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la música chicha fue la última expresión artística auténtica creada por una generación en el perú

La música chicha como mecanismo de inserción e inclusión social de parte de la juventud migrante en Lima (1960-1990)

“De repente, el rumor sordo y regular de la circulación urbana ha sido alterado por una confusa agitación de pasos, de voces, de gritos, ruidos de metal y de cristales rotos. El tropel de automóviles se detiene; se forman concentraciones de peatones; la masa en movimiento aumenta, y trozos de tela y de cartón hablan de ellos.” (Manuel Castells. Movimientos Sociales Urbanos. 1977)

Publicado: 2015-06-14


1. Presentación

Desde la segunda mitad de la década de 1960 surgió en Lima el género musical chicha, cuya importancia está estrechamente relacionada con el carácter masivo de su producción y consumo por parte de los hijos de migrantes y jóvenes migrantes asentados en la capital, que encontraron en dicho género una expresión de sus vivencias diarias en la ciudad, convirtiéndose así en una crónica de sus vidas.

La chicha alcanzó una difusión masiva en la década de 1980, logrando notoriedad en los diversos medios de comunicación, lo que conllevó a que diversos investigadores de las ciencias sociales dedicaran sus esfuerzos académicos por comprender dicho fenómeno social, ofreciéndonos diversos resultados.

Consideramos que en la literatura sobre el tema, son dos los estudios centrales. El trabajo desarrollado por Wilfredo Hurtado Suárez, cuya investigación está expuesta en su libro “Chicha Peruana. Música de los Nuevos Migrantes” y la tesis de Arturo Quispe Lázaro “La música chicha: ¿expresión de una cultura e identidad popular en formación?” .

Ambos autores tienen una perspectiva académica diferente sobre el tema. Hurtado Suárez sostiene que la música chicha es un género musical que representa la continuidad de la cultura andina en espacios urbanos, como símbolo de resistencia a la cultura occidental urbana presente en Lima.

Por su parte, Arturo Quispe Lázaro sostiene que la música chicha forma parte de una expresión de identidad popular que no es andina ni propiamente urbano- occidental.

En este ensayo buscamos aproximar ideas centrales de nuestra futura tesis, aportando al conocimiento sobre el tema que nos darán una mayor comprensión al respecto y que define a la música chicha, como una expresión cultural eminentemente urbana, producida y consumida por jóvenes migrantes en Lima, que encuentran en ella el medio para adecuarse a la ciudad, adoptando valores propios de su contexto, tales como el vestido, el idioma y la lógica comercial de su producción y consumo.

2. Contexto


Producto de las migraciones internas del campo a la ciudad se dio el contexto para que se forme una nueva identidad que poco a poco pudo haber integrado al perú

Como consecuencia de la masiva migración a Lima desde 1940, surgió en la capital un gran contingente poblacional conformado por nuevos actores que llegaban de zonas rurales, principalmente la sierra, con un bagaje cultural, propio de la cultura andina, entre los que destaca “… el complejo música-canto-baile [que] se revela como uno de los más vitales de la [misma]” .

Las sucesivas oleadas migratorias alteraron el rostro urbano de la ciudad de Lima, convirtiéndola, para la década de 1960, en un espacio mayoritariamente provinciano, en donde se produce el encuentro entre la cultura andina, que portaban los migrantes, y la cultura oficial criolla, de corte occidental, presente en la ciudad, lo que produjo profundas transformaciones en el ámbito social. De esa manera, se abrió paso a una nueva estratificación social que recompuso las fuerzas e intereses que determinaron –y acaso determinan- la dinámica profunda de la vida nacional: “un país dual”, de culturas y clases sociales enfrentadas: lo andino y criollo .

El flujo migratorio de las áreas rurales al espacio urbano generó un profundo cambio en la ciudad de lima, la cual se evidenció en el crecimiento demográfico en la ciudad , el surgimiento de nuevos espacios de vivienda para los migrantes, denominadas barriadas, y traslados internos de parte de la población criolla, económicamente pudiente, que dejó el centro de Lima como su habitual espacio de vivienda, para trasladarse a la zona sur de la capital.

Agotadas las oportunidades laborales, producto del auge económico de 1950, surgirán actividades económicas no previstas desde el Estado, como el masivo comercio ambulatorio (“cachueleros”), trabajadoras domésticas y grupos oprimidos de diversa manera.

Este nuevo contingente social tendrá que adecuarse a las diversas ocupaciones propias de una ciudad en acelerado proceso de cambio como lo fue Lima en 1960, lo que conllevó a que adopten nuevos valores, conocimientos y habilidades, siendo uno de sus principales medios, para esa adecuación, la radio y la televisión, quienes influyeron en las preferencias “socioculturales” de los migrantes. Sin embargo, “… a la vez que los migrantes terminan de asimilar en la ciudad los hábitos y servicios urbanos que estaban a su alcance, ellos mismos propician la difusión de una serie de normas y valores reputados como pertenecientes al mundo rural. Los cuadros de desadaptación sicológica y social tienden a ser menores cuanto más migrantes se concentran, lo que facilita el proceso de asimilación a la metrópoli, permitiendo el traslado o imposición de determinados contenidos culturales de origen rural, fenómeno que da lugar a la “ruralizacion de la ciudad”. Aparecen así dentro del medio urbano numerosas actividades sociales y culturales con fuerte raíz serrana, junto con formas comunales de asociación y organización y una creciente práctica artística y musical de origen andino popular...”

Uno de los espacios de reproducción de estas manifestaciones fueron las asociaciones y clubes provinciales, los cuales para la década de 1960, proliferaban en Lima, teniendo entre sus socios a miles de provincianos. Su constitución enfatizaba intereses sociales, culturales, económicos y políticos. Este espacio “ofrecía al migrante una base de vida social […] [reforzaban] la capacidad del nuevo limeño, para transferir el vínculo orgánico andino y defender su identidad cultural. El baile y la música forman parte integral del sistema cultural transferido y constituyen un núcleo importante de la nueva cultura adaptativa con que el migrante transforma la vida en Lima.” Podemos decir, entonces, “que la explosión demográfica y el crecimiento urbano de la metrópoli [producto de la masiva migración a la ciudad de Lima] fue, al mismo tiempo, un proceso de invasión cultural y artístico fuertemente serrano.” (Llorens. 1983: 119)

De esta manera, las expresiones artísticas andinas se popularizan en la capital, entre los que destaca la música, la cual alcanza difusión, a gran escala, por los medios de comunicación, especialmente la radio, aunque en un primer momento haya sido parte de la programación en horario de madrugada.

Es así como se produce un aumento significativo en los programas de música andina, que hasta antes de 1970 sólo eran 11, mientras que para 1972 llegaban a 36. Incluso radios dedicadas a trasmitir otros géneros musicales cambiaron su programación para difundir música andina, debido al consumo extendido de dicho género, como el caso de Radio San Isidro, conocida como “la nota elegante del dial”, y que pasó a llamarse “la nueva voz del folklore”.

La reproducción y alcance masivo que tendrá la música andina en Lima en 1960 promovió una fusión de estilos musicales que operó en dos direcciones: el primero, que introduce en la juventud de clase media el interés por instrumentos y estilos de música andina, influenciados por la nueva canción latinoamericana; y la segunda, influye en las preferencias musicales de los jóvenes migrantes en Lima, que si bien reconocen en la música andina una expresión valiosa, no es así para definir sus experiencias y vivencias en un contexto urbano como Lima. Debido a que “la reproducción de lo andino [en la ciudad] es útil al comienzo; después ya no, porque la ciudad gana a los migrantes, los absorbe y la reproducción de lo andino se corta.”

Si bien la música andina fue ganando espacios en los medios de comunicación, junto a ella se difundieron otros géneros musicales que fueron sumando a las preferencias “socioculturales” de una juventud emergente. Este es el caso del rock y la cumbia, siendo esta última la que alcanzó un gusto masivo en los sectores populares. ¿La razón? La cumbia es un género musical tropical caribeño que tiene carácter festivo y puede ser bailado, además de tener una presencia en el ambiente musical popular limeño desde 1950.

Fue entonces cuando un nuevo estilo musical, influenciado por la cumbia colombiana, producida por Enrique Delgado Montes y su grupo Los Destellos, empieza a difundirse rápidamente. Conocido en ese momento como cumbia peruana, sus primeras producciones eran sólo instrumentales, donde la guitarra tenía el protagonismo en el conjunto musical, como influencia del rock, tal como los describió Enrique Delgado Montes:

“…justamente el rock ha sido uno de los ingredientes que se aplicó para interpretar la música tropical peruana aprovechando que en esa época estaba de moda…”

La influencia de la guitarra ha sido determinante para darle un mayor alcance a la chicha, tal como lo hace saber José María Salcedo:

“La guitarra eléctrica, los amplificadores, se imponen como necesidad auditiva y el ruido propio de la gran ciudad –Lima era más o menos silenciosa cuando el vals se echó a andar- parece condicionar una especie de “oído social” chichero, más apto para las grandes explosiones que para las sutilezas de una guitarra más o menos clásica.”

Con la difusión masiva, los temas fueron tomando letra para expresar una realidad que formó parte de una identidad en formación.

Al respecto, Oscar Carrillo, Co-director de “Los Pakines” dirá:

“A partir de esas agrupaciones fuimos buscando una personalidad con un mensaje musical propio, que llegara a ese grueso público que empezó a bailar con nosotros, que empezó a gustar lo que nosotros hacíamos.”

La chicha respondía entonces –tal como lo sugiere Arturo Quispe Lázaro- a la necesidad de ser originales, de tener un derrotero propio, una identidad y ubicación social en la ciudad, que es más que la sola fusión de diversos géneros musicales.

¿Quiénes eran su público? José María Salcedo nos ofrece una descripción:

“Son mucamas de San Isidro, Miraflores, Lince. Son estudiantes de cenecapes, academias, escuelas de secretariado. Son vendedores ambulantes, posibles ingresantes a la universidad que esperan una mejor ocasión, choferes y cobradores de microbús. Son provincianos en Lima o limeños de provincia.”

Esa juventud (de 1960) que, así como sus padres, vivía el desarraigo social y cultural, presentaba mayores condiciones para lograr una ubicación en la ciudad de Lima, puesto que había nacido y se había desarrollado en dicho contexto. La chicha significaba, por tanto, la oportunidad de encontrar esa identidad en la urbe. Así lo manifiesta Arturo Quispe Lázaro:

“La nueva sensibilidad era producto de la mixtura, de la confluencia de muchos cabos, de las circunstancias y de los cambios sociales, culturales y políticos. Todo ello es la chicha, la confluencia de todos en una, de una atmósfera enrarecida preñada de muchos padres, que sólo el huayno y la cumbia pudieron concebir. […]Por ello la música chicha no es cumbia ni huayno, es simplemente chicha con sentido, sensibilidad y contenidos propios, con ritmo y melodía igualmente propios.”

Para los etnomusicólogos Raúl Romero y Chalena Vasquez, la chicha significa un empobrecimiento de la música andina en Lima. Rodrigo Montoya, en un balance poco favorable para este género musical, encuentra cuatro características de la música andina que desaparecen con la chicha: en primer lugar, los temas ligados a la producción agrícola y ganadera, al ciclo vital, a la religión, a exaltar el valor comunal y también el humor; en segundo término, la naturaleza; un tercer punto, la memoria histórica para recordar hechos y figuras del pasado; y, por último, la poesía. En otro trabajo, señaló que “en la chicha lo andino pasa a un segundo plano. La guitarra eléctrica es lo importante porque significa estar a tono con los tiempos.” La “modernidad”, el estar a “tono con los tiempos”, hace que lo andino, como referente cultural desaparezca y se asuman nuevos patrones, eminentemente urbanos, así también lo entiende Montoya: “La reproducción de la cultura quechua es importante en la primera generación, aparece débilmente en la segunda y se pierde en la tercera.”

3.- Periodos del desarrollo de la chicha


Los Destellos fueron los iniciadores de lo que después será llamado la música chicha.

El desarrollo de la chicha, como género musical, distingue dos periodos: el primero que comprende desde 1968 hasta 1977, aproximadamente, donde alcanza gran predominio la chicha costeña, la cual tuvo cercanía a la cumbia colombiana, siendo los grupos más representativos de este estilo “Los Destellos”, “Los Mirlos”, “Los Pakines”, “Los Diablos Rojos”, “Los Beta 5”, “Los Ecos”; y el segundo periodo, que comprende de 1980 a 1988, donde la chicha alcanza difusión y aceptación masiva en las ciudades del centro del Perú, así como los migrantes andinos pasan a ser el componente social mayoritario en Lima, lo que conllevó a que este estilo musical se vaya ahuaynando, siendo el grupo más representativo de este periodo “Los Shapis”, grupo formado en Huancayo, que alcanza mayor difusión al llegar a la ciudad de Lima, por encontrar en ella un gran contingente poblacional que consumía su producción.

Cuando la chicha se consagró definitivamente como “boom” musical en los sectores populares, existían ya los suficientes conjuntos como para desarrollar un mercado y una competencia comercial. Grandes empresas disqueras fueron las primeras en captar a los conjuntos que causaban furor: “Los Destellos”, “Manzanita y su conjunto”, “Los Diablos Rojos”, “Los Ecos” y otros más.

A su vez, la radio inició la difusión y promoción de los discos y de las fiestas. Radio Libertad, Onda Popular, Continente y Éxito fueron las más importantes en esto. Más tarde aparecen otras como Oriente, cuyo propietario fue Enrique Delgado –director de “Los Destellos”- o Independencia, lo que nos muestra cómo este género alcanzó gran difusión mediática, debido a encontrar en la juventud migrante de Lima de 1960 su principal público.

Así también –tomando siempre la periodificación de Quispe Lázaro- se desarrollaron dos etapas de tránsito de la chicha. La primera de ellas se produjo entre los años 1978 y 1980; periodo que marca el paso de la chicha costeña a la andina ¿Por qué? Primero por el aumento demográfico en Lima producto de la masiva migración rural en la década de 1960 que ya mencionamos, pero añadido a ello, al florecimiento de los grupos folklóricos estudiantiles-universitarios, quienes vinculados, en su mayoría, a los movimientos de izquierda del Perú, llevaron a cabo su trabajo artístico con matices de la música andina tradicional, el cual era un imperativo en la política de la izquierda peruana por rescatar la tradición; surge entonces “La Nueva Canción” con grupos muy reconocidos en ese tiempo como Tiempo Nuevo, Kori Llacta, Vientos del Pueblo y otros más, quienes difunden un huayno al estilo del folklore latinoamericano que alcanza gran popularidad. Es entonces cuando temas de esta corriente musical como Poco a Poco es interpretado al estilo chicha por Lorenzo Palacios, más conocido como Chacalón, director del grupo La Nueva Crema, la cual alcanza un gusto masivo. Según referencias del mismo Quispe Lázaro, en plena fiesta bailaban este estilo a ratos con pasos de cumbia y a ratos con zapateo. No hay duda entonces que la chicha se hacía más andina con su devenir.

La segunda etapa de transición de este género musical se produce entre los años 1988 y 1990 , donde la chicha se repliega y decae en su difusión ¿Debido a qué? Principalmente por el ingreso de otros géneros musicales como el merenge, la salsa, el rap y el rock a gran escala.

4.- Nuevos valores de una identidad en formación


se dejó el quechua como idioma, se adoptó la forma de vestir urbana y las letras fueron la crónica de la vida diaria en la ciudad 

La chicha representó una expresión de identidad migrante en Lima, la cual permitió a dicho grupo poblacional adoptar diversos valores propios de la ciudad, que le permitieran incluirse en ella, siendo uno de los valores adoptados, la ropa. Así los definió Jaime Moreyra, integrante de la agrupación Los Shapis:

“Empezamos con chalecos, como era costumbre en la época, pero después nos pusimos blue jeans, y más adelante unos polos ceñidos que vimos en Lima, que tenían los colores del arco iris […] Con ese vestuario tocamos en el festival de la cumbia peruana, en el año 83 [añade Julio Simeón] Nuestra intención era lucir modernos.”

La ciudad fue sinónimo de modernidad. Lucir modernos era adoptar una identidad urbana.

José María Salcedo nos ofrece una descripción de cómo vestían los Shapis, una de las agrupaciones más importantes de la chicha:

“Polo azul con varias franjas: roja, naranja, amarilla; pantalón blanco con la reproducción del decorado de la camiseta, mocasines blancos. Y entonces, como un manifiesto, como si hubieran tocado marcha de banderas, manos anónimas despliegan inmenso lienzo sedoso, con los colores de la camiseta.”

En este contexto, la chicha fue convirtiéndose no sólo en una expresión, sino en un vehículo de inserción y adecuación a la ciudad.

“Yo escuchaba chicha en el trabajo, ahí me empezó a gustar, no sé por qué, pero sonaba bien, pero creo que se debía a que tocaban temas que yo vivía diariamente […] me gustaba la chicha porque habían temas que decían cosas que yo vivía diariamente, el huayno sólo decía cosas como volver a mi tierra, le cantaba a las provincias y yo no vivía en provincias, ahora era una limeña más, tal vez no nací acá, pero si vivía acá y eso era suficiente para ser diferente.”

Una generación que no se reconoce andina y que se reconoce como limeña, aun no habiendo nacido en ella.

“Cuando fui trabajando y ganaba dinero me fui comprando ropa como los que se usaban acá. Ya dejaba mis vestidos de la sierra y me ponía casacas o faldas como usaban acá las limeñas, entonces fui dejando de hablar el quechua y ya no se me salía el mote al hablar, lo cual me ayudó porque así nadie me despreciaba diciéndome chola o serrana.”

El principal motivo para esta rápida adopción de nuevos valores culturales fue la discriminación, manifiesta en los esteriotipos y calificativos a la nueva población que llegaba a la ciudad por parte de la clase media y alta del país, por esa razón, se dejan de lado diversos aspectos de la cultura andina:

“Yo en Huancavelica trabajaba sólo en la chacra, acá en Lima tuve que aprender a hacer otras cosas, como vender zapatos, ser empleada de casa y otras cosas más. Justito yo entré a trabajar por San Martin de Porres, por donde ahora es Caquetá, en una galería, y me pusieron de vendedora y yo no hablaba muy bien el castellano, porque yo primero aprendí hablar quechua, entonces a veces los clientes me notaban eso y me decían “chola, serrana, aprende bien hablar el castellano”, otro me dijo: “acá en Lima castellano se habla, el quechua es para los serranos”

Con un contexto que discrimina y segrega no hay otra forma de sobrevivir que adoptando los patrones socioculturales de la ciudad.

Estos estigmas para con las clases populares alejaron un público de clase media que a comienzos de la chicha gustaba ir a sus conciertos. Así lo relató Edith Delgado Montes:

“Nosotros dábamos conciertos en un teatro que quedaba por la cuadra 12 de la avenida Brasil. A esos conciertos venía gente de clase media, gente que vivía en Jesús María, Magdalena, pero poco a poco dejaron de ir porque nos empezaron a decir que éramos música delincuencial y de mal vivir. Espantados por esto, la gente de clase media que gustaba de nosotros nunca más vino.”

La discriminación es sinónimo de violencia y un discurso que ampara la imposición de la modernidad.

Un aspecto importante de esta nueva identidad en formación es la temática abordada por la música chica. Temática que retrata vivencias de una juventud emergente que fueron musicalizando el proceso de adecuación de este nuevo sector poblacional en Lima:

“A todos los jóvenes nos gustaba la chicha, no sé por qué, sólo puedo decirte que cuando venía algún grupo chichero como Destellos, Celeste o algún otro, éramos los jóvenes quienes íbamos a sus conciertos, no así nuestros padres, quienes nos prohibían salir.”

Un conflicto intergeneracional que va evidenciando circunstancias y condiciones diferentes para el consolidamiento de un proceso en continuo cambio:

“Para eso de 1969 se empezó a escuchar una nueva música, que después se llamó chicha, Acá en Independencia tuvo bastante pegada, incluso hubo un grupo que tocaba este género musical que no recuerdo cómo se llamaba. Los lugares de reunión era el Colegio Nacional San Martin, ahí nos reunimos todos los que éramos jóvenes en ese tiempo. Venían grupos como “Los Destellos”, “Los Mirlos” y las fiestas eran inmensas […] ¿Por qué éramos los jóvenes quienes asistíamos? Creo que se debía a que era una música que cantaba nuestras vivencias […] el huayno no cantaba eso, el huayno era nostálgico para su tierra.”

Así mismo, otra de nuestras entrevistadas nos comenta:

“¿Por qué nos gustaba a los jóvenes la chicha? No sé. Tal vez porque cantaba cosas que nos pasaba, por ejemplo, cuando ya vivía acá (Tablada de Lurín), trabajaba de cobrador en la banchero, que era la única que venía a esta zona y, entonces, salió una canción del grupo Celeste que se llamaba “Soy cobrador” y que a mí me gustaba porque contaba lo que yo vivía.”

Un género musical cuya temática de sus letras son las vivencias diarias de una generación que empieza a construir sus referentes de pertenencia.

Finalmente, la música chicha puede ser un género que ha tenido un conjunto de adjetivos que la ha marginado como expresión cultural de un sector social, pero es, a todas luces, la última expresión artística genuinamente original que se ha creado en el Perú y que ha podido constituirse en un producto artístico de exportación.


Escrito por

Damiler Díaz Terán

Padre. Antropólogo. Hincha del Deportivo Municipal. Amante de leer todo sobre historia...


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