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Alfredo Barnechea y su "paraíso del saber"

Biblioteca del reconocido periodista y político fue incluida en el libro "Paraísos del Saber: 50 bibliotecas emblemáticas del Perú" Auspiciado por Telefónica. La suya destaca junto a la de instituciones, templos eclesiásticos y de los más renombrados intelectuales,literatos y artistas plásticos.

Publicado: 2016-01-20

A una persona también se le puede conocer por su interacción con los libros. Alfredo Barnechea, hoy candidato a la presidencia del Perú por Acción Popular demuestra su constante y actualizada preocupación por el país a través de los libros que posee y lee. Aquí el texto integro del capitulo dedicado a su biblioteca y que pertenece a la reconocida periodista y promotora cultural Ingrid Yrivarren. El libro fue editado en abril del 2015.

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Solo un fundamentalista del orden o un devoto de los libros conoce cuántos ejemplares conforman su biblioteca. Alfredo Barnechea, que tiene de ambos, lo sabe. O, por lo menos, lo sabía antes de adquisiciones recientes. Su último conteo arrojó 14.553 títulos; entre ellos, como escribió Borges, “alguno habrá que no leeremos nunca”. Un inventario extraordinario que el periodista y ensayista mantiene bajo una organización espartana: libros sobre el Perú, coyuntura latinoamericana, no ficción, Literatura, Historia, pensamiento político, Economía y otras secciones temáticas que, a su vez, se dividen en nuevas subcategorías. Todo ello convierte su magnífica biblioteca en una suerte de árbol genealógico del conocimiento.

Aunque pasen los años y cambien los métodos, él sigue convencido de que la mejor clasificación hecha en una biblioteca fue la que realizó hace dos siglos y medio Thomas Jefferson, cuando organizó la suya en tres categorías: memoria, razón, imaginación. Sin embargo, Barnechea no se queda atrás. Su disciplina se advierte en el método y la planificación con que concibe las cosas. Basta decir que su casa fue construida priorizando el lugar que ocuparía la biblioteca. Y al asomarse el visitante a ella, solo le queda admirar lo que, de seguro, sería el sueño de todo bibliófilo: dos pisos colmados de libros, con un área libre al centro, con pasillos de acero y estructuras de madera blanca que potencian la luz y la sensación de amplitud. Un espacio que permite perderse en el silencio y, al mismo tiempo, llama a la conversación entre buenos amigos.

Ese mismo aire de placidez y serenidad alcanza los alrededores de su escritorio, que se sitúa en una pequeña mezzanine que tiene como vista una piscina y un acogedor jardín donde pasa largas horas y encuentra las condiciones naturales para meditar: “Cuando lo miro, recuerdo que hace años leí que el primer jardín lo hizo Abel (y la primera ciudad la hizo Caín)”. Porque esa dosis de naturaleza ha ayudado a Barnechea —según él mismo confiesa— a sentir que siempre ha estado en el campo. Un verso de Whitman redondearía la escena: “(…) y holgazaneo a mi antojo, contemplando la brizna de hierba estival”.

Barnechea es natural de Ica, tierra de los textiles y las cerámicas de dos grandes civilizaciones precolombinas: Nasca y Paracas. En su juventud fue prácticamente adoptado por el círculo de pensadores e intelectuales más renombrados de la capital. Según el “Joven Barnechea”, como era llamado, esas tertulias fueron “la inolvidable educación sentimental de su vida”. No sorprende que haya conocido, de manera íntima, a casi todas las grandes figuras peruanas y, en muchos casos, latinoamericanas de los últimos 40 años.

Su amor por la lectura es reflejo de sus inquietudes intelectuales. “Lo más constante que he sido en mi vida es un lector. Desde que comencé a leer, no ha habido un día en el que haya dejado de hacerlo. Yo lo veo como dormir, comer, una acción natural que necesito realizar”, asevera. Y esa rutina espontánea está manejada por la búsqueda y la indagación. En su biblioteca conviven géneros dispares: al estirar la mano, uno podría encontrar la célebre biografía de Picasso hecha por Richardson, algún poemario de Seferis, un ensayo de Brodsky o Tocqueville, los maravillosos volúmenes de Makers of Modern Architecture o la obra completa de Malraux. Todo es posible. Tal como afirmaba Alberto Manguel en su prodigiosa La biblioteca de noche, “la habitación en la que un escritor se rodea de los materiales que necesita para realizar su trabajo adquiere una cualidad animal, como de guarida o nido, que contiene la forma de su cuerpo (..) aquí puede sentirse cómodo entre sus libros, puede ser un lector tan monógamo o polígamo como desee”.

En este refugio también resaltan algunas primeras ediciones de Vallejo, Valdelomar, Eguren y Westphalen, muchas de ellas heredadas de abuelos o tíos abuelos, como el reconocido poeta Enrique Bustamante y Ballivián, quien colocó en la entrada de su biblioteca la inscripción “Los que soñéis, pasad”. Y, por supuesto, Barnechea sueña. Y mucho. Celebra la vida con el correr de las páginas, de allí que su biblioteca se multiplique, “crezca como un arbusto salvaje”. Ningún estante queda nunca vacío por mucho tiempo. Si bien su colección no llega a ser especializada, es la de un lector curioso, enamorado del rumor del mundo, atento siempre a más obras de las que puede leer.

Pero el culto que profesa hacia los libros no es solo por su contenido, sino por todo aquello que les da vida, sustancia. “Como lector crónico, mantengo una relación física con ellos —confiesa—, los toco, los huelo, los miro. Por eso, casi soy incapaz de leer un ejemplar que esté descuadernado. Mis hijos se ríen de mis cuidados: por más subrayados que estén, mis libros lucen como nuevos”. Y es que la suya no será la Biblioteca Palafoxiana, pero, por su esmero, bien podría compartir la divisa que el obispo Palafox anotó en la entrada del recinto: “El que se halle en un beneficio sin libros, se halla en una soledad sin consuelo, en un monte sin compañía, en un camino sin báculo, en unas tinieblas sin guías”. Palabras agoreras que Barnechea sabe conjurar de la forma más certera: con avidez por la palabra escrita y el deseo intacto por los nuevos saberes.

Alfredo Barnechea García es máster en Administración Pública por la Universidad de Harvard, de Estados Unidos. Ha sido condecorado con la Orden Bernardo O’Higgins por el Gobierno de Chile, y con la Orden de Isabel La Católica por el Rey de España. Ha publicado, entre otros libros, La república embrujada (1995), Peregrinos de la lengua (1997), La mayoría de uno (2000), El edén imperfecto (2005) y Perú, país de metal y de melancolía. Memorias de una educación política (2010).

Influencia familiar Su madre tuvo enorme responsabilidad en su devoción por la lectura. “Cuando era chico, en un cumpleaños, ella decidió que no habría juguetes, sino la edición lujosa y clásica de Aguilar de las obras completas de Cervantes en papel biblia”, recuerda. Por supuesto, aún conserva el libro en perfectas condiciones.

Primeros tesoros En su caso, la dedicación y el cariño por los libros se originaron en la infancia. Recuerda que, de niño, su biblioteca personal estaba compuesta por unos tomos verdes del Tesoro de la Juventud, una biografía de Piérola de tapas blancas y amarillas, y un libro de Romano Guardini sobre Papini que, dicho sea de paso, nunca leyó. Además, tiene grabada su primera compra: “Tenía trece años, salí del colegio directo hacia una librería de Ica y fue una emoción conseguir Genio y figura de Ricardo Palma, de José Miguel Oviedo. Años más tarde, me llenó de orgullo poder convertirme en amigo de José Miguel”.

Libro: "Paraísos del Saber: 50 bibliotecas emblemáticas del Perú" Telefónica Ingrid Yrivarren 355 páginas.

Edición en PDF http://www.telefonica.com.pe/acerca-de-telefonica/libros/Para%C3%ADsos%20del%20Saber.pdf 




Escrito por

Claudio Alberto Temoche Cortez

El pasado está olvidado, el presente se está viviendo y el futuro lo estoy creando. Me gusta escribir, leer y jugar tenis de mesa.


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