Son muchos los que recuerdan a Delfín Lévano como dirigente sindical. Fue el representante del grupo La Protesta, que editaba un periódico con el mismo nombre, en la reunión de Vitarte, en diciembre de 1912, que comenzó la lucha por las 8 horas. No sólo se trata de una reivindicación histórica del proletariado mundial. Fue la primera huelga masiva en Lima. La ciudad que, al decir de Palma, “extraña al Virrey”, había dejado paso a la Lima proletaria. 

Huelga de vitarte, 1911. en los círculos rojos, los "ni;os textiles"  fernando borjas y julio portocarrero. en la mesa, con sombrero negro, delfín lévano (foto: anarquismoperu.com

Nace en Lurín el 9 de noviembre de 1885. El espíritu combativo le viene desde esta cuna. Su madre (Hermelinda Gómez), trabajadora y luchadora social de Lurín y su padre (Manuel Caracciolo Lévano) fue un combatiente guerrillero en los días de resistencia ante la invasión chilena, peleando en la batalla de Miraflores. Así como la ciudad cambia la actividad de la gente también. Delfín ya no será hombre de campo sino obrero, panadero.

Por sus ideas y actividad, sufrió persecución y penurias pero no lograron doblegarlo. Escribió en El Oprimido, La Agitación, El Hambriento, La Voz del Panadero, El Obrero Panadero, Simiente Roja, Humanidad, La Protesta, Armonía Social, entre otros; firmando con nombre propio y como Comnavelich, Manuel Chumpitaz, L.E.Ch., El Federado Nº 3, anónimamente, entre otros.

Delfín Lévano leyendo "la protesta"

Cuando ya no pudo trabajar, continuó asistiendo a las asambleas de la Federación de Panaderos, opinando, brindando consejos de toda su experiencia y labor revolucionaria. Murió el 10 de junio de 1936, “fiel a sus convicciones anarquistas” y en pleno conocimiento de sus facultades. Sin temor a la muerte, se despidió de toda su familia “estrechándoles las manos y dándoles el último abrazo”. Pidiendo, antes de morir, pluma y papel, escribiendo: “soy padre pobre, pero a nadie debo nada”, viniéndole “la muerte con la pluma en la mano, cuando, tal vez, quería escribir algo más.

Pero ¿escribir que? En un dirigente obrero de nuestros días sería fácil adivinarlo. Alguna proclama sindical o revolucionaria. Tratándose de principios del siglo XX la cosa es más difícil. También podía tratarse de obras de teatro o canciones. En el caso de estas últimas normalmente no había quien compusiera la música, de modo tal que se tomaba alguna pieza musical prestada y sólo se le cambiaba la letra. Una música muy usada fue la de la Marsellesa. Así nos queda una “marsellesa”, compuesta por los obreros del Callao, con el título de “A la revuelta proletarios”:

A la revuelta proletario
Ya brilla el sol de redención
Que el sublime ideal libertario
Sea el Norte de la rebelión 

 La canción es rescatada por Jorge Reyes en la película La familia Orozco en la que narra la lucha por las 8 horas desde una familia ficticia. Como suele ocurrir con nuestro cine fue más fácil verla en el Festival de Cannes que en nuestras salas. Pero esta es otra historia que ya otros contaron en La Mula

En el caso de Lévano hay que decir que fue el creador del Centro Musical Obrero de Lima. El 11 de noviembre de 1922, casi cuatro años después de la conquista de las ocho horas, brotó el Centro Musical Obrero, destinado a la ejecución de piezas, bailables o no, en fiestas y reuniones de sindicatos obreros e instituciones afines. Este centro es el antecedente en el que se inspira el coro de los obreros. 

"El Centro Musical Obrero estaba lejos de ser un simple núcleo de animación musical. Profesaba el ideario anarquista que predominaba entonces entre los conductores del movimiento obrero. Era, pues, expresión de una teoría, de una ideología, respecto de la Música y su función social", escribe César Lévano en su ensayo "Un cancionero escondido. Historia y Música del Centro Musical Obrero de Lima: 1922-1924". 

Lévano, en su ensayo, analiza el cancionero del Centro Musical Obrero cuyo rasgo sobresaliente es que contiene, aparte de fragmentos de ópera u opereta, doce piezas de jazz, diez valses, seis tangos, tres himnos, dos yaravíes, dos pasodobles, una polca, una habanera, una mazurca y tres canciones francesas. Una miscelánea apetecible que el coro debe tener en cuenta. 

Como una manera de celebrar el 1 de mayo les ofrezco a mis lectores “Mis ideales”, una canción de Delfín Lévano, escrita en el penal del Frontón un 1 de mayo de 1922 y recuperada en el Archivo Marxista Internacional

Grandes nobles y bellos son mis ideales
ellos son la esperanza de los que sufren,
ellos de sus dolores son sus remedios,
ellos tienen su aroma como las flores. 
Quieren que los humanos sean hermanos
y que desaparezcan sus hambreadores,
sus viles asesinos y los tiranos
engendro de los sufrires de nuestra especie. 
 Brillan en mi cerebro como una estrella;
rugen dentro de mi pecho como volcanes;
de mis grandes amores son su alimento,
son mis iras santas su basamento. 
Porque en el Anarquismo desaparecen,
odios, malas pasiones y tiraníasesclavos,
parias hambreados por los señores
dando paso a la Acracia de mis amores. 
 Por eso son de mi vida su complemento
y su servicio he puesto mi vida entera
sin que terror me inspiran las represiones
de los oscurantistas y tiranuelos. 
Sigue, pues, pueblo hermano la bella estela
que en su camino dejan mis ideales
grandes como los soles del Universo,
bellos coma la novia de mis amores.