#ElPerúQueQueremos

Las ojotas

Como para el día del padre...

Nunca decepciones a un niño

Publicado: 2015-06-10

- ¡El profe dice que tienen que ser ojotas! 

Me dice Mateo con lágrimas en los ojos. Es domingo, son las ocho de la noche y mañana es la actuación de fiestas patrias y tiene que bailar wititi. Ni yo ni Jesu, mi esposa, le habíamos hecho mucho caso.

- Total, que vaya con slaps…

Pero no, ahora leía con absoluta claridad la dimensión de las ojotas. El pobre no había sido escuchado. Recordé esa mezcla de indignación y ternura cuando los adultos no te escuchan de niño. El papá o la mamá no saben a ciencia cierta lo que se juega en ese pequeño mundo del colegio: que el profesor se moleste o piense o diga o sugiera o a ti te parezca que piensa que tus papás no te hacen caso y no te quieren y tú por dentro querer justificarlos porque tienen mucho que hacer; que tus compañeros –ellos sí con sus ojotas perfectas- te miren los pies con esas slaps disfrazadas a última hora con gutapercha por un papá somnoliento que te llena el corazón de cariño y ganas de llorar pero da igual porque no son ojotas y se van a burlar de ti aunque no te digan nada, porque solo eres un niño y no podías hacer nada para conseguirlas más que decirles a tus papás que las compren y al escuchar cómo ellos requintaban contra el colegio por pedir estupideces imposibles, te callaste.

Y ya estabas dispuesto querido niño de mi alma a soplarte la humillación, a disculpar al pobre de tu viejo porque lo viste forrando de gutapercha tus slaps de “hot wheels” y hasta lo animaste y te reíste con él para que no vea que estás triste y te van a fastidiar en el colegio porque no habrá quien no se de cuenta de las slaps disfrazadas, y querer y no poder explicar a todos que saliste con tu viejo a las 8:30 de la noche a buscar algún artesanal abierto en el centro y cuando lo encontraron vieron que no vendían ojotas y recorrer veinte zapaterías ya cerrando y no encontrar tampoco, y no poder explicar la angustia verdadera de tu pobre viejo por no conseguir las ojotas, y al final rezar con él el “ángel de la guarda” y acostarse con menos angustia.

Por eso estoy aquí,  en el mercado San Camilo, buscando una vendedora a las cinco de la mañana preguntando por un par de ojotas que no le importan a nadie, recibiendo las miradas extrañadas y socarronas de los verduleros y carniceros madrugadores que me dan claras muestras de que soy un idiota. Por eso es que cuando las encuentro le doy un sonoro beso en la frente a la señora que las vende, le sonrío y le pago en medio de un asombro que en ella se mezcla con esperanza y una risa llena de dientes de oro.

Por eso es que en la oficina, más tarde, sigue en mi corazón el sabor de la ternura que desayuné en la mañana, al ver a mi niño con el rostro iluminado contemplando un par de ojotas de cinco soles.


Escrito por

José Manuel Rodríguez Canales

Soy profe de teologías. Hice muchas cosas, RPP entre ellas. Hago teatro. Como manda Jesús, amo a la gente, buena o mala, el amor no separa.


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