La tarde del sábado 2 de mayo, se realizó la Marcha Mundial de la Marihuana en muchas ciudades latinoamericanas, incluyendo Lima y Trujillo. Es la quinta vez que se organiza esta actividad en el Perú y resulta altamente positivo que los usuarios canábicos nacionales confluyan, al menos una vez al año, para reclamar sus derechos como ciudadanos, aunque no en la magnitud en que se hace en Buenos Aires, México o incluso Santiago. 

La pregunta que surge es: ¿Nos hace caso el Estado peruano? Aparte de alguna editorial de una ex periodista de El Comercio y una que otra alusión en otros diarios digitales, como La Mula, la cuestión pasa desapercibida para el grueso de la población peruana. Nadie le pone el cascabel al gato: ¿Por qué la Policía sigue lucrando con los usuarios que llevan consigo dosis personales de cannabis, bajo el pretexto de la lucha contra el narcotráfico? 60% de las detenciones policiales anuales por TID son por posesión para el consumo, que no es punible; sin embargo, son frecuentes los casos de violencia o corrupción policial.

Por una dificultad logística, en esta oportunidad, el CIDDH no pudo apoyar la actividad de la forma tan decidida como lo hizo en años anteriores, hecho que, felizmente, no evitó la realización del evento. En esta oportunidad, se volvió a la idea de la marcha, que se inició en la Plaza Washington y culminó en la Plaza Francia. Lamentablemente, muchos esfuerzos hechos en el pasado desde el CIDDH, para lograr involucrar a Legaliza Perú en acciones a favor de cambios en las políticas de drogas, incluyendo la legalización del cannabis (propuesta de la directiva al ministro del Interior, inscripción registral de su nombre), no dieron mayores resultados ni despertaron el interés de las autoridades. Sin embargo, estuvimos presentes en la MMM 2015 y tenemos que observar la ausencia de concreción de una agenda común alrededor de la población que se considera usuaria de cannabis.

En esta oportunidad, no hubo discursos ni planteamientos concretos, y todo hace suponer que los usuarios consideran la marcha más bien un “happening”, en el que pueden, por una vez al año, fumar marihuana, sin el peligro de una intervención policial.

La verdad es que sigue pendiente la articulación de estos colectivos urbanos y juveniles con otras agendas locales y nacionales de carácter más político, en un franco proceso de construcción de ciudadanía incluso entre usuarios de la marihuana. Por ejemplo, la reivindicación del auto cultivo de la planta debe correr pareja con la agenda de los productores de la hoja de coca en la selva alta: En ambos casos, se trata de luchar por un Estado más democrático y menos represivo y corrupto.