Según la definición oficial, un “criollo” es aquel descendiente de europeos (principalmente, españoles en el caso peruano) que ha nacido en un país hispanoamericano. De la misma manera, alguien que quiere “acriollarse”, es quien busca adoptar las formas, costumbres, estilo de vida, etc. de un criollo para parecerse o ser semejante a él: he ahí al “acriollado” y hasta este punto, todo el vocabulario en perfecta coherencia y además, con vigencia reconocida y registrada por la Real Academia Española (RAE) pero ¿qué sucede con la palabra "criollada"?. 

Resulta que dicho término no aparece en el diccionario de la RAE, vale decir… es un peruanismo no reconocido oficialmente, pero que sí tiene un significado que Wikipedia recoge nítidamente: con connotación negativa, la expresión se refiere a aquellos marginales, a los mal llamados "vivos", al lumpen, a quienes estafan a otras personas. Todo un asco de definición, pero muy real.

Según la misma fuente, el término en Perú se originó por "la costumbre de los descendientes de españoles de viajar por el interior del país, donde tomaban con engaños las posesiones de los habitantes locales (los pobladores andinos) cometiendo delitos, abusos y maltratos, siendo inmunes a la ley o la justicia por la corrupción existente". ¡Excelente Wikipedia con semejante ilustración!... muy vigente además a pesar de tratarse de un concepto asociado a algo que empezó a suceder hace más de 450 años.

Entonces, en pocas palabras, "criollada" es la indebida y dolosa capacidad de "agarrar de cholito" a alguien impunemente.

Otras formas de "criollada" en tiempos actuales.

"Cutrear", "meter cabeza", "pelar"; no pagar una deuda, robar cable o energía eléctrica del vecino, robar agua y llenar piscinas a través de conexiones clandestinas, "coimear" a un policía (o a cualquier funcionario público para lograr cualquier propósito personal o empresarial) son formas contemporáneas de "criolladas". Lo mismo no devolver un libro, un disco o cualquier cosa que nos presten; ser impuntual, sacar ventaja de cualquier situación que se nos presente, colarse en una fiesta sin ser invitado (gran ejemplo nacional llevado al cine: ¡“Cachín”!), "zamparse" en cualquier fila sin respetar el orden, manejar mal para "ganarle" a otros conductores, cruzar la pista (la calzada) sin usar los puentes peatonales que están a pocos metros, exigir algo haciendo engreído escándalo, plagiar, hacer "lobby", lograr algo con el mínimo esfuerzo, etc..

Beneficiarse a costa o en desmedro de un tercero y más aún, lograr reconocimiento y celebración por ello es "la criollada suprema"; eso se deja notar mucho en el mundo del hampa, donde los malhechores se esmeran en mostrar el producto de sus actos delictivos (léase, el botín o los bienes adquiridos como resultado del delito) como si fueran galardones por un trabajo lícitamente realizado y también se aprecia en la política, escenario en el cual muchos de sus protagonistas son cínicos, mentirosos, verdaderos delincuentes profesionales que estafan a la ciudadanía y destruyen sus expectativas con pana, elegancia y con sueldos muy bien pagados.

El "estado criollo".

El "estado criollo" fue ese aparataje gubernamental heredado del virreinato, que se mantuvo intacto y vigente aún luego de la (supuesta) independencia declarada en 1821 y que fue una forma de organización abusiva en la que unos pocos impusieron un estilo de gestión pública que en la práctica, significó sólo la búsqueda del propio beneficio y el común y corriente atropello de "la demás gente": ahí está la "criollada institucional" (cabe comentar que "la demás gente" eran los naturales de las diversas etnias andinas y costeras que sobrevivieron al coloniaje, los negros, los chinos, los mestizos y todo aquel que, en general, no pudiera gozar -por herencia o mérito- del sistema de privilegios feudales que se instituyeron desde el siglo XVI).    

El problema es que el "estado criollo" se ha mantenido hasta hoy, bajo la forma de entidades estatales llenas de presuntuosos funcionarios quienes, desde el cargo más alto al más bajo, en el fondo no son otra cosa que "personajillos"  hambrientos de todo (de dinero, de figuración, de reconocimiento, de mejora socio económica sea como sea, etc.) que, en vez de cumplir con su función de servir al público eficientemente y de trabajar con eficacia para el beneficio de los ciudadanos, hacen exactamente todo lo contrario: es que el lactar de la teta gubernamental (que se nutre con el dinero de todos) y ser un burócrata inútil pero bacán y que hace mofa de la necesidad de los clientes de entidades estatales, es también una "gran criollada".

Sobra comentar que la "frescura" (el cinismo), el ser "ayayero" del jefe, "franelero" del candidato o político de turno y "el ser criollo" (ergo, tener capacidad para cometer "criolladas institucionales") son aspectos básicos de quien aspira a ocupar un cargo público permanentemente pero además, constituyen signos que caracterizan y -al parecer- son motivo de orgullo para muchos burócratas dignos de llamarse como tal: algo pésimo si consideramos que, salvo algunas excepciones, las instituciones del Estado (ministerios, policía, educación, salud, justicia, municipios) están plagadas de este tipo de gentuza.

Una rara "virtud".

Resulta paradójico que aunque sabemos que es algo negativo y a menudo somos víctimas, la "criollada" sea aplaudida como una "virtud" y hasta a veces sea reconocida como una especie de habilidad necesaria para sobrevivir que ya no es exclusiva de descendientes de europeos nacidos en estas tierras, ni de burócratas o políticos canallas. 

Entonces... ¡que viva el "criollismo"!.