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España: ¿ni Podemos ni cambiemos?

Publicado: 2016-01-23

La situación generada en España tras las elecciones del 20 de diciembre pasado, en las que previsiblemente ninguno de los partidos -nuevos o viejos- alcanzó mayoría parlamentaria aplastante, amenaza con convertirse en un culebrón, un laberinto ibérico, un drama casi de Corín Tellado. Ni el Partido Popular (PP), con sus 123 diputados, ni el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que tiene 90, logran salir del atolladero y “formar gobierno” sin desmayarse.

Antes de explorar las razones, o pasiones, tengamos en cuenta la aritmética básica del resultado. El Congreso de los Diputados, que es el que designa al “presidente del gobierno”, tiene 350 integrantes. Para que un partido, por cuenta propia o en coalición, ponga al jefe del Ejecutivo debe contar con 176 parlamentarios. Ninguno de los dos partidos históricos lo ha logrado esta vez y ‘Podemos’, el nuevo grupo político estrella, ha sumado en total 69 diputados.

‘Ciudadanos’, otro partido emergente, alcanzó a sentar a 40 diputados. Todo esto hace muy difícil cortar el jamón político. La alianza PP-Podemos es radicalmente imposible, no se daría ni el día del Juicio Final. Son agua y aceite de ricino, pues el frente liderado por Pablo Iglesias (‘Podemos’) nació como una suerte de insurgencia ciudadana contra el stablishment político global y español, donde los populares son vistos como la expresión mayor de esa casta.

Están en el gobierno, además, lo que a los ojos de los indignados españoles –hoy reunidos, en buena parte, en Podemos- los hace aún más impresentables. De modo que esa suma 123 + 69 = 192 (más que la mayoría requerida) no existe, es contraria a las leyes político-matemática españolas. Si el PP, desolado, se fuera a buscar a Ciudadanos (un partido de centro-derecha medianamente exitoso) alcanzaría 163 diputados. Tampoco le alcanzan la operación.

Por la banda presuntamente izquierda, los números son también enrevesados. Los 90 del PSOE+ los 69 de Podemos dan 159. Para hacerla, necesitarían algunos aliados adicionales. Tienen a los 2 de Izquierda Unida, con los cuales llegarían a 161, lo que no alcanza El Partido Nacionalista Vasco, que no es de izquierda para nada, pero se mueve como líbero con tal de que se le otorgue mayor autonomía a Euskadi, se podría apuntar con sus 6 diputados = 167

Podrían sumarse a ellos Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), que tiene 8 diputados, o Esquerra Republicana ( ERC), otra formación catalana, que tiene 9. Con alguno de ambos sí se pasaría la mágica valla de los 176 diputados. El problema, nada pequeño, es que estos dos partidos son devotos de la arriesgadísima independencia de ese territorio todavía español. No se allanarán a dar su apoyo si no se aprueba un referéndum para por un ‘sí’ o un ‘no’ a España.

Entre los aliados de ‘Podemos’ en Cataluña también hay partidarios del referéndum, como los integrantes de ‘En Común Podem’ (‘En Común Podemos’, en español), lo cual ha hecho decir a Iglesias que ellos saben cómo manejar este tema. Sin embargo, es algo que espanta al PP y no le fascina en absoluto al PSOE. En conclusión: no hay mayoría para las derechas y para las izquierdas la cuestión independentista es una patata caliente, que no es posible sacar de la sartén.

Otra posibilidad, magra la verdad, es que haya un presidente del gobierno investido con mayoría simple, sin contar con los 176 pero siempre y cuando los votos contrarios a su investidura no sean superiores a los que sume. Por ejemplo: si el PSOE y Podemos suman 159 tendrían que esperar que los del PP y Ciudadanos, así como los otros partidos, generosísimos, no voten en contra. Cosa improbable porque los populares ven a las huestes de Iglesias como peligrosos.

Hay una fobia recíproca entre ambos, correspondida plenamente, en tanto que los otros partidos jugarán sus fichas para no perder la parcela que tienen. Es por eso, y muchas cosas más, que Mariano Rajoy “declinó” este viernes su investidura luego de conversar con el rey Felipe VI, a quien este rompecabezas le debe estar sacando más canas que a su padre. Iglesias, por si no bastara, ya se ofreció como vicepresidente del PSOE, sin avisarle antes, con lo que aumentó el enredo.

Esta actitud del líder de Podemos da una pista de cómo se está moviendo este agobiante hilo de la madeja política en España. A pesar de su proclamada vena ‘anti-sistema’, ese gesto apareció como de un típico ‘político tradicional’. Trató de atrasar al PSOE, ponerlo a la defensiva (Pedro Sánchez, el líder de este partido, ya dijo que no acepta el “chantaje”) y colocarse como el fiel de la balanza, como el líder del movimiento que no puede ser ignorado luego de los comicios.

Es cierto: imposible ningunear a Podemos, un movimiento nacido hace apenas dos años, al calor de la indignación española, y que ha emergido como una tromba para voltear el bipartidismo PSOE-PP, que dominaba la política del reino hace décadas. Como siempre repite Iglesias, es un partido “de la gente”, que propugna una democracia más real, menos solemne e ineficaz, más conectada con las necesidades básicas de los ciudadanos que no tienen poder.

Esa es su esencia, para eso saltó a la palestra. No obstante, da la impresión de que Iglesias, en el tráfago de la real politik, está adquiriendo mañas de los políticos de antaño. Ponerle ese cabe al PSOE, por ejemplo, revela un ánimo de socavarlo, de capturar a sus votantes, o incluso militantes, para que en algún momento el gran partido fuerte de la izquierda española sea Podemos. De allí que los antiguos socialistas españoles anden enredados y dubitativos.

Se manejan entre la dirigencia tradicional, que hasta apostaría en formar mayoría con el PP, y una militancia que abominaría ese pacto y que quiere más o menos lo que quiere Podemos: más programas sociales, parar los desalojos de inquilinos que no pueden pagar su vivienda, poner más impuestos a los más pudientes, reactivar el aparato productivo en todos los niveles, no sólo en el de las grandes empresas. En suma, si el PSOE no se ‘Podemiza’ un poco pierde.

Todo eso no parece tan inviable, en términos de lo que podría hacer un gobierno. Contrariamente a lo que sostienen algunos mitómanos, el programa de Podemos’no es ‘chavista’, ni ultra. Su propio éxito electoral lo ha llevado a pisar tierra y a hacer propuestas que tienen más bien un aire social demócrata, ese que el PSOE perdió en los últimos años. Su plan habla de reestructurar las deudas “razonablemente”, de “mantener la estabilidad política” y otra ideas digeribles.

Iglesias, finalmente, se ha reunido con el rey Felipe VI, lo que ya lo sitúa dentro del sistema. Que sea mudo, o sigiloso, frente a los abusos del chavismo en Venezuela es criticable pero no lo convierte en un ‘español bolivariano’ y, en todo caso, no es eso lo que define la balanza política en España. Lo que está en juego es de qué modo este país, esta monarquía constitucional asustada, procesa este nuevo tiempo político, con nuevos actores, con la voz de la calle más fuerte.

Por supuesto, el riesgo del caudillismo en Iglesias –ya señalado por algunos analistas- está allí. Si tomara la ruta personalista lo que haría es, precisamente, desdecir la marca de Podemos, un grupo tan entroncado al sufrido ciudadano común sin voz. Si hace de la negociación un ejercicio de las triquiñuelas, se convertiría en lo que siempre criticó: un político cínico, sin imaginación y propenso a poner zancadillas con tal de auparse sin más en el Poder.

No es lo que la gente espera de él ni de su novedoso partido. Al mismo tiempo, tampoco espera darle todo el manejo de la situación. Tiene que aprender a convivir con los otros partidos, aún si lucen desvencijados y desprestigiados, a fin de que España no explote, ni por el independentismo catalán ni por la ingobernabilidad. Los barones del PP y el PSOE, por su parte, deben asumir que su tiempo de ‘notables’ en el sistema político caducó, que ya no vale un duro más.

Que en la reciente instalación del Congreso de los Diputados hayan acudido algunos miembros de Podemos, y de otros partidos, en bicicleta es un dato que en vez de ser considerado indecente debería entusiasmar. Que otra diputada haya llevado a su hijo en edad de lactancia al hemiciclo también. Algo nuevo está naciendo en España, hay que hacerlo correr, sobre ruedas limpias, hay que amamantarlo con prudencia para que alumbre una mínima esperanza de cambio.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

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