Julio Cusurichi Palacios es un líder shipibo que nació en Madre de Dios, territorio enteramente amazónico en el que se encuentran comunidades nativas que, tras ser esclavizadas y diezmadas por los “barones del caucho” a principios del siglo XX, decidieron aislarse voluntariamente a fin de preservar su cultura.
Con el paso del tiempo, los taladores ilegales, las petroleras transnacionales y las mineras amenazan nuevamente la integridad de estos pueblos: la contaminación de ríos así como la quema y tala indiscriminada de árboles han sido los principales causantes de la destrucción de su entorno.
Frente a este perjudicial escenario, nuestro héroe ambiental inició acciones concretas con el objetivo de preservar la vida de los pueblos en aislamiento voluntario y su biodiversidad. En recompensa por su lucha, Julio se convirtió en el segundo peruano en obtener el Premio Goldman en 2007, después del líder aguaruna Evaristo Nugkuag Ikanan.
El prestigioso galardón --creado en 1991 por los filántropos Richard y Rhoda Goldman-- premia el esfuerzo de personas que, pese a encontrarse en posiciones desventajosas, han triunfado a favor de la preservación del patrimonio ambiental. Como galardonado, Cusurichi participó en una gira de 10 días en Washington D.C. para asistir a la premiación, las conferencias de prensa y reuniones con otros importantes líderes ecologistas del mundo.
UNA VOZ PARA LOS SIN VOZ
"Cusurichi desempeñó un papel decisivo en la creación de la reserva para los pueblos indígenas en aislamiento voluntario, y hasta el día de hoy sigue defendiendo sus derechos. No se limitó simplemente a contribuir decididamente a la creación de la reserva para luego desentenderse de esta una vez que quedó establecida sobre el papel; reconoció la continua amenaza de la tala ilegal, las empresas petroleras y los mineros de oro, todos los cuales querían tener acceso a la reserva", enfatiza Ari Hershowitz, miembro directivo del Consejo de Defensa de los Recursos Naturales en la entrega del Premio Goldman.
En 2002, Julio decidió ponerle fin al acoso de las madereras y mineras sobre el territorio shipibo-conibo, pero especialmente sobre las comunidades en aislamiento voluntario, por ser aquellos que no tienen voz frente al Estado. Entonces, lideró una campaña para la creación de una reserva territorial para esos pueblos indígenas aislados voluntariamente. Así, consiguió que el Estado les otorgara un territorio de 7,688 kilómetros cuadrados en zonas vírgenes de la Amazonía peruana. Bajo el nombre de Reserva Comunal Amarakaeri, se reúnen las etnias Harakmbut, Yine y Machiguenga.
Su heroica labor dio a conocer, a escala internacional, la existencia de dichos pueblos vulnerables en aislamiento voluntario. De ese modo logró que entidades internacionales frenaran la intrusión de empresas y taladores sobre su nuevo terreno, ahora considerado reserva comunitaria.
En palabras de Cusurichi:
“Es mi responsabilidad defender los derechos de los pueblos indígenas, en especial a los indígenas en aislamiento voluntario, quienes no tienen voz, y quienes son las poblaciones más vulnerables en la planeta. Necesito informar a los políticos quienes toman las decisiones que afectan a los pueblos indígenas, al nivel nacional e internacional, y proponer alternativas viables para la población.”
No fue una tarea fácil. En el camino tuvo que arriesgar su propia vida: fue víctima de amenazas y calumnias por parte de diversos sectores que se oponían a la formación de la reserva; su integridad ha sido protegida gracias a la Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad), donde labora como defensor de los pueblos nativos.
TAMBIÉN LAS COMUNIDADES IMPORTAN
Madre de Dios, una de las zonas más biodiversas del Perú, ha sido preservada naturalmente gracias al trabajo de las comunidades nativas ahí establecidas desde tiempos remotos. Las empresas mineras y petroleras, así como las mafias madereras y los nuevos colonos no han tomado en consideración que esa tierra fértil se mantiene gracias al trabajo de conservación natural de los pueblos indígenas, y han invadido poco a poco su territorio.
En consecuencia, las comunidades han optado por alejarse. La frontera con Brasil, especialmente, ha servido de refugio para muchos de ellos. Pero su alejamiento los vuelve vulnerables a las enfermedades. Esto tampoco fue tomado en consideración por las empresas petroleras que, al entrar a explotar su territorio, aniquilaron poblaciones enteras por enfermedades como la gripe.
No solo el descuido de las empresas extractivas constituye una amenaza, sino también la tala de caoba de hoja grande. Desde 1975, Perú y Brasil suscribieron un acuerdo para evitar la tala de esa especie de árbol en extinción. Sin embargo, las autoridades peruanas no cumplieron con el compromiso. Dado que Brasil sí cumplió, los taladores centraron su atención en la zona descuidada: Madre de Dios. Así, para llevarse estos valiosísimos árboles, los madereros han construido carreteras alternativas en zonas de selva virgen. Lamentablemente, el Perú se ha convertido en el primer exportador de esta especie en extinción, en su mayoría talada ilegalmente.
Aunque quedan pocos árboles de caoba en Madre de Dios, los taladores siguen avanzando. Ahora dirigen sus máquinas cortadoras a la reserva natural de comunidades aisladas. Cuando se encuentran, los pobladores indígenas mueren aniquilados por las armas de fuego de los madereros.
Aunque el escenario parece el de un individuo solo frente al poder económico de grandes empresas transnacionales, no todo está perdido para Cusurichi. Luego de conseguir la creación de la reserva, ahora trabaja en la documentación de la tala ilegal, implementando miradores de vigilancia a lo largo de los ríos que sirvan para evitar el ingreso de madereros y el conteo de los árboles de caoba que salen de la reserva.
Como el gobierno ha decidido no colocar guardabosques en esas zonas, entonces Fenamad ha decidido entrenar a los mismos pobladores de la reserva para que funjan de centinelas. Con las gestiones de Cusurichi, consiguieron que el gobierno les otorgue un pago por esta labor de vigilancia y preservación de árboles de caoba. También involucraron a otros pobladores de las afueras para que se solidaricen con la reserva y se comprometan a cuidarse mutuamente de los taladores ilegales.
LAS AMENAZAS CONTINÚAN
La tala ilegal en Perú es motivada, principalmente, por los grandes compradores de caoba de Estados Unidos. Por eso, Julio Cusurichi, nuestro héroe ambiental, con ayuda de la ONG peruana Racimos de Ungurahui y el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales (NRDC) ha empezado un proceso legal en Nueva York contra el Departamento de Seguridad de la Patria, el Departamento del Interior y Agricultura de los Estados Unidos.
Según el informe difundido por la Fundación Goldman en 2007:
“La demanda alega que al importar caoba de hoja grande del Perú, Estados Unidos está en contravención tanto de su propia Ley de Especies Amenazadas, como de CITES. El caso se está litigando y de tener éxito eliminaría el mayor mercado para este producto ilegal poniendo fin a la tala ilegal en la reserva, y con ello permitiendo la protección de esta especie, la conservación de uno de los bosques más prístinos de la Amazonía y principalmente la vida y la preservación de la cultura y sabiduría de grupos de los más antiguos pobladores amazónicos que han decidido permanecer fieles a sí mismos.”
La lucha de este héroe ambiental no ha terminado. La reserva aún se ve amenazada. Otro caso ocurrido en febrero de este año ha sido la concesión del Lote 76 por parte del Ministerio de Energía y Minas a la petrolera estadounidense Hunt Oil. De hacerse efectiva, antes de que el 2014 concluya, la empresa dañará parte del territorio de la Reserva Comunal Amarakaeri.
Julio Cusurichi sigue luchando por defender esta reserva con el apoyo de otros líderes de la asociación Fenamad; por eso es considerado un héroe ambiental.
A continuación, el video original en inglés que hizo la fundación Goldman para mostrar el trabajo de Julio Cusurichi: