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LA FASCINANTE PESCA POPULAR DE CHUMÍA

Realzando la dimensión social de un fenómeno por ningún lado estudiado

Publicado: 2015-12-21


El Huallaga y los rápidos de Chumía

El río Huallaga es uno de los componentes principales de la cuenca del Marañón, pero esta en su conjunto representa tan sólo el 5.2 % de la cuenca amazónica (Goulding et al. 2003). Chumía es el más grande de los tres rápidos o mal pasos que tiene el río Huallaga cuando atraviesa la Cordillera Escalera, entre las localidades de Shapaja y Chazuta, en el departamento de San Martín, algunos kilómetros antes de que este río ingrese a la llanura amazónica o selva baja. En efecto, su importancia como rápido no solamente está dada por el estrechamiento del cauce en dicho punto (aprox. 115 m. según cálculo con Google earth) sino también porque ambas orillas y el lecho mismo del río presentan acumulación de rocas provenientes de las dos quebradas de montaña que desembocan justo en el punto indicado. Aguas arriba de Chumía hay todavía importantes subcuencas selváticas de piedemonte andino, como las del Mayo, el Huallabamba, el Biavo, el Sisa, el Saposoa y por cierto las del Medio y Alto Huallaga, por citar las principales.

La “mijanada” o migración estacional de peces

Al inicio de la época de “vaciante” o reducción del caudal de los ríos debido a la disminución de lluvias que trae consigo la entrada del verano regional en la selva, el río presenta las características y condiciones apropiadas para que se desencadene una abrupta y masiva migración de peces río arriba, que hasta entonces se encontraban en las lagunas y bosques inundados de la llanura aluvial; hacia las subcuencas de piedemonte andino ya citadas. Exactamente a dónde van, para qué lo hacen y cuál es su magnitud, todavía no es posible precisar por la sencilla pero lamentable y sintomática razón de la absoluta falta de investigación que existe a nivel local respecto de este importantísimo tema, tanto en términos económicos, sociales como biológicos y ambientales. Sin embargo, por estudios hechos en otras zonas es sabido que, por lo general, buena parte de los peces amazónicos migran en busca de alimento –lo que determina su dispersión geográfica dentro de subcuencas y microcuencas más pequeñas- o con fines de reproducción, más concretamente de desove en aguas bien oxigenadas y de poca profundidad pues de lo contrario estallarían los huevecillos por la presión que significa estar bajo columnas de agua de mayor “doblura” o espesor (Miguel Tang, 2015, comunicación personal). Así, entre los grandes bagres se sabe que los adultos remontan o “surcan” la corriente con fines de desove hacia las cabeceras ubicadas en el piedemonte andino, haciendo recorridos de cientos y hasta miles de kilómetros, mientras que las larvas son llevadas a la deriva (corriente abajo), hacia las zonas de cría localizadas en las cochas y estuarios del llano amazónico (Carlos Cañas, Universidad de Florida, 2010). Valga mencionar que el momento mismo de la migración está dado por las condiciones propicias en que se encuentra el agua (cantidad determinada de oxígeno disuelto en ella, luz, acidez, caudal y temperatura del ambiente), las mismas que son finamente detectadas por los peces, sabiendo así cuándo es hora de emprender el viaje (WWF, sin fecha).

¿”Quiénes” migran?

A decir de Don Octavio Shapiama Guerra, Chazutino amante y practicante de la pesca con tarrafa desde tierna edad, entre las especies de peces más comunes que componen el mijano a la altura de Chumía, se encuentran la doncella, la mota, el bagre, la chiripira, el saltoncunchi, el zúngaro, para mencionar a las especies denominadas “de cuero” o sin escamas; el bocachico, la chambirina, el paco, el sábalo, la lisa amarilla y la negra, la corvina, la yulilla, la sardina y la mojarra, entre las que son de escama; y la carachama, cahuara y turishuque, entre los “subacuáticos acorazados”, es decir aquellos que llevan el cuerpo revestido de placas y gustan de filtrar los fondos.

La pesca tradicional, sus artes y sus técnicas

Resulta pues que los pejes de nuestra zona en su afán por remontar la corriente y llegar a las locaciones ya mencionadas, tienen que pasar obligatoriamente por la zona de los rápidos de Chumía, lo que significa que la concentración de ellos en el río se incremente en el tramo del angostamiento, y probablemente que ciertas especies e individuos de características determinadas, busquen hacerlo pegado a las orillas y entre las rocas, debido a que estos obstáculos amenguan la fuerza de la corriente y hacen sedimentar partículas que probablemente determinan condiciones particulares de alimentación. Conocido esto desde tiempos inmemoriales, las poblaciones ribereñas cercanas a la zona se dieron cita en el lugar practicando y/o desarrollando diferentes técnicas y artes de pesca de orilla, como son la “nasa”, el “tarrafeo” y el “jala jala”. La primera es un artilugio muy ingenioso a manera de trampa, levantada sobre el rápido mismo pero obviamente cerca a la orilla. Está conformada por una estructura de palos anclados a las rocas y amarrados por otros que conforman la pasarela, sobre la que se “teje” con piezas delgadas, una plataforma inclinada o “rampa” levantada en medio de la corriente y que está diseñada para “acoger” a los incautos pejes que vienen salvando las rompientes mediante vigorosos y casi atléticos saltos, pero que no regresarán a ellas -las espumosas aguas- porque la rampa tiene en su extremo superior, a lo largo de todo su través, una especie de “pestaña” de palitos inclinados en sentido contrario al del deslizamiento del pez sobre la misma, producto de la gravedad como de sus propias y poderosas contorsiones. Toca pues a los “pescatramperos” (término que acabo de inventar) que están a cargo de manejar la nasa, estar vigilantes a la caída de algún pez, y ser muy ágiles para asirlos y meterlos a la canasta antes que termine por devolverse al río.

La tarrafa o “atarraya” como se le conoce en la costa, es una red personal cónica, ingeniosa y paulatinamente diseñada por generaciones de cerebros humanos en contacto con la naturaleza y los retos que la misma exige, de diámetro pequeño y manejable (2.5, 3 y hasta 4 metros), con cocada o “puntos” de uno a seis dedos de separación, con plomos de lastre en todo su derredor y con una “bolsa” interior para atrapar de manera segura a los pejes que en un intento de fuga terminarán más enredados que nunca. La malla finalmente lleva una soga insertada al centro a manera de cordón umbilical pues en ningún momento debe soltarse de su portador y en muchos casos “creador”. La tarrafa debe ser lanzada al aire con mucha habilidad y hasta arte para que caiga completamente extendida sobre la corriente, o lo menos fruncida posible si el punto de pesca elegido se encuentra entre las grandes rocas que pueblan la orilla. El hecho, es que ni bien caiga la red en el agua, debe fondearse rápidamente con el propósito de atrapar a los pejes que en ese preciso momento pasaban por allí, o de cubrirlos si por algún motivo se encontraban quietos bajo su proyección. Pero si fue lanzada en zona de fuerte correntada, ni modo que se va a fondear completamente, por lo que debe recogerse casi de inmediato, lo que significa un considerable y sostenido esfuerzo por el peso de la red y eventualmente el de la captura, y por la mera resistencia que hace un agua absolutamente viva. Todo ello agravado por el equilibrio que debe tenerse para tirar de ella estando literalmente encaramado sobre una roca, so riesgo de que te caigas a las aguas blancas y te pierdas para siempre entre los yacurunas, seres de la mitología amazónica que habitan ciudades que hay en los fondos de los grandes ríos y lagos, tan iguales y con todo lo que existe sobre la superficie, incluidos bancos, tiendas y demás. Si la tarrafa se lanza en las aguas más calmas de la orilla, en un fondo que no es precisamente “parejo” sino cubierto de piedras, luego de que la malla se haya fondeado - y sobre todo si se siente tirones sobre la red - que no es sino la indicación de que ha caído una presa de considerable tamaño; inmediatamente el tarrafero debe sumergirse en el agua para cerrar las rendijas o puntos libres de cerramiento que haya podido quedar entre las piedras, y para arrear dentro de la bolsa a los “sabidos” pejes que hasta se colocan en posición vertical o “boca abajo” para pasar desapercibidos al “barrido” que se hace con los pies para inducirlos a que se introduzcan en el mencionado aditamento. No es poca cosa, en Chumía cuando te toca la suerte, en un solo lance puede recogerse 3 y hasta 4 doncellas, o 20 chiripiras, o 40 y hasta más de las pequeñas sardinas y mojarras!.

La tercera modalidad de pesca es la “jala jala”, materializada en un arte que no es otra cosa que un “espinel”, vale decir un cordel largo de nylon, de unos 30 a 40 metros, a cuyo tramo extremo va sujeto un ramillete de anzuelos y un peso que, en la ingeniosa versión moderna, suele ser una sarta de eslabones de cadena de motokar!. Los pescadores que optan y se especializan en esta modalidad de pesca, se ubican en sectores y hasta puntos específicos para desarrollarla a plenitud; esto es desde los atalayas que permiten las inmensas rocas que se hayan acomodadas no muy distantes de la correntada, como desde las playitas de arena que afloran por tramos a lo largo del Huallaga. Y ahí se ven a los jaloneros, uno al costado del otro, tirando sus cordeles hasta lo más lejos y metido de la correntada que puedan, jalando y jalando la línea con dinámicos tirones que buscan “robar” de donde puedan a la presa.

Algo común a los tres tipos de pesca, es la manera de conservar fresco y vivo los pescados, para lo cual se meten en pozas hechas exprofeso en lugares pedregosos y con el auxilio de un poco de cemento para levantar bajas paredes, o cavando un hoyo en la arena y forrándolo con una lámina de plástico, cuando se trata de algo más sencillo…

El fenómeno social

Ya desde principios de julio, la gente que sabe de qué se trata la pesca de Chumía, empieza a preguntarle a los amigos shapajinos y chazutinos, y hasta a los que viven en localidades cercanas pero ubicadas al inicio de la llanura, cómo está el río, si ya está desplayado, si las aguas ya están claras… y cómo no, si ya empezó a surcar el mijano!… Y de pronto, lo que era un lugar tranquilo y deshabitado, como una ranchería fantasma, empieza a recibir gente y más gente, venidos no solamente de los dos pueblos vecinos, sino también de Tarapoto, de Juan Guerra, de Buenos Aires y Cacatachi, de Picota, de Lamas, de Sisa, de Tabalosos, de Pinto Recodo e incluso del Alto Mayo!... Pero no vaya a creerse que todos ocupan las instalaciones estables y albergues de temporada que se levantan a la orilla de los rápidos, porque estas suelen estar destinadas a los “no pescadores”, vale decir a los curiosos de ocasión, algunos de ellos turistas extranjeros, y también a los “caseritos” que año a año se dan cita al lugar para pasar un buen fin de semana comiendo pescado fresco en todas sus formas, gozando del fenómeno tradicional y compartiendo con la familia y los amigos unos momentos agradables. En efecto, una buena parte de los que concurren a Chumía, pernoctan en las carpitas que ellos mismos arman valiéndose de palos que el río ha varado, sobre los que se tiemplan plásticos que servirán para protegerse de un sol verdaderamente inclemente y también del sereno matinal. Finalmente, sobre una plataforma también hecha de maderos varados o sobre la misma roca, se acomodan las esteras y colchones que proveerán el confort necesario para albergar por espacio de días y hasta de semanas a los “pescadores familiares” que ocuparán estos rústicos refugios de estación.

Por cierto que tanta concurrencia y permanencia requiere también de otro tipo de servicios y abastecimientos, por lo que no falta una que otra tienda cantina muy bien surtida – La Muyuna, por ejemplo, permanece abierta las 24 horas del día y de la noche e incluso tiene tarrafas en alquiler. También destacan los puestitos restaurantes que atienden con pescado siempre fresco y, si se quiere, hasta escogido por uno mismo pues es posible seleccionarlos de las aludidas pozas de espera. También hay botes para “chimbar” a la orilla de al frente, donde el fenómeno de pesca ocurre por igual, motokares que hacen traslados entre los pueblos vecinos, áreas de estacionamientos y acomodadores de motos, entre otros. Lo que sí brilla por su ausencia y ya hace falta son los servicios higiénicos, sin embargo no debe omitirse que existe una suerte de pacto tácito para tratar de hacer las necesidades en lugares apartados de la cohabitación.

La atmósfera humana

Pero tan igual que la pintoresca parafernalia física y material que rodea a Chumía, es digno de destacar la atmósfera humana que ahí se vive, pletórica de alegría, de buen humor, de compañerismo y solidaridad en la pesca aunque recién se esté conociendo al vecino de ocasión!... Tan así que es usual ver en puntos determinados de la pedregosa ribera del Chumía, pequeñas “colas” de pescadores en paciente espera de su turno, dando vivas o bromeando amistosamente al que en ese momento le está tocando, en razón de la suerte o desdicha que haya tenido en los pocos lances que le corresponde. Es más, aunque pudiera tratarse de un escenario ideal para que el esparcimiento y los festejos por una pesca próspera deriven en consumo excesivo de alcohol y en los desmanes que esto trae consigo, asombrosamente no son aquellos actos corrientes que sucedan en Chumía, y no sólo porque de por sí la pesca no es oficio de borrachos. Entonces por qué?, uno se pregunta… no tardando en acudir a la mente una respuesta: tal positiva actitud y atmósfera probablemente sea promovida en el espíritu humano por la abundancia con que la madre naturaleza prodiga a quienes están dispuestos a ganarse el pescado con el sudor de la frente, y fíjese que en Chumía aquellos no son pocos, y adviértase que la buena leche se contagia; esa parece ser la razón!

¿Ya es momento de regular y controlar?... Hablan los expertos…

Prestemos atención a lo que dice el hidrobiólogo Miguel Tang cuando fuera consultado por nuestra redacción, expresamente para saber su opinión sobre lo que puede estar sucediendo con la pesca popular en Chumía …

“la gente se alucina por la cantidad de carpas y pescadores en la playa pero si analizamos el volumen total estoy seguro que no se superan las 500 toneladas, lo que equivale al 0.6% de lo que produce la pesca en Loreto. Yo creo que este tema de Chumía podría regularse (y estudiarse) en temas de orden, seguridad, limpieza, pesca deportiva, identidad cultural. En términos pesqueros no creo que se pueda (requiera) hacer mucho ya que la población de peces que logra pasar este mal paso seguramente es superior al 70%…”.

A propósito de lo que pasa en Loreto, Tang también nos dice lo siguiente:

“… las redes honderas están una detrás de otra y de banda a banda, no te imaginas la devastación que hay y el problema es que la mayoría de mallas son de 2 pulgadas para el bocachico, pero se captura juveniles de las otras especies, entre ellas la doncella”… Y continúa así: “… cuando hay creciente agresiva y empieza la vaciante (para el caso del Chumía sólo sucede en esta época), los peces migratorios como la doncella encuentran mayor espacio y se escapan en abundancia de la masacre de Loreto, y es así que llegan hasta el Chumía”…

Y en seguida las opiniones del también biólogo en recursos acuáticos amazónicos, Carlos Cañas, un investigador de campo por excelencia!...

“… Aún no sabemos mucho del motivo de la llegada de estos peces a esta zona. ¿a dónde van? Al Mayo? ¿para qué? ¿a reproducirse? ¿a comer? ¿desde dónde vienen? ¿ “quiénes” hacen estos desplazamientos?. Estoy seguro que deben haber pescadores que pueden darte “pistas” iniciales, o tal vez la respuesta, y es por allí por donde se debe comenzar a trabajar, involucrarlos; yo diría dar esos pasos antes de sugerir regulaciones y control. Es cierto, es un lugar que hace más vulnerable a la pesca, a las especies migratorias, sin embargo si no sabemos nada o muy poco, sobre qué queremos regular?, prohibir/controlar sin una razón?. Además, hay otros elementos detrás como son los beneficios que la pesca trae a las poblaciones locales, ingresos familiares, etc. En este momento yo consideraría a la pesca, a las capturas de estos pescadores, como fuente de información que permitirá responder algunas de las preguntas de arriba”.

Referido precisamente a las interrogantes que se hace Carlos respecto del tipo y motivo de la migración masiva que hace su paso por Chumía, Miguel añade así, denotando este sesudo investigador charapa una interesante cuota de pragmatismo :

“… eso es fácil de determinar al momento de eviscerar los peces capturados; migración reproductiva si se presentan gónadas maduras (con huevos y esperma) o gónadas recién desovadas. Ahora, yo pienso que no interesa mucho qué tipo de migración es sino de dónde proviene y bajo qué circunstancias. Estoy completamente seguro que si analizamos los años en que el Chumía ha producido abundancia, estos van a coincidir con años de crecientes extremas, por ejemplo 2012 y del 2015… Éste sería un estudio fácil de hacer con encuestas locales (años de abundancia) y niveles del río Huallaga”.

Conclusiones y exhorto muy oportuno…

Ya hemos visto lo que es Chumía y lo que dicen los expertos; ante lo cual parece que no tiene argumento la urgencia con que algunos piden controlar y regular desde ya el fenómeno de pesca popular en Chumía. Por favor, no despertemos a los burócratas para su asunto favorito: hacer sentir su poder desde el escritorio aunque su propósito no guarde correlato con la realidad (burocracia = poder ejercido por el mero escritorio). En efecto, por lo que han expresado, parece que a ninguno de los dos les quita el sueño lo que está pasando en Chumía, por varias razones pero principalmente porque la capacidad depredadora humana, bajo las formas de pesca que se vienen dando - trampa nasa, tarrafa y anzuelo - no impactan de manera significativa como para resentir el recurso. Máxime cuando el ancho del cauce en el punto más estrecho de Chumía es superior a los 80 m., y cuando la parte más profunda y caudalosa del canal está ubicada hacia la parte media del río y no hacia los costados vulnerables al alcance de la gente. Además, tratándose de un fenómeno social y cultural con trascendencia para la Región San Martín, es sensato y justo pensar primero en evaluar la situación explicando y haciendo participar en los estudios a los pescadores y otros actores que se dan cita en el lugar. De esta manera, así se identificara posteriormente que es necesario empezar a aplicar medidas regulatorias, la implementación de las mismas sería mejor entendida y recibida por los usuarios; es más, una representación debidamente organizada de ellos pudiera ser la encargada de llevarlas a cabo, lo que sería muy diferente al simple “saludo a la bandera” en que terminan convirtiéndose muchas iniciativas de coerción impuestas súbitamente porque a “alguien se le ocurrió”. Chumía, te queremos libre y espontánea todavía!...


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