de los amplios consensos del “establishment” criollo acerca del inmovilismo de las reformas de los años noventa. En una palabra, de “no cambiar nada para que nada cambie”. 

La crítica más ácida provino de Richard Webb, quien dijo que el sistema de ahorro forzoso no sirve para las pensiones y que los peruanos son grandes ahorradores. Y, de otro, que las pensiones que se pagan son muy bajas. Ambos elementos han sido recogidos por este diario.

Estas críticas no se dan solo en el Perú, sino en todos los países con sistema de pensiones individuales de ahorro forzoso. Y si bien las críticas han existido desde el inicio, es solo cuando pasan de 20 a 25 años y se “ven” las magras pensiones que pagan las AFP, que comienzan las reacciones negativas y la indignación.

El error conceptual del sistema de capitalización individual es la desconexión entre ahorro forzoso de cada persona durante el periodo de sus aportes y la pensión que debe recibir para tener una jubilación digna. Dicho de otra manera, la pensión futura –vista como el producto del esfuerzo individual de cada persona– no funciona.

La realidad chilena –donde nacieron las AFP en los 80– lo demuestra. La ministra de Trabajo y Previsión Social, Javiera Blanco, dijo hace poco que el 70% de las pensiones son inferiores a 170 mil pesos mensuales (US$ 300), equivalente a un tercio de lo que gana un trabajador en su vida activa. No solo eso. En Chile (donde existe una pensión mínima, por ley), la AFP solo paga el 40% de las pensiones (ha leído bien, el 40%), pues el Estado tiene que cubrir el 60% restante para la pensión mínima.

En el Perú una parte considerable de las pensiones de las AFP alcanza sumas ridículas, de entre 80 a 200 soles mensuales (lo que recién se viene sabiendo). Y lo que es peor: no existe pensión mínima garantizada por el Estado (como en Chile), por lo que el trabajador está abandonado a su suerte.

Un tercer elemento, tan importante como los anteriores, es que el SPP no soluciona el problema de pensión para todos los ciudadanos. En el Perú solo el 25% de la PEA tiene pensión (en Chile se llega al 50%, mucho mejor que acá, pero aún lejos de la meta).

La culpa no es solo de las AFP sino de la estructura productiva de nuestros países, donde el empleo digno no es el distintivo de bandera y donde prima la informalidad. Por tanto, la pensión contributiva no puede solucionar el problema.

Por eso, poco a poco los países se mueven a “pensiones no contributivas”, como Argentina, Bolivia, Brasil, Costa Rica, Chile y Uruguay. Perú lo ha hecho, en pequeña escala, con la Pensión 65. La justificación central es que, si bien buena parte de la población no tiene trabajo estable (“no contribuye” a una pensión), eso no quiere decir que no trabaje. Es el caso, por ejemplo, tanto de los informales como de las madres de familia. Todos son ciudadanos y merecen una pensión digna para una vejez digna.

También se ha dicho que el “ahorro forzoso” debe ser eliminado por varias razones: una, porque el ciudadano tiene el derecho de hacer con su plata lo que desea y el Estado no debe meterse. Dos, porque queda demostrado que el “ahorro forzoso” no alcanza para dar una buena pensión. Tres, porque los peruanos son buenos ahorradores (Richard Webb), como lo demuestra, por ejemplo, la construcción de viviendas propias en numerosos barrios emergentes.

Estamos de acuerdo en que la relación “ahorro forzoso” = buena pensión individual es errónea. Pero no por las mismas razones que los “libertarios”, quienes afirman que el Estado no se debe inmiscuir en sus ingresos. Ellos tienen la premisa de que todos parten de la misma base y tienen igualdad de oportunidades. Y ese, justamente, es el problema de nuestras sociedades. No hay que poner la carreta delante de los caballos.

Punto clave en la agenda es, entonces, la reforma integral del sistema de pensiones. No es posible que durante años las AFP hayan cobrado altísimas comisiones obteniendo para ello rentabilidades que les permitían recuperar en un año el 50% de su patrimonio. Lo que quiere decir que ese patrimonio ha sido recuperado ya varias veces. ¿Y por qué? Porque son poderosas, fuera y dentro del Estado.

No solo eso. Las AFP administran ahora US$ 40.000 millones de las futuras pensiones, lo que les da una gran cuota de poder económico y financiero. En Inglaterra y EEUU los fondos de pensiones son licitados cada 3 o 5 años a diferentes administradoras, que compiten entre sí para administrar tal o cual fondo. No existen 3 o 4 grupos económicos con “poder vitalicio” sobre los fondos de pensiones.

En estos días el acento va a estar en si también los independientes tienen que aportar a las AFP una parte de sus ingresos. Una vez más el ahorro forzoso que no cubrirá una pensión digna; y lo que lleva detrás: la comisión que cobra la AFP. Por eso, no solo hay que rechazar este aporte sino plantear una reforma integral del sistema de pensiones, público y privado, para lograr pensiones dignas para todos los peruanos y peruanas.

FUENTE: http://www.larepublica.pe/columnistas/cristal-de-mira/por-una-reforma-integral-de-las-pensiones-11-08-2014


Escrito por

Mg. Hans Mejía Guerrero

Asesor y consultor en ciencias pedagógicas y políticas educativas .


Publicado en

Armas de la crítica

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