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“Ribeyro es literatura viva”

Fernando Ampuero reflexiona sobre su libro Tambores invisibles y, además, defiende la calidad literaria del autor de la Palabra del mudo

Publicado: 2014-11-21

Charlar con el escritor peruano Fernando Ampuero no deja de ser una experiencia grata y entrañable. Esta no es la excepción. A propósito de la publicación de Tambores invisibles (Peisa, 2014), conjunto de artículos sobre literatura, arte y cine, Ampuero reflexiona sobre aquellos temas recurrentes en su vida. Y, además, se toma su tiempo para recordar al periodista Enrique Zileri, fallecido no hace mucho, y dar su opinión a partir de unas declaraciones algo polémicas de Abelardo Oquendo sobre Julio Ramón Ribeyro. Tambores invisibles puede encontrarse en el stand de Peisa, en la Feria del Libro Ricardo Palma (Larcomar, Miraflores) 

Entrevista CARLOS M. SOTOMAYOR | Foto: CMS


Hace poco, Abelardo Oquendo, en una entrevista que le hace Dante Trujillo para Buensalvaje, señala que Julio Ramón Ribeyro no es un gran escritor. Tales declaraciones han concitado polémica, sin duda. ¿Qué piensas al respecto?
Abelardo Oquendo es uno de esos pocos lectores peruanos que merecen el mayor respeto. Tiene una amplia cultura y un gusto refinado, buenas razones para volverse un lector quisquilloso. Él dice lo que piensa, y además lo dice bien, con meridiana claridad. Ha leído mucho y, a estas alturas, pocos libros le gustan. Su criterio para juzgar la gran literatura está supeditado a lo que Octavio Paz llamaba “la tradición de la ruptura”, las nuevas formas narrativas y poéticas. Considera a Vargas Llosa un gran escritor porque es un innovador. Bueno, yo discrepo con ese punto de vista. Tanto Vargas Llosa como Ribeyro, a mi juicio, son grandes escritores. Uno construye magníficos andamios verbales, el otro forja la visión más penetrante de nuestras clases medias y bajas. Los autores innovadores, de otro lado, no tienen garantizada la trascendencia. Grandes innovadores fueron hace cuarenta años los novelistas del nouveau roman, que hoy nadie lee, o bien los poetas dadaístas, que abrieron trocha, desde luego, pero que a la larga han terminado como una anécdota en la historia de la literatura. En el Perú tenemos cuatro grandes narradores: Vargas Llosa, Arguedas, Ribeyro y Bryce Echenique. Además, no olvidemos que Ribeyro es literatura viva, pues los peruanos lo seguimos leyendo y, dicho sea de paso, sus lectores crecen día a día en la lengua castellana.
Acaba de aparecer Tambores invisibles (Peisa, 2014), volumen que recoge una serie de artículos y crónicas periodísticas. Y nuevamente aparece la relación periodismo-literatura: gran cantidad de textos tratan sobre una serie de autores que han concitado tu interés y fascinación.

Tambores invisibles es, quizá, una manera de continuar Gato encerrado, pero por otros caminos. Entrego ahí crónicas, semblanzas, ensayos o apostillas de lecturas, todas sobre literatura, arte y cine, donde muestro más mis predilecciones que mis fobias.Todos los escritores somos primero lectores. La lectura es la más civilizada aspiración: llegar a ser un buen lector, capaz de aprehender la esencia de los buenos libros. Borges, por encima de todo, se sentía más lector que escritor y, si bien cedió al irrefrenable impulso de escribir libros, muchos de ellos fueron colecciones de artículos y ensayos cuya clara intención era encomiar su primera vocación: la lectura. Con ella forjó lo que llamamos gusto literario, ese primer botín que nos ayuda a ser más selectivos. 

Releo tu crónica sobre Jorge Luis Borges, en la que das cuenta de tu nerviosismo inicial por entrevistar a un autor que respetas. Y pienso en que esa escena se ha repetido varias veces, pero a la inversa: tú siendo entrevistado por un nervioso joven escritor.
Uno de los problemas de la madurez es que de pronto ya no encuentras a autores tan admirables como Borges o García Márquez. Salvo Vargas Llosa y algunos pocos más, no veo hoy en América Latina a escritores de ese fuste. El nerviosismo que sentí ante Borges procedía más que nada de la plena convicción de encontrarme ante un ser único, irrepetible. Ahora mi capacidad de admiración va un poco a la deriva, aunque no pierdo las esperanzas, pues por ahí descubro a cuentistas extraordinarios como Kjell Askildsen, James Salter y Peter Stamm, o a novelistas inauditos como Jeffrey Eugenides y Karl Oven Knausgard.
Ha fallecido Enrique Zileri, el legendario director de Caretas, con quien trabajaste en una época. ¿Cómo podrías resumir la importancia de su legado para las nuevas generaciones de periodistas?

Zileri fue un periodista independiente, lo cual es mucho decir en nuestro país. Era dueño de su medio, Caretas, y, por lo tanto, recibía las presiones por partida doble, como periodista y como empresario. Hizo un periodismo honesto y valiente, que nunca se dejó avasallar. Sus mejores cualidades fueron su gran olfato para las noticias y su sentido del humor, ambos literalmente a prueba de bombas. De su casa editorial salieron a la palestra varios destacados hombres de prensa. Era un hombre impetuoso y hasta irascible, pero intrínsecamente bondadoso. Yo disfruté de su amistad y, sobre todo, de los más infernales cierres de edición en Caretas. ¿Cómo resumir su legado? Con una sola palabra: integridad. 

Julio ramón ribeyro, fernando ampueo y antonio cisneros en amena tertulia. (foto: internet).


Escrito por

Carlos M. Sotomayor

Escritor y periodista. Ha escrito en diarios y revistas como Expreso, Correo, Dedo medio, Buen salvaje. Enseña en ISIL.


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