#ElPerúQueQueremos

Portada, dibujo: Carlos A. Ostoolaza. Arte: Lucía Arellano

POÉTICA REUNIDA DE ROSINA VALCÁRCEL

por Dimas Arrieta Espinoza

Publicado: 2014-10-16


Poesía reunida: 1966-2013 (Fondo Editorial Cultura Peruana, Lima, 2014), casi cincuenta años de insistencia y de existencia con el arte verbal, con el arte mayor, a pleno ejercicio de Rosina Valcárcel. Como si fuera poco, se suman décadas, de experiencias con la vida y compromisos con el mundo y en el universo de la poesía. Una poética construida a pecho abierto, en el desnudo concierto de las emociones, de pasiones que han sido parte de la vida y del destino de nuestra poeta.  

Desde Sendas del bosque (1966), publicada en la mítica editorial la Rama Florida, donde el pulcro poeta Javier Sologuren publicaba una exquisita colección de poesía. Ha habido treguas, espacios de silencio, merecidos reposos y repasos de los nutrientes espirituales que la vida misma nos ofrece. Esta poesía circunscrita y escrita con el fino hilo de la sensibilidad que propone la gran poesía, la de siempre, la que hace posible la navegación en los océanos de la eternidad. Aquella de la magia con el lenguaje, de la orfebrería magistral con las palabras: la que nos dice en su aliento: “Peregrino avanza hacia la luz” (Pág. 21).

Un binomio emocional marca el andar de estas “Sendas…”, el amor puro y el sentido social, con responsabilidad colectiva y a la vez con una íntima sensibilidad. Como nos dice en el poema “Solitarios”: “Quería alcanzar sus ojos / pero no pude, / él, también / era una sombra” (Pág. 26). Entonces, las sendas se hicieron caminatas, con perfume de leyenda, en la época de los años memorables, para esto, escoge sus “Navíos” (1975), allí abrevia su decir, su palabra, su destino, pero dentro de una autonomía que quiere ser según el tiempo lo requiera y lo demande.

Un período que cuando asciende a la poesía solo lo hace para eternizarse. Los acontecimientos son tocados por esa magia verbal, y ello la convierte en aromas que sean recibidos en el futuro y perennizados: “Mis piernas se abrían / como un valle quieto, / caminaste en él / lleno de furia / y fuiste su mejor habitante” (Pág. 30). Una existencia sin esas vivencias es como caminar –por la vida– como en una playa sin sol. Siempre es el amor, con sus extensiones y sinfines, el motor de estos procesos y estancias líricas.

Una voz que se para en el desierto textual, recibiendo los embates de la página en blanco, desde allí sale airosa en el proceso de alumbramientos, como hembra, como madre, como mujer que masca lo que vive y vive intensamente lo que le ofrece la existencia. Con esa fuerza verbal prosigue el viaje: “Aries / la negra melancolía de la tarde / hunde tus ojos guerreros / y no es fácil detener el alud de sol”. / Buen viaje / solo puedo hilar este recuerdo / “Burbujas de amor” / pero no vuelvas / quédate en aquella habitación vacía. / El eco de mi voz / te acecha volátil / y te hace gemir” (Pág. 71).

Fiel a sus orígenes, a sus “Sendas” primigenias, permanece en su estilo, en su propuesta, a pesar de las opciones de los compañeros de ruta, quienes prefieren el discurso de la abundancia verbal. Ella elige la síntesis pero con las grandes preguntas, porque es pertenencia de la individualidad, del cercado privativo de una militancia: “¿Cómo esconder mi corazón turbado? / ¿Cómo arrancarlo? / ¿Cómo entregar belleza sin orgullo? / ¿Por qué me falta lo que anhelo? / ¿Cuándo recibir el amor osado que yo entregué? / ¿Hasta cuándo dar todo sin reparar en mi dolor? / ¿Por qué no distinguen sin canto o lloro? / ¿Por qué si deseo bailar otros duermen? / ¿Por qué se niegan a calmar mis pesares? / ¿Por qué nací en la suavidad de la rosa / y otros en el frío del acero? / ¿Por qué nací loca como los pájaros / y otros crueles como una espada?” (Pág. 86).

Las respuestas están en las mismas preguntas implícitamente. Síntesis de una biografía, de vida remando a puro viento en la conflictividad de su destino, de vivir con sus experiencias exprimidas en preguntas. Una poética de identidad, definida en lo que es, en lo que se siente, se padece y se sufre a lágrima viva: “Soy mi fuego / mi barro/ mi viento / ciega como la mariposa azul / alrededor de una lámpara de cristal” (Pág. 89).

En las intensidades de la vida, se ve a un ser humano que ama contra corriente, rema a puro viento en el centro mismo de los remolinos y huracanes. Diversas temáticas cruzan esta poética, universal, tan nuestra, tan nosotros por involucrar acontecimientos vívidos y vividos, diacronizados en su época y sincronizados en el tiempo. También circulan en los textos la presencia explícita e implícita mexicana. En realidad es una voz que deja constancia que ha vivido y sigue viviendo.

Toda la obra la podemos ver como una unidad, es un canto de un ser humano, como conciencia colectiva, no importa el género, eso queda en segundo plano, sino es el espíritu sin género que nos dice: “Y allí están las guerreras golpeando todavía / tus lánguidos ojos de caballo / tus mares y odiseas. / El día el mes el año los siglos las aventuras / suenan cual antiguas campanas sumergidas / derrumbando mi corazón vacío” (Pág. 151).

Es la universalidad del canto, en sus totalidades, incluyendo ese nosotros, el que es y está perfilado con todas las individualidades, es el de todos del nosotros: “Más hoy leve mi cuerpo camina / y bajo tu torso inmortal ya no te esperan / los ojos de la fiel Penélope, (…) Amado Ulises, dime/ ¿dónde quedó la eternidad / dónde la patria” (Pág. 152). En el texto donde habla de Frida Kahlo, hay una composición solidaria que golpea esta conciencia sensorial y sensitiva:

“El paisaje del amor no tenía precio ni horario. / Bajo el arcoíris de Tenochtitlán / el auténtico paisaje nacía de tus manos azules / y el silencio / Tardes de primavera en el D.F. / y las fotos sepias de mis padres aúllan en algún rincón” (Pág. 154).

En Naturaleza viva (2011), aparecen versos que cumplen la suprema función de la poesía, es decir, en su magia con el lenguaje, su retorno al auspicioso comienzo, donde está el texto VIOLETA, ese monumento de amor, de conciencia social, de fidelidad y militancia familiar y política, esa estructura materna, mujer combatiente, ser genial que fue la compañera del poeta Gustavo Valcárcel, la querida Violeta Carnero: “Muy pronto caerá el granizo azul / y padre la aguardará en el limbo de su anhelo remoto / en el pasado tan intenso aparecen / Lima y el Distrito Federal como parte de un sueño / Un crepúsculo sigiloso arrastra las sombras / y callo” (155).

Pero anda y desanda por esta poética, el amor como ancla que vuelve el rostro a la vida, a vivir la existencia como una existencia: “En la edad de la razón / esa oscura senda / de flores de piedra que aún nos espera“ (164). Pero, también los acontecimientos más crueles son eternizados con el dolor por una sociedad en un clima de períodos no propios para la poesía. Se delibera desde el nivel reflexivo tocando la propia existencia humana: “No tiene edad la existencia / ni nuestro afecto / mi propio cuerpo prohibido / mi propio cuerpo pálido / extraviados en el crepúsculo / nos hemos buscado / pobres cuerpos sin tierra firme” (Pág. 171).

Una poética sólida, una entrega compacta que nos da una visión cabal de su propuesta. Entonces, Poesía reunida (1966- 2013) de Rosina Valcárcel, se ha convertido en uno de los grandes acontecimientos editoriales del año en curso. Ocho libros de poesía desde Sendas del bosque (1966), hasta Luana (2013), forman esta reunión de la poética producida hasta la fecha por la autora. Queremos reafirmarnos con las palabras del estupendo prólogo hecho por el escritor Jorge Nájar: “Un mundo abierto a todos los Vientos. (…) Un árbol que canta la noche, el amor y su humo”.


Lima, 16 de octubre del 2014.


Escrito por

Rosina Valcárcel Carnero

Lima, 1947. Escritora. Estudió antropología en San Marcos. Libros diversos. Incluida en antologías, blogs, revista redacción popular, etc.


Publicado en

estrella cristal

la belleza será convulsiva o no será | a. breton