Reflexiones a un año de la derogatoria de la Ley Pulpín: Una crítica a los análisis hechos sobre el movimiento de las Zonas y perspectivas a futuro
Feliz aniversario. Pulpines nunca más.
Se cumple el primer aniversario de la derogatoria de la “ley pulpín”. Algo positivo de este proceso es que hay múltiples historias, crónicas y análisis desde los propios actores, algo que democratiza la memoria histórica de un proceso de lucha, aunque aún quedan muchos “héroes” silenciosos lejos de las plataformas mediáticas y de las palestras académicas. Actores de distintos barrios, así como de distintas regiones, cuyas historias deben ser recogidas para un análisis más agudo de un álgido proceso de politización de la juventud peruana.
Sobre los últimos se ha escrito poco, sin entender que su aporte fue primordial para generar esa crisis nacional que puso en jaque al Gobierno y logró la tan ansiada derogatoria.
Como uno de los actores de ese proceso, desde mi militancia en el Frente Amplio y como vocero de la Zona 5 durante dos meses, puedo dar cuenta de las disputas internas y de la convergencia de distintas voluntades que desencadenaron el movimiento. Se ha hablado mucho de la “novedad” que resultaron ser las “Zonas” para ese momento. Es algo sobre lo que quiero hacer hincapié, ya que reconocidos analistas, como Marisa Glave y Enrique Fernández-Maldonado, han escrito sobre este movimiento desde la sociología, análisis sobre el que voy a hacer una crítica que espero sirva para comprender el movimiento.
“Autonomía” y “horizontalidad”
1) Para empezar, Fernández-Maldonado propone que las Zonas presentan dos características representativas: “autonomía” y “horizontalidad”. Sobre la primera característica representativa, hay un límite difuso, que no puede ser totalizado; sino más bien debe ser puesto en perspectiva. Propone que la autonomía no sólo es “frente al Estado”, sino también “frente a los partidos políticos tradicionales”.
La “autonomía” sobre los partidos es relativa, ya que, para las acciones de lucha, el nivel de coordinación para la toma de decisiones pasaba por los cinco bloques (Zonas, sindicatos, colectivos, movimiento universitario y partidos). La mayoría de los coordinadores de dichos bloques formaban parte de partidos políticos: Leonardo Briceño (FA), Cesar Soberón (PCP), Cesar Ames (FA), entre otros. Asimismo, en la instancia interzonal las decisiones se tomaban por acuerdo de Zonas, pero muchos voceros, en distintos momentos, eran del Frente Amplio y otros partidos (José Carlos Zúñiga, Raúl Milla, Ricardo Milla, Yuri Lozada, Teddy Peréz, José Saldaña, quien escribe, etc.).
De esta forma es necesario problematizar esta “autonomía” y más bien colocarla en un continuum weberiano de tipos ideales, en la que la autonomía y la dependencia son opuestas, y las Zonas, más bien, se encontraban a la mitad. Además, esa relativa “autonomía” no pasaba sólo por las vocerías, sino por la experiencia de organización que aportaban los militantes de partidos. De esta manera, la dependencia y la autonomía son relativas, más bien, había una rica retroalimentación de experiencias, expresadas en los lenguajes, en la misma participación en la movilización, en la articulación con los otros bloques, etc.
Cabe mencionar, que el “aparateo” o estrategia de entrada al movimiento que otras organizaciones ligadas más a la Coordinadora 18-D (patria Roja, Fuerza Social) intentaron, fue contrarrestado, principalmente por militantes de partidos, ya que ellos fueron los primeros en alertar de esa estrategia a los compañeros y compañeras de las Zonas. Fue así que el Frente Amplio creo una coordinación propia dentro de las Zonas, para generar una estrategia que impida el avance de Patria Roja y su estilo “entrista”.
2) Sobre la “horizontalidad” hay que decir que es un ideal muy difícil de conquistar, que está muy presente en el discurso de muchas tradiciones ideológicas; pero que muy difícilmente se puede poner en práctica. Más bien, lo que es real, es cómo el discurso opera sobre la práctica y viceversa. Es decir, cómo en un sistema pensado para la horizontalidad, como fue el de las Zonas, se ejerce el “poder” o el “prestigio”. Aquí, de nuevo, mi aporte desde la antropología.
Pierre Clastres fue un antropólogo francés, anarquista y estudió a las sociedades tribales amazónicas de Brasil, Paraguay y Venezuela. Su fundamento se basa en que las sociedades “primitivas” no son sociedades sin Estado sino contra el Estado, como ente jerárquico separado de la sociedad. Es decir, de gobierno y burocracia con poder sobre la colectividad.
Aquí hay algo interesante, ya que las Zonas aplican la ley de entender que no son objetivadas o representadas por un ente jerárquico, sino que constituyen una "totalidad indivisa". Para el autor, el poder en dichas sociedades se basa en el "prestigio" del guerrero, adquirido en la GUERRA, algo muy parecido a las Zonas, ya que mientras más te enfrentabas a la policía, mayor legitimidad tenías para ser escuchado o para ejercer una vocería (digo esto con conocimiento de causa).
Sin embargo, el prestigio del guerrero se tiene que "redistribuir". Por eso este generalmente es contemplativo, no posee muchos bienes, y si los tiene son repartidos, ya que si no le "cortan la cabeza". Esto es muy parecido a la figura del activista anárquico que se tapa el rostro, para ser un “igual”.
Cuando determinados voceros de las Zonas acumularon mucho prestigio y no lo redistribuyeron, auto-proclamándose dirigentes de las Zonas o conduciendo una vocería por muchos meses, o por salir mucho en los medios, les “cortaron la cabeza”, por lo menos en la interzonal. Es el caso de dos de los entrevistados por Fernández-Maldonado.
Por otro lado, hay "guerreros" de las Zonas que acumularon mucho prestigio, y que se mantiene hasta ahora y son los que están más legitimados, son los que se tapan el rostro, suelen ocultar su nombre en las redes, etc.
Por ejemplo, hay una “guerrera” que acumuló mucho por ser golpeada, disparada, etc. Ella siempre habló y habla en nombre de todos, pero utilizando un discurso de redistribución, muchas veces rapeando, afirmando el discurso hegemónico dentro de las Zonas, escogiendo muy bien las palabras, sin salir en los medios de comunicación, y participando de todas las actividades que las Zonas han propuesto desde hace un año. Claramente, hay una cuestión jerárquica, ya que su agencia es determinante, por lo que ya mencionamos sobre el prestigio.
Es lo que sucede en las sociedades contra el Estado, para Clastres, ya que ella, para muchos actores, representa la voz de las Zonas. Los líderes no son elegidos, son re-conocidos, según la lógica anárquica y contraestatal. Es así que no podemos hablar de “horizontalidad” real, sino tomamos en cuenta todos estos detalles. Ya que lo jerárquico muchas veces se entiende desde lo estructurado y lo burocrático, y no desde la acción práctica de los discursos y los hechos. Algo que se le escapó a Fernández-Maldonado.
Por último, cabe destacar la capacidad de decisión de las coordinaciones, la de comunicaciones, por ejemplo. Aquí participaba una troika, donde dos de los entrevistados por el autor de “La rebelión de los Pulpines”, tenían la capacidad de toma de decisiones concertadas sólo entre ellos. Muchas veces para determinar quiénes iban a un evento, para hablar de las Zonas, muchas veces autoeligiéndose, o para decir quién salía y quién no salía en los medios. Un claro ejercicio de poder de decisión sobre el resto de activistas, que podían ser objetivados o representados por dicha decisión centralista.
Conclusiones:
Es imprescindible rescatar las historias de los “héroes” silenciosos o silenciados de este proceso. Esos que tiraron abajo una ley neoliberal, enfrentándose con palos y piedras a la policía, organizándose en sus barrios y universidades.
Sólo así, y no entrevistando a los “rostros” del proceso, militantes convencidos de algunos partidos, otros declarados anarquistas o “dirigentes” eternos o temporales de las Zonas, se podrá determinar si es que ese proceso de álgida politización es capaz de poder representar una propuesta generacional de cambio en la cultura política de nuestro país.
Asumir el discurso de autonomía y horizontalidad, como característica de las Zonas, es partir de un análisis que lejos está de la complejidad de las tensiones sobre la política de la representación en el Perú y, en general, sobre las relaciones de poder en las sociedades humanas.
Si bien es cierto, como plantea Marisa Glave, las Zonas son “la organización más permanente e interesante de acciones colectivas sostenidas en el tiempo” durante el 2015, cada vez pierde más activistas y se aísla de los demás grupos juveniles que avanzan con nuevas agendas propositivas.
Este es el caso del movimiento estudiantil, otros colectivos juveniles que emergieron luego del proceso como Poder Ciudadano (cuya mitad de integrantes son ex zoneros), que ya propuso una ley de empleo juvenil después de un año de las protestas, los sindicatos y su propuesta de ley general del trabajo, etc.
Es impertinente, al mismo tiempo, no analizar la importancia de los jóvenes de los partidos políticos en la construcción del movimiento de las Zonas y su actual alejamiento de las mismas. Muchos de ellos no por ser expulsados, como se menciona en el libro, sino por propia decisión, luego del maltrato y el discurso auto-referencial de muchos zoneros, que muchas veces es incoherente con la práctica.
Como ex-activista y ex-vocero de una de las Zonas, debo decir que para evitar la decadencia del movimiento y su organización, luego de un año de victoria pienso que este proceso debe pasar a una fase propositiva, los que no tienen una lógica "contra-estatal"¸ sino "contra-hegemónica" deberían articular con los colectivos juveniles y el movimiento estudiantil, generando una posibilidad de retroalimentación, para crear una nueva red de intercambio de información y debate ideológico, más allá de las redes sociales, y empezar a forjar una nueva cultura política. Más allá de adscripciones a los partidos.
Por otro lado, para ser más coherentes con su discurso, en vez de promover el voto nulo, que poco o nada afecta a la realidad electoral, las Zonas tienen la legitimidad para proponer la creación de un Frente de Defensa de Lima, propuesta que podría articular numerosos grupos organizados de la sociedad (sindicatos, colectivos, universidades, organizaciones barriales, partidos, colectivos culturales, etc.) para hacerle frente a una coyuntura adversa de hegemonía neoliberal y posible gobierno fujimorista.