Manuel Acosta Ojeda, mientras exista voz, habrá fe para luchar / NicolásMatayoshi
En el día de la canción criolla
“No sé qué encanto posee la tierra mía,/ será quién sabe el embrujo de sus mujeres./ O acaso las dulces notas de mi canciones,/ que toda América canta con alegría.
Por: Nicolas Matayoshi
Enterado del fallecimiento del compositor limeño Manuel Abraham “Mono” Acosta Ojeda, (1930 - 2015) quise expresar mi pesar mediante un obituario, pero con el paso de los días, pensé que sería mejor rememorar al personaje pícaro y profundamente vital.
A principios de 1970, no recuerdo si fue en casa del historiador Pablo Macera o en casa del pintor Oscar Allaín, se reunió un grupo de ilustres personajes, los compositores Manuel Acosta Ojeda, Luis Abelardo Núñez, Manuelcha Prado y Raúl Vásquez, los poetas Hildebrando Pérez y Rosina Valcárcel, dos o tres personas más y yo, “paracaidista” que por azar me encontraba en Lima.
Yo nunca he sido un “bebedor social” ni “bebedor socialista”, como solía comentar el Mono en son de broma; era una tertulia bohemia y mi primera impresión fue que Abelardo hacía honor a su pinta de relojero japonés, mientras que Manuel parecía un mecánico de La Parada, por su camisa de franela; Raúl Vásquez, infatuado por sus recientes éxitos: “La plañidera”, “Natacha” y “Vas a ser mi compañera”; trataba de robar el protagonismo de la noche, Manuelcha, más bien discreto, me acompañaba en el silencio andino.
Entre copa y copa, cogieron la guitarra y las postearon surgió entonces un recital de música criolla excepcional. -¡Ya, pues, Chino, canta!
Fue emocionante escuchar en la voz de su autor el vals “Embrujo”:
“No sé qué encanto posee la tierra mía,/ será quién sabe el embrujo de sus mujeres./ O acaso las dulces notas de mi canciones,/ que toda América canta con alegría./ De mi guitarra brotan notas que cantan,/ penas que muchas veces nos da el amor./ Son como golondrinas que al cielo vuelan,/ huyendo despavoridas del cruel dolor./ El indio canta sus penas en un huaynito,/ añorando el pasado de su gran raza./ Y entre los andes suenan quenas y antaras,/ cuando vibran las cuerdas de un charanguito./ Ya se oyen los compases así así, de un valsecito,/ la coquetona polka, así así y el tonderito./ El pañuelo en el aire rasga un hechizo,/ cuando con elegancia así así, baila un mestizo./ Surge el ritmo peruano y en sus compases,/ parece que dijeran así así, ¿ahora como haces? / La mano de un moreno repiquetea suave madera,/ ¡a bailar se ha dicho hermano y aquí está la marinera.”
-¡Mejor canta “El puente”! – Sugirió el Mono Acosta y el Chino Abelardo cantó el “triste” norteño:
“Al otro lado del puente/ un nuevo cielo me espera/ yo voy a cruzar el puente/ aunque al cruzarlo yo muera.// Y si yo logro cruzarlo/ será mi mayor consuelo/ la muerte no será muerte/ no hay muerte bajo ese cielo.// Son profundos los abismos/ que esperan al caminante/ si vas a cruzar el puente/ no te muestres vacilante.// Tormentoso es mi destino/ lágrimas que voy dejando/ gracias a Dios, felizmente/ el puente ya voy cruzando.// Allí las aves son libres/ anidan en los laureles/ hay rosales sin espinas/ y los árboles no mueren/ los ríos no tienen dueño/ ni las montañas tampoco/ todos aplacan su sed/ bebiendo en la misma fuente.// ¡Dígame, si no hay razón!/ ¡Para que yo cruce el puente!”
La muerte de Javier Heraud, era sentida por los poetas de entonces, y la dupla de Abelardo y Manuel habían musicalizado algunos poemas; ahora estoy recordando ese hermoso poema “Porque mi patria es hermosa/ como una espada en el aire,/ y más grande ahora y aun/ más hermosa todavía,/ yo hablo y la defiendo/ con mi vida./ No me importa lo que digan/ los traidores,/ hemos cerrado el pasado/ con gruesas lágrimas de acero./ El cielo es nuestro,/ nuestro el pan de cada día,/ hemos sembrado y cosechado/ el trigo y la tierra,/ y el trigo y la tierra/ son nuestros,/ y para siempre nos pertenecen/ el mar/ las montañas y los pájaros.”
Totalmente impresionado esa noche me enteré que Luis Abelardo Takahashi Núñez era descendiente de japoneses y que Manuel Acosta Ojeda era nada menos que el autor de “Madre” y “Cariño”, que esa noche cantaron agasajando las gargantas con el espíritu del pisco y, en medio de risas, corrigieron una composición que nunca fue grabada ni dada a conocer: música criolla reservada sólo para privilegiados en jaranas de callejón:
“Te conocí, vendiendo ají, en la parada/ Yo era un cargador, del viejo camión que por ahí chambeaba/ Y tú al contemplar mi fuerza brutal, más te me templabas/ Ahí, en San Cosme te hice un nidito tan chiquitito para los dos,/ que tenía hermosa vista/ al mercado mayorista/ cerca del acequión/ (agua y desagüe)/ Mas como los pobres, no tienen la dicha/ tú te fuiste con el que vende salchicha/ y yo, con Felipa, la tomatera./ Hoy me han contado que te hace daño la naftalina /(polilla)/ en cambio yo, soy muy feliz/ tengo mi puesto de cancha y maní.”
El Mono y el Chino se dedicaron a hacerle arreglos, repitiéndolo varias veces, por eso quedó grabado en mi corazón como un tesoro íntimo que ahora comparto con ustedes.
Ya en esos tiempos se notaba que Manuel Acosta tenía cataratas incipientes, solía decir que era una “catarata sin agua”, también rememoraba que si bien no le había enseñado a escribir, enseñó a Julio Ramón Ribeyro a jugar billas y lo inició en los bares de Surquillo. Poeta él, era amigo de poetas, Paco Bendezú, Juan Gonzalo Rose, Gustavo Valcárcel, Javier Heraud, Hildebrando Pérez, Rosina Valcárcel y otros; esa noche las chanzas alcanzaban a Carlos Hayre, el compadre ausente en la jarana, que había logrado enamorar a Alicia Maguiña, la compositora buenamoza, autora de “Indio”, cuyas letras fueron modificadas esa noche: “La luz se hizo sombra/ y nació el zambo,/ La puna se hizo hombre/ y nació el indio./ Prisionero en su casa,/ zambo cautivo,/ sin luz en la mirada,/ zambo sombrío.”
Eran momentos de chacota, pero Raúl Vásquez no se dejaba amilanar, tomó la guitarra y creo que en vez de su “Plañidera” cantó “Vas a ser mi compañera: “Por lo que siento en mi pecho/ ante tu proximidad porque tu sonrisa/ Me hace rico en humildad/ por el mundo de alegrías que en tus manos/ suelo hallar porque aprendí a tu lado/ a conjugar el verbo amar.// Por eso vas a ser mi compañera/ para compartir mi pan mi camino mi ideal y mi llegar/ vas a ser mi compañera no me puedo/ equivocar tú serás con quien el día/ deba verme despertar.// Vas a ser mi compañera/ porque aunque te contradigo/ termino por entender los problemas/ los enojos tus caprichos de mujer/ porque nada es importante/ si no tengo tu calor/ porque las olas envidian vernos/ haciendo el amor.”
Manuel Acosta solía contar que Lucho Dean, el autor del valse "Gloria" lo trató de incapaz de componer un vals con letra y música. Eso lo tomó como un reto y así nació "En un atardecer" cantado por el trío “Los Chamas”:
“En la agonía roja de cada atardecer,/ se entristece la fauna y la flora desmaya;/ mientras por el poniente, el sol se hace una raya/ y el beso de la noche la luz hace correr./ Ya los bosques encienden sus luciérnagas tibias,/ canta el río más fuerte al permiso del ruido;/ los jardines ajenos libertan su fluido/ y los lagos afloran criaturas anfibias./ En espejos se miran las fieras al beber,/ la tímida gacela se incrusta entre la fronda;/ y lagrimea el sauce cumpliendo su deber./ La sirena se peina la cabellera blonda,/ al pie de la cascada invitando a querer/ y en el océano el sol, cada vez más se ahonda.”
Pero yo quería escuchar al autor del valse “Cariño” también interpretado por “Los Chamas”: “Dios me ha libertado del tiempo y del dolor/he pagado mi vida con sangre y juventud/ y ahora que soy libre para ofrecerme a ti/ le he pedido permiso te hice esta canción…”
Manuel Acosta contaba que por esa canción había sido excomulgado, porque el verso original era “sin pedirle permiso te hice esta canción”; pero se convirtió en el símbolo de una generación rebelde, una consigna secreta entre criollos conocedores; su espíritu irreverente siempre fue un signo de su actitud vital, como en la “resbalosa” “Cuando esté bajo la loza”: “…Échenme pisco, no me echen agua bendita/que no me echen tierra, me hace estornudar./ Y tampoco flores que me hacen llorar/ Échenme aguardiente para recordar/ los labios y copas que voy a dejar.”
Fiel a la bohemia también cantaba: “Cada latido es un paso hacia la fosa/ y en cada beso se nos va la vida/ buscamos los placeres sin medida/ y el cuerpo sufre cuando el alma goza…” Esa noche, también, me enteré que estaban celebrando la apertura del local, en el Rímac, de la Sociedad de Autores y Compositores Populares (SAYCOPE).
Pero no todo es chanza o jarana, Manuel era el “Alma grande” del criollismo peruano, solía contar el origen de su hermoso valse “Madre”, el periodista Jesús Raymundo lo reseñó así: “En una de sus madrugadas de mayo, después de cantar en “El Botellón”, visitó con sus amigos el bar “El Silletazo”. Era víspera de Día de la Madre, en 1951. “Mareado escribí sobre la envoltura de una cajetilla de cigarrillos algunos versos para mi madre, que me había dado todo. Sentí pena y remordimiento. A las diez de la mañana, cuando terminé mi auto confesión, fui a mi casa”:
“Madre, cuando recojas con tu frente mi beso/ todos los labios rojos, que en mi boca pecaron/ huirán como sombras/ cuando se hace la luz. / Madre, esas arrugas se formaron pensando/ ¿Dónde estará mi hijo, por qué no llegará?/ Y por más que las bese no las podré borrar. / Madre, tus manos tristes como aves moribundas/ ¡Déjame que las bese! Tanto, tanto han rezado, / por mis locos errores y mis vanas pasiones. / Y por último, Madre, deja que me arrodille, / y sobre tu regazo, coloque mi cabeza. / Y dime:/ ¡Hijo de mi alma!, / para llorar contigo.”
Volví a ver a Manuel Acosta Ojeda en el local de SAYCOPE, cerca al restaurant del mítico Enrique Tamashiro, en la avenida Francisco Pizarro, el antiguo Malambo del Rímac. En ese momento la presidencia de SAYCOPE la ejercía el pintor Oscar Allaín, se trataba de una institución que se preocupó, sin intereses de por medio, de velar por los derechos de autor, el local seguía el ejemplo de “la Peña de los Parra” en Chile, pero no era una empresa familiar, sino una utopía colectiva.
Los relacionados con SAYCOPE fueron hostilizados por empresarios poderosos: no existían para la televisión, bloqueaban las radios, las disqueras no les grababan. Años después Armando Massé el desconocido presidente ejecutivo de la APDAYC (Asociación Peruana de Artista y Compositores), dijo en una entrevista que Acosta Ojeda estaba sentenciado por el Poder Judicial y que si no estaba preso era por su avanzada edad. Manuel, muy respetado y querido había dejado de ser el “Mono” para convertirse en “Mao” contestó: “Sería bueno que me enseñe la sentencia. No van a ganar. Nunca pagué ni un centavo, y nunca estuve preso. Conozco mis derechos”. Su hija Celeste se enteró de que APDAYC guardaba las regalías de su padre: “Recaudaban por las canciones de Manuel sin que estuviera inscrito. Y para acceder a ese dinero tenía que hacerse socio de la APDAYC”, como Manuel Acosta Ojeda, no se inscribió nunca a la APDAYC, que sin embargo, siguen cobrando sus regalías.
Cuando se quiso cambiar el nombre “Día de la canción criolla” por “Día de la canción peruana”, SAYCOPE se opuso y el Congreso de la República, después de consultar a Alicia Maguiña dio un dictamen histórico negando el cambio de "canción criolla" a "canción peruana", por las siguientes consideraciones:
“Con la denominación de "Día de la Canción Criolla" no se posterga ningún género musical ni región del país. Implica sólo el reconocimiento a una forma de la música costeña/ La Resolución Suprema del 18 de octubre de 1944, que declaró el 31 de octubre día de la Canción Criolla, constituyó el triunfo de una generación de amantes de la música criolla/ El músico criollo celebra en el mes de octubre, y en especial el 31, la canción criolla. En cambio, el hombre del Ande vive su música todo el año./ El mes de octubre es el mes criollo. En él se dan la Procesión del Señor de los Milagros, el uso del hábito morado, la Feria Taurina del Señor de los Milagros, y el día de la Canción Criolla./ Modificar el nombre del día de la Canción Criolla puede ser interpretado por los seguidores de la música criolla como una nueva agresión hacia ellos: hoy sienten la agresión del Halloween o Día de las Brujas, conmemorado también el 31 de octubre y ya enraizado entre nuestra niñez y juventud./ Por último, no existe realmente una canción peruana. En el Perú existen muchos y diversos géneros musicales, con acompañamiento de la voz humana o sin él./ Por estas consideraciones la Comisión de Educación y Cultura se pronuncia por la no aprobación y envío al archivo del Proyecto de Ley N° 3077/97-CR, en aplicación del Inciso c) del artículo 70° del Reglamento del Congreso de la República. / Salvo mejor parecer. / Dese cuenta, Sala de la Comisión. / Lima, 18 de marzo de 1998. / Martha Hildebrandt Pérez Treviño, Presidenta.”
En su larga trayectoria de lucha, MAO ha sido objeto de agresiones, silenciamientos, presiones de diversa índole, pero también de reconocimientos y del insobornable cariño de su pueblo, es así que entre tantos galardones, el 2003 fue distinguido por el entonces Instituto Nacional de Cultura (INC) con la Medalla de Honor de la Cultura Peruana.
Finalmente, la etnomusicóloga Chalena Vásquez filmó su último cumpleaños, del que extraemos algunas palabras:
“Solo quise llenar el corazón de mi pueblo de música, de buena música…El hombre se ha hecho para avanzar, sobre todo nuestra patria tan, tan ultrajada, tan corrompida, tan…bueno, no alcanzarían adjetivos para llamar a esta vieja dulce que va muriendo con nosotros sin que la defendamos. Tenemos que hacer lo posible… Empezamos a morir cuando nacemos; o sea la vida es una agonía. No quiero entristecer la noche, sino que aprovechemos los instantes buenos, los padres buenos, los hijos buenos, los amigos buenos. Los pocos momentos que nos da la alegría, mientras la tragedia acecha escondida detrás de alguna sombra… fustiguemos la ignorancia, para conquistar la paz debemos ganar la guerra. Pero la guerra no solamente son fusiles, la guerra también es la intelectualidad, la guerra también es el conocimiento entonces, para cambiar esta patria y para vivir en paz. ¡Ganemos la guerra!”
Basándose en esas palabras, MAO escribió su testamento espiritual que apareció en el diario “El Peruano” con el título "Mi pueblo son muchos pueblos".
“En mi más reciente cumpleaños, familiares, amigos y compañeros me pidieron unas palabras. Respondí diciendo: “Solo quise llenar el corazón de mi pueblo de música, de buena música.”
En este caso, decir “mi pueblo” es lo mismo que decir “mis pueblos”. La vida ensanchó mi corazón al tamaño de América Latina, nuestra patria grande, y aún más allá, con todos los pueblos del mundo, cuyas luchas y cantos tuve el privilegio de conocer y amar. Pueblo es humanidad.
Compañerismo
Uno de estos ensanchamientos del corazón más importantes en mi vida fue hacia dentro. Había regresado de Europa, lo que me permitió constatar el abusivo trato de las disqueras en el Perú.
Al reclamar esta situación, fui vetado de hecho por los sellos, que no solo no me grababan, sino tampoco a ninguna composición mía cantada por otro, como me confió Roberto Tello.
Este silenciamiento implícito terminó siendo una bendición. Buscando espacios, ingresé al Sindicato de Artistas Folklóricos, donde llegué a ser secretario de Defensa.
Compartí con grandes músicos como el ayacuchano Jaime Guardia, el gran violinista huancaíno Zenobio Dagha y los cusqueños Alberto Rodríguez, patriarca de la familia Rodríguez; y Luis Durán, fundador del grupo Sol del Perú.
Entablé entrañable amistad y compañerismo de lucha con Ernesto Sánchez, el ‘Jilguero del Huascarán’. Tenía un enorme carro con el que recorrimos interminables localidades andinas, un viaje tan geográfico como espiritual.
Iniciativa de difusión
Venciendo carencias y dificultades, junto con el periodista Antonio Muñoz creamos la revista de arte popular Coliseo, referencia al Coliseo Nacional, verdadero refugio limeño de la música andina.
Escribían intelectuales de la talla de Juan José Vega, Josafat Roel, César Pajuelo y César Lévano.
Algunos creían que se trataba de un cancionero y nos reclamaban cuando, después de comprarla, veían que era un intento por demostrar la importancia de lo popular.
Así entró en mi obra el regalo del mundo artístico y social andino, y desde entonces engalana mis canciones, mis reflexiones y mis luchas sociales.
Un esfuerzo de integración cultural imprescindible. Se necesita de un compromiso limpio y valiente, como lo describió nuestro Juan Gonzalo Rose en los versos que dicen:
Mi propio corazón al paredón si se pasa al enemigo /Mi propia poesía al paredón / Si no quiere cantar lo que le digo.”
Recordemos la “Canción de fe” del querido MAO:
“Yo creo que algún día/ la espina se hará rosa/ y se hará luz la duda/ y el hambre se hará pan. / Yo creo que algún día/ se morirá la muerte/ y será la moneda/ de amor y de verdad.// Ese día el hombre/ será de color alma/ y el odio arrepentido/ querrá volverse amor. // Los niños tendrán risa, / los hombres tendrán paz; // Dios se volverá hombre/ y así se quedará.”
Manuel, maestro, como te escribieron: ¡Qué viva y que beba el Perú!
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Nicolas Matayoshi / 26 octubre 2015. Archivos adjuntos9:52 p. m.
para Ros
Querida Rosina, con mucho cariño te envío un artículo que te hará recordar un tiempo glorioso, es mi homenaje a Manuel Acosta Ojeda, en el día del criollismo.
Con mucho cariño y fraternidad sin límite:
Nico
(Hace 12 horas.)
MAO: Catalogado como autor de canciones de protesta, el maestro es eso y mucho más.
Sus canciones de amor figuran entre las más bellas de nuestro repertorio popular. Madre y Cariño son ejemplo demostrativo. Una de las razones del homenaje puede estribar en que Acosta es en sus letras un auténtico poeta paisajista. Participan los pintores: Óscar Allain, Carlos Ostolaza, Bruno Portuguez, Óscar Corcuera, Orlando Ocampo, Alfredo Alcalde, Francisco Izquierdo López, Ever Arrascue, Eliana Palomo y Guillermo Niquén.