Héctor Béjar: “La gente cree que fuimos unos románticos”
Diario Uno
Nosotros estuvimos en una escuela militar, formamos parte de un sistema de escuelas por el que pasaron muchos hombres que después gobernaron en África, Nicaragua, Colombia…
Héctor Béjar, exguerrillero, escritor, pintor, doctor en sociología, docente universitario, amigo y colaborador de diario UNO, nos entrega Retorno a la guerrilla (Achebé, 2015), libro que tiene como fin romper los mitos instalados en el imaginario social sobre las guerrillas del Perú y el mundo en los años 60. “Fuimos parte de un movimiento mundial”, afirma sobre el Ejército de Liberación Nacional que dirigió.
El título es tentador: Retorno a la guerrilla. Sin embargo, no es un regreso al pasado, sino un recorrido intelectual sobre el proceso de cambios mundiales: la gestación del movimiento mundial de izquierdas contra la derecha, en un relato que se encuentra enfocado en la primera mitad de la década del 60, cuando dirigía el ELN en el Perú, un grupo conformado primero por cuarenta hombres, de los cuales Béjar es el único sobreviviente.
—¿Qué sucede en ese período en el mundo?
—La guerra de Argelia, la de Vietnam, el surgimiento del movimiento de descolonización americana, las guerrillas de América Latina, la Revolución Cubana, la expulsión de Cuba de la OEA, la Conferencia de Costa Rica, la de Punta del Este, el Che, y todos los intentos que hubo donde murió muchísima gente, algunos conocidos y otros no, en Argentina, en Paraguay, en el Perú… varios intentos de los cuales nosotros fuimos uno de ellos (el Ejército de Liberación Nacional peruano)… Guatemala, Colombia, Venezuela…, pero yo no quiero aislarlo en América Latina. Es una especie de réplica de la guerra, porque la guerra es una guerra contra la derecha. Es la derecha la que te abre la guerra, la derecha fascista nazi. La izquierda surge a partir de la Unión Soviética, y eso es como una ola que se amplía por todo el mundo.
—¿Revela todo?
—Sí. Yo hice un libro hace años que se llama “Perú 1965. Una experiencia guerrillera”, donde narro la puntita del iceberg. Retorno a la guerrilla es todo. Y creo que debe ser conocido. La gente cree que fuimos unos románticos, pero no. Nosotros estuvimos en una escuela militar, formamos parte de un sistema de escuelas por el que pasaron muchos hombres que después gobernaron en África, Nicaragua, Colombia… No nos conocíamos, porque eran secretas. No sabíamos que había otra gente, nos enteramos después. Los amigos te dicen eso: “Compadre, la verdad que…”, como decirte idealista, utópico. Y los enemigos dicen “¡Estos son unos locos, meterse cuatro tipos contra un ejército!”. Este libro es una repuesta a eso: fuimos parte de un movimiento mundial. Es, también, un homenaje a la gente que murió, toda una generación que se sacrificó. No solamente fuimos nosotros, y esa es la otra intención del libro, desmitificar que estábamos solos. Ese fue un movimiento campesino, asentado en la parte campesina, y con nosotros mueren los compañeros campesinos. Todo está centrado en Javier Heraud, y otros nombres, y es una injusticia. No tengo nada contra Javier, pero hubo otra gente, los que ahora son anónimos. El libro describe a la gente tal cual es, con sus defectos, sus estupideces, sus errores.
—¿Cuánto tiempo estuvo en combate?
—-En total, toda esta experiencia suma, incluido entrenamiento, desde comienzos de 1962 hasta febrero de 1966. Esta vida de aventuras son cuatro años, que cubren una parte preliminar en el Perú; una parte de exploración muy fuerte que también el libro revela, que no es conocida; más una parte en Bolivia, que también es desconocida…
—¿Por qué decidió hacer de este libro una conversación entre el “indiferente”, el “revolucionario”, el “cristiano” y…
—Y alguien que ni siquiera es indiferente, porque le llega todo… Porque creo que son las grandes posiciones de todo esto, dentro de un campo vecino, porque la derecha a mí no me interesa. Estas son las posiciones más próximas a lo que fuimos.
—Ha pasado más o menos 50 años.
—Desde 1965, son 50 años exactos. Escribí la primera versión de este libro en 1989. Nunca me gustó. Después ha estado durmiendo y ya este último año se me dio por resolver este problema. No salió publicada y durmió desde 89. Durante esos 26 años he venido pensando, también investigando, descubriendo cosas. Además, una cosa es la vida a los 20 o 24 años y otra cosa es la vida a los 79.
—¿Cómo es un día en una guerrilla?
—Tranquilo. Lo menos que haces en una guerrilla es combatir. Ese es otro mito. Si te pones a caminar, alguien se da cuenta de que estás ahí. Te pasas todo el día pensando en las musarañas y caminas de noche. Es la vida no solamente de la guerrilla: el mayor tiempo de un grupo armado es el tiempo del no-combate. El desafío de una guerra está en cómo mantienes la moral de la tropa.
El catedrático de guerrillas
“Le pusimos Ejército de Liberación Nacional por el ELN argelino, y por eso también el Che le puso Ejército de Liberación Nacional. ¿Y por qué argelino?, porque el profesor que nos instruía en Cuba, cuyo nombre revelo por primera vez, fue un hombre que asesoró a los argelinos en la guerra contra Francia, un coronel español nacionalizado ruso que combatió en la Segunda Guerra Mundial, donde tomó Praga. No era cualquier cosa. Yo he venido a descubrir esto investigando después. Qué estúpido, todos los días este tipo iba a hablarnos y no sabía quién era”, dice Béjar.
—Era el instructor.
—Fidel Castro decía: “Él es un catedrático, nos hemos traído un catedrático de guerrillas” y tú lo veías chiquito, calvito, coloradito, puro músculo, y hablaba hasta dos horas, sobre la teoría de la guerrilla, que era una mezcla de las guerrillas de Vietnam y de Argelia. Por las charlas de ese han pasado todos los guerrilleros de América Latina y de África. Murió en La Habana.
Ingreso a la guerrilla
“El Partido Comunista y otras organizaciones de la izquierda peruana habían conversado con los cubanos para enviarles una promoción de chicos para recibir entrenamiento militar y entrar en un movimiento guerrillero. Le entregan este encargo a Alfonso Barrantes Lingán y este se lo entrega a la Federación Universitaria y esta abre un concurso en la Universidad de San Marcos. ¿Quiénes quieren ir a estudiar a Cuba? Todo el mundo quería.
”Llegan estos chicos y yo ya estaba en la escuela militar. Los alojan en un lugar de becados, en la esquina de la calle G y calle 25, en el Vedado, en el centro de La Habana. Es un edificio. Un día, llega Fidel Castro. ¿Qué hacía Fidel ahí? Reúnen a todo el grupo, un montón de chicos, casi niños muchos de ellos, recién salidos del colegio. Empieza a hablar Fidel: ‘Bueno, aquí hemos hecho la revolución porque hemos hecho la guerrilla’ y les explica todo. Y empieza a hablar de la guerra. ¿Por qué hablaba Fidel de la guerra? ‘Porque ahora que ustedes van a hacer una instrucción…’. ¿Instrucción?
”Entonces, un compañerito que era obrero de construcción civil, que se apellidaba Valiente, le dice: ‘Compañero, ¿pero no sería mejor que nosotros estudiemos para técnicos textiles?’. Y Fidel responde: ‘Chico, no te preocupes. Ustedes hacen la revolución y nosotros les mandamos los técnicos’. Se había equivocado Fidel. Le habían dicho que ese grupo ya sabía que iba a la escuela militar. Los peruanos, pues, puchamare. Entonces, en esas condiciones, deciden ellos mismos quién va y quién no. Algunos quieren estudiar. ‘Bueno, compañeros, aquí el que quiere estudiar tiene toda la garantía de la Revolución para estudiar, y los que quieren el entrenamiento militar, mañana vamos’, dijo Fidel. Al día siguiente, estaban vestidos de verde olivo, con su mochila militar y su fusil”.
DIARIO Uno, septiembre, 2015. Marco Fernández, Colaborador
(Por el valor de la entrevista creemos debe divulgarse vía la Mula. Un saludo fraterno al compañero Héctor Béjar, RV".
Lima, 29 diciembre 2015