¿Qué vidas defiende la 'Marcha por la vida'?
"Hoy, del viejo derecho de matar; se debe a que el poder reside y ejerce en el nivel de la vida, de la especie, de la raza y de los fenómenos masivos de población"
Este 21 de marzo se realizará la tercera edición de la ‘Marcha por la vida’ cuyos objetivos son: la defensa de la vida en contraposición al aborto y la conservación de la familia (heterosexual y monogámica) en clara oposición a la unión civil entre homosexuales. Uno de sus principales y entusiastas promotores es el Cardenal Juan Luis Cipriani, representante del ala más recalcitrante de la Iglesia Católica –el Opus Dei- y de los sectores conservadores. Él se autodenomina como el abanderado de la vida y del orden natural de la sociedad. Pero, ¿qué entiende por ‘vida? ¿qué vidas defiende (y cuáles no)?
Desde hace algunas décadas, los sectores conservadores utilizan la ‘vida’ como elemento discursivo central que articula sus políticas para controlar la vida de las personas a través del control de sus cuerpos y sus modos de producirla –aquello denominado biopoder- que actúa ejerciendo poder sobre el otro trasgrediendo su autonomía y capacidad de decisión. Se refiere también a todo un aparato ideológico y simbólico potente, pues al autodenominarse como los ‘pro-vida’ (¿quién en su sano juicio estaría en contra de la vida?) establecen una dicotomía entre ellos y cualquier persona que se atreva a cuestionar sus dogmas, tildándolos de pro-muerte, abortistas, asesinos, pecadores, etc. Así, trazan los límites de la normalidad, de lo aceptado y la construcción de un otro anormal, amoral y malévolo (‘la mujer que aborta es una asesina’ 'la homosexualidad es una enfermedad'); polarizando el debate sobre un tema esencial como los derechos de las personas.
Por otro lado, es importante recalcar que el término ‘vida’ producido por estos sectores no se circunscribe a un ámbito biológico, sino que incluye también a uno sagrado, que conjuga los valores tradicionales y la moral católica, pues la vida es dada por Dios y “nadie puede decidir sobre la vida de otra persona” sólo el maestro creador. De esta manera se pretende naturalizar este aparato de dominación bajo el sustento que se trata de un mandato divino y biológico. Así mismo, este término hace referencia a todo un sistema de reproducción social, tal como apunta el antropólogo Jaris Mujica:
La vida que los conservadores defienden encierra sustancialmente un discurso reproductivo: la reproducción biológica a través de la familia monogámica heterosexual; la reproducción de la moral católica a través de la educación y la Iglesia; la reproducción de las divisiones sociales de clase, económicas, desde la política. Se trata de un sistema complejo de reproducciones sociales.
Por lo tanto, conservar la vida se trata también de conservar y controlar las formas en cómo se reproduce. Ejemplo de ello es la férrea oposición que mostró el Cardenal frente al reparto gratuito del anticonceptivo oral de emergencia (AOE) en los puestos de salud públicos por considerarla abortiva, o cuando se opuso agresivamente a la reglamentación del aborto terapéutico que ya era legal en nuestro país desde hace 80 años o cuando se opone a la despenalización del aborto en casos de violación sexual porque considera que la mujer no puede decidir sobre su cuerpo y su vida, mientras que él sí puede dictaminar lo que se debe hacer y lo que no. La oposición hacia los métodos anticonceptivos dentro del discurso conservador pro-vida se debe a que éstos mecanismos evitan la reproducción, evitan ‘la misma vida’.
En ese sentido, el tema de género es central, pues todos sus esfuerzos son puestos en controlar la reproducción de la vida a través de la regulación de los cuerpos de las mujeres, pues son ellas las encargadas de ‘producir vida’ y con ello su rol queda constreñido a la labor maternal. Es mujer en tanto es madre y forma una familia. Nuestros cuerpos quedan condenados a ser utilizados como espacios de dominación y reproducción de estos discursos ideológicos que nos asignan un rol (buena madre = buena mujer) quitándonos autonomía (nosotras no podemos decidir sino solo Dios y Cipriani) y crea a través de él, un centro de reproducciones más complejo: reproducir una familia, costumbres, valores, formas de conducta, entre otros.
Finalmente ¿qué vidas defienden los sectores conservadores? ¿hay vidas que valen más que otras? y la respuesta es que sí. Acaso a la Iglesia Católica le preocupa la vida de las miles de mujeres –pobres- que mueren anualmente por someterse a abortos clandestinos o la vida de cientos de personas LGTBI que son asesinadas por el odio de otras personas que no soportan a alguien distinto o la vida de las miles de niñas que son violadas y se ven forzadas a mantener un embarazo que sólo les trae miseria y recuerdo de la violencia sufrida o la de las millones de personas que tienen una orientación sexual distinta a la establecida y que se ven obligadas a no poder formar una familia porque no corresponde con el patrón que los conservadores dictaminan. ¿Te has puesto a pensar quién decide qué es lo natural y que cosa no lo es? No, no es la todopoderosa ciencia ni la biblia, son personas que tienen el poder para hacerlo, a través del espacio público (el gobierno) o el privado.¿Sabes qué vidas defienden? Las suyas propias, defienden su propia forma de ver el mundo y se encargan de aislar a todo aquel que piense distinto. Defienden la reproducción de su propia especie, la vida de sus instituciones y sobre todo el mantenimiento y reproducción de su poder (y de sus bolsillos) utilizando en el camino a las miles de personas que marcharán este sábado por una vida que no cuestionan.